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ROMA por Francisco J. Fernández-Pro Ledesma

ROMA por Francisco J. Fernández-Pro Ledesma
septiembre 20
14:12 2014
Fco. Fernández-Pro

Fco. Fernández-Pro

Estuvimos en Roma, en San Pedro del Vaticano. Íbamos representando al Colectivo de Pregoneros Ecijanos. Conmigo venían Rafael y Eugenio, pero también todos los que se habían quedado (¡cuánto pensé en mis hermanos Alberto y Cori!).

Queríamos regalarle al Papa que está revolucionando los cimientos de nuestra Iglesia, los textos de nuestros pregones y, con ellos, las ilusiones, las vivencias, el resultado de tanta fe consecuente, de tantos momentos de íntima reflexión… Y también queríamos regalarle al Papa Francisco, una imagen preciosa y sencilla que, nuestra amiga Ana Valseca nos había preparado con exquisito esmero, en una caja de color fucsia, envuelta por un paño de raso blanco inmaculado. La imagen de Nuestra Madre,  de Nuestra Señora del Valle, de nuestra Patrona; el Refugio secular para tantos dolores, tantas esperanzas, tantas oraciones, que los ecijanos de tantas generaciones quisieron confiarle, por mor de la Fe y de las raíces de nuestro Pueblo. La imagen hermosa de una de nuestras razones para tantas torres alzadas en nuestra tierra.

Queríamos regalarle, en fin -con nuestros dos presentes-, el Espíritu que nos late y la Historia que nos ha vivido.

A medida que llegaba hasta mí, con paso lento -deteniéndose unos segundos con cada uno de los que tuvieron la suerte, como yo, de los elegidos-, pensaba en todo esto.

Cuando llegó a mi altura -tan imprudente como siempre- lo retuve más de lo establecido por el protocolo. Pero es que el Papa Francisco es paciente y  yo quise aprovecharme (aunque el cardenal de Barcelona, que lo acompañaba, se impacientaba y torcía el gesto).

-Santidad –le dije yo-, vengo desde Écija, en Andalucía. Allí, todos los años, en Semana Santa, tenemos la tradición de nombrar a un hombre o a una mujer, para que reflexionen públicamente sobre la Vida, Muerte, Pasión y Resurrección de Cristo. Estas son algunas de esas reflexiones de los pregoneros Ecijanos.

Entonces, le entregué una bolsa con los pregones que llevaba, firmados por los miembros de nuestro Colectivo. Él la cogió y, notando el peso del obsequio, me tomó cariñosamente del brazo y me comentó con una sonrisa:

-          ¡Uffff!… ¡Pues sí que reflexionáis!….

Sin solución de continuidad, aproveché el momento para añadir:

-Sí, Santidad, pero son reflexiones tan humildes, que le hemos traído también -como avalista nuestra-, una imagen de Nuestra Señora del Valle Coronada, Patrona de Écija, ahora que se cumple el Cuarto Centenario del Voto Inmaculista de nuestra Ciudad.

Le entregué la imagen (por el peso, el cardenal de Barcelona tuvo que ayudar al auxiliar que llevaba a su lado) Él sonrió con una sonrisa amable, me dio la mano y las gracias. Yo besé su anillo (de plata sencilla, ancho, con el escudo sin resaltes) y él me regaló un rosario.

Pensé que es verdad que, en un par de minutos, dos hombres pueden regalarse infinitos mundos.

 

 

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2 Comentarios

  1. JUBILADO
    JUBILADO septiembre 20, 15:32

    A lo que ha llegado la Iglesia de Cristo. Y cuan grandes y profundos sus cimientos. Cuanta revolución tiene Su Santidad por delante. Toda una vida.
    Una bonita experiencia, la suya.

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  2. Paco Fernández-Pro
    Paco Fernández-Pro septiembre 20, 20:14

    Completamente de acuerdo en todo, Sr. Jubilado. Muchas veces pienso que el mayor milagro de la Iglesia, es haber permanecido en el Mundo a pesar de los hombres que se decían Iglesia…

    Su Historia ha estado llena de claroscuros (de demasiadas oscuridades, posiblemente); quizá sea por eso, que resulte tan ilusionante que llegue un Hombre desde el Mundo de la pobreza e, iniciando el gesto de despreciar una cruz de oro, reinicie la partida de muchos hombres y mujeres que ya -desilusionados, aburridos- habían ido quedándose por las cunetas de una Fe sin Cristo o de una necesidad de Cristo sin Fe.

    Bendito el Hombre que nos devuelve la ilusión del Humanismo sabiendo ser Cristo; y bienaventurados los que, como yo, tuvimos la ocasión de mirarlo a los ojos.
    Un saludo muy cordial.

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