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Fco. Fernández-Pro

Vayan por delante dos premisas fundamentales. La primera, es que siempre que escribo lo hago con el máximo respeto y con la certeza plena de que puedo estar equivocado. Procuro hacerlo en base a datos objetivos, así como a los análisis de personas más sabias que yo. Luego, escribo sobre lo que pienso que es importante, informándome lo mejor que puedo y deduciendo según la lógica que sé. La segunda premisa, es que siempre escribo con plena libertad y sin ánimo de ofender; pero no me caso con nadie y comprendo, perfectamente, que haya personas que no compartan mis criterios y que, incluso puedan sentirse ofendidos por mis comentarios, espero –sin embargo- que eso no les cree animadversión personal, ya que yo no se la tengo a nadie. Dejadas claras estas dos premisas, paso al asunto que me trae:

Tras mi último artículo, algunas personas (unas a través de sus comentarios y otras, en diálogos personales), me trasladaron su disconformidad, por lo que podía suponer una crítica a esta nueva formación de PODEMOS. Lo siento, pero la crítica en libertad, es algo que todo el que entra en Política, debe saber asumir desde el principio.

Se me tachó de desconocimiento y, dado que -en efecto- no había leído todo lo legible sobre Podemos (me pregunto quién lo ha hecho…) y podía estar equivocado, anduve toda la semana, yendo de declaraciones en declaraciones, de escritos en escritos y de postulado en postulado, tratando de desentrañar qué es lo que, realmente, es esta Formación y qué es lo que pretende políticamente. Al final –y lo siento, por los que me recriminaron-, he acabado pensando como pensaba y, además, con más argumentos y con los vellos más de punta todavía. Les prometo abreviar todo lo posible:

Lo primero que pensé es que había que hacer un análisis sobre la situación actual en la que vivimos, tanto en España como en Occidente (es decir intentar hallar los por qué). Me ayudaron mucho las observaciones de mi buen amigo, el Profesor Genaro Chic, sobre las sociedades piramidales (y la de los partidos) y lo que ha venido ocurriendo con ellas, durante los últimos años, a partir de cuando los que están en las capas más bajas dejaron de percibir los beneficios que antes percibían y que ahora se quedan en el camino. Cómo, entonces, el descontento les lleva a reaccionar y a buscar un salvador, un líder, alguien (no importa quién, ni si tiene o no ideología o verdaderas soluciones) que suponga una esperanza de cambio. Pero resulta que éste, es un fenómeno que ya ocurrió otras veces (la última, en la Europa de la primera mitad del siglo XX) y que provocó la aparición de formaciones políticas populistas, como fueron el fascismo o el nazismo. Algo que está ocurriendo desde hace unos años, en países de nuestro entorno como Italia, Francia, Alemania, Grecia,…

Acto seguido, me entretuve en leer las declaraciones de Pablo Iglesias. En ellas, se reitera en su convicción de que la Revolución Bolivariana es un buen modelo, porque “aunque con contradicciones y problemas, los resultados son espectaculares en Venezuela, que se ha convertido en el país que más ha reducido la desigualdad” (recogido, literalmente, de “Cubainformación”)

Llegado a este punto, creo muy oportuno que no olvidemos las características del Chavismo: Fusión identitaria Líder-Partido-Nación, cierre de medios de comunicación contrarios al Régimen (censura de la información no favorable), programa semanal del líder en televisión (propaganda institucional), modificación de la Constitución a fin de dar más poder al líder, Líder incuestionable hasta la veneración (e, incluso, intento de santificación tras su muerte), continuos enfrentamientos con la Comunidad Internacional, que los ha conducido a un empobrecimiento general y a una patente falta de bienes de primera necesidad.

Por otro lado, Pablo Iglesias, asegura que PODEMOS fue creada con el objetivo de “convertir la indignación en cambio político” (atento a esto, porque es lo que genera la respuesta visceral sobre la razonada, que veremos más tarde) y se marcó como meta conformar un amplio frente de izquierdas que fuera capaz de acabar con el bipartidismo y dar respuesta a los verdaderos problemas de los ciudadanos. Igualmente, defiende la necesidad de abrir un proceso constituyente que establezca nuevas bases jurídicas de convivencia para garantizar los derechos sociales de la población, en las que elementos como la propiedad privada estén subordinados al interés social (esto suena –como en el Chavismo- a mayores parcelas de poder del Estado-Partido-Líder). En este mismo contexto, proponen: la nacionalización de los recursos energéticos, de la Banca, el anticapitalismo y el antiliberalismo, y la constitución de una República (atento a esto también, por lo que viene después).

Una vez, visto todo esto, me detuve en la afirmación del economista austríaco Ludwing von Mises, cuando dijo que la raíz del fascismo se encuentra en las ideas colectivistas del socialismo y, más propiamente, la que comparten el rechazo al mercado libre, la sociedad burguesa y la propiedad privada.

También retorné a la Historia y me detuve a considerar a una Formación Política que emergió, exactamente igual que Podemos –y diría que, con la misma fuerza-, proponiendo en su primer mitin, principios fundamentales casi idénticos a los de Podemos: La nacionalización de la Banca y los recursos primordiales, el Estado laico, el anticapitalismo y antiliberalismo; y el advenimiento de la República… Esos fueron los principios fundacionales de la Falange Española de Primo de Rivera. En cuanto al componente social, el fascismo pretende ser interclasista y niega la existencia de los intereses de clase, intentando suprimir la lucha de clases.

Pero, queriendo profundizar aún más -y ya puestos a tirar del ovillo-, todos los tratados que he leído, me confirman que el proyecto político del Fascismo resulta peligrosamente parecido a estos en los que nos movemos: se trataba de instaurar un corporativismo estatal y una economía dirigista, mientras estimulaba el componente victimista o revanchista (lo que, a la larga, conducirá a la violencia, ya sea por parte de las masas adoctrinadas o de las fuerzas de seguridad del Régimen) contra aquellos que el Estado defina como “enemigos” mediante un eficaz aparato de propaganda (¿no es esto el Chavismo que pone como modelo Pablo Iglesias?). Bueno, pues –además-, a lo ya dicho, el Fascismo le suma un componente social interclasista y una negación a ubicarse en el espectro político (ni de izquierdas ni de derechas…) Cosa que, aunque parezca extraña, no lo es, ya que, tanto la historiografía, como la politología y otras ciencias sociales, ubican al fascismo, tanto en la extrema derecha y la plutocracia, como a la izquierda, en una variante chovinista del socialismo de Estado (recuerdo el artículo que titulé, “El Paredón de Marinaleda”).

Convencido de que tenía que profundizar aún más, hallé afirmaciones que podía suscribir PODEMOS, perfectamente. Por ejemplo: “El pueblo es el cuerpo del Estado, y el Estado es el espíritu del pueblo. El pueblo es el Estado y el Estado es el pueblo” (principio de la Doctrina de Mussolini)

Otras afirmaciones de estudiosos y politólogos, nos indican que el fascismo utiliza hábilmente los nuevos medios de comunicación y el carisma de un líder en el que se concentra todo el poder (¿Será por esto y que no pueden clonar a Pablo Iglesias, que no se presentan en las Municipales, siendo las elecciones más cercanas al ciudadano?). Otra afirmación que aclara las ideas, es que el fascismo es un sistema político que trata de llevar a cabo un encuadramiento unitario de una sociedad en crisis, promoviendo la movilización de masas por medio de la identificación de las reivindicaciones sociales con las reivindicaciones nacionales (vuelvo a la carga: ¿es por eso que sólo les interesan las Elecciones Generales?).

Igualmente, la Historia nos demuestra que la incoherencia de los postulados fascistas, no era ningún inconveniente: el predominio de la acción sobre el pensamiento eran conscientemente buscados. Para Stanley Paine, lo que caracterizaba el ideario falangista eran, precisamente, “sus ideas vagas y confusas”. El fascismo adopta la exaltación de los elementos irracionales de la conducta, los sentimientos intensos y el fanatismo (¿recuerdan lo que les decía antes, sobre el OBJETIVO DE PODEMOS de conseguir el cambio político desde la indignación?).

Por otro lado, el fascismo utiliza un sistema que es la simplificación del mensaje: La propaganda debe limitarse a un número pequeño de ideas y repetirlas incansablemente, presentarlas una y otra vez desde diferentes perspectivas, pero siempre convergiendo sobre el mismo concepto. Sin fisuras ni dudas… “Si una mentira se repite suficientemente, acaba por convertirse en verdad” (Goebbels)… Pues bien, es curioso ver cómo en el Programa Electoral de PODEMOS para el Parlamento Europeo, en su primer apartado, con el que desean hacer referencia al tipo de Partido que son, utilizan diez –de las veintinueve líneas- en reiterar un mismo mensaje que, además, pudiendo considerarlo puro populismo (y pura demagogia, por qué no decirlo) coincide plenamente con principios fascistas. El mensaje en cuestión, hace referencia a la perversidad de todos los políticos (con lo que sólo quedan ellos a salvo). Con los siguientes mensajes, PODEMOS explica qué tipo de Partido es (recuerden, son 10 líneas de las 29 que tiene este apartado):

Los políticos de ahora nos llevan a la crisis.

Debemos desconfiar de los políticos para salir de la crisis.

Los políticos de otros partidos, proponen cambios muy lentos.

Nuestra profesión es otra de ser políticos.

Los políticos de otros partidos forman un grupo con privilegios.

Estos políticos desconocen los problemas de los ciudadanos.

Los políticos están acabando con los derechos sociales.

Nuestra profesión no es ser políticos.

Queremos unirnos a todas las personas opuestas a estos políticos.

Debemos estar juntos para ganar las elecciones a estos políticos.

Ahora, los que hayan tenido la paciencia de finalizar de leer este artículo, si releen sólo las palabras marcadas en negrilla, podrán apreciar las similitudes que, personalmente, hace que se me pongan los vellos de punta y que –inevitablemente- me tenga que hacer la pregunta, con la que lo encabezo: ¿Podemos permitirnos volver al fascismo?…

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