Écija – El Portal Temático Cultural

Fco. Fernández-Pro

He de reconocer que en estas últimas Elecciones Andaluzas no gané. Tampoco perdí. Como hace ya veinte años, cada vez que hay que votar, al final me puede el romanticismo y quemo la papeleta en mi Utopía Verdiblanca. Sé que es una utopía, pero es la mía y eso me vale.

Durante casi cuarenta años he visto ganar a los mismos y, lo peor, es que me he sentido impotente sufriendo la incapacidad y la estúpida soberbia de los que lideraban mi propio Andalucismo; he combatido contra la apatía de mis vecinos, he observado la placidez de los borregos, el pancismo de los tragabuches, el poder de sugestión de los charlatanes, el conformismo de la mayoría frente a tanto cacique, tanto ladrón y tanto fantoche. Sin embargo, cada cuatro años, a la hora de votar, me he refortalecido y he vuelto a inmolarme en la pira de mi utopia, con la esperanza –siempre defraudada por imposible- de que mi gente, por fin, despertaría de su sesteo de siglos.

Pero comprendo que los andaluces no respondan al Andalucismo, porque por no tener, mi utopía no tiene ni un líder como se debe; uno que quiera parecerse a Blas Infante o, al menos, a José María o a Diego de los Santos o al Alejandro aquel –aún pelirrojo y atractivo- de los cuellos altos.

No obstante, este año ha sido muy distinto. Este año mi gente ha saltado como un resorte, se ha subido a la barba de los caciques de la Junta y ha gritado “¡basta!”. Este año se ha levantado aire en nuestra Tierra. Un aire de los que orean los lugares cerrados a cal y canto, con olor a rancio, con peste a estiércol. Ese aire que se siente en el rostro como un alivio y que  invita a dejar la seguridad del resguardo, para aventurar paseos por las alamedas.

No vencí, es cierto, pero tampoco he perdido. Mi voto lo sacrifiqué en el altar de mi Utopía, pero mi Pueblo -¡por fin!- se ha ganado su derecho a respirar. Me da igual como votó, porque ha vuelto a ser democráticamente y ahora comienza una nueva etapa que, al menos, será distinta y nos ofrecerá la oportunidad de una Esperanza.

La Democracia es así. Esta vez, en Andalucía, ha ganado el voto que no votaron los descorazonados; el voto blanco de los que, de todas formas, quisieron proclamar la desesperanza en un grito inmaculado; el voto mayoritario que va desde el Centro a la Derecha y hasta su extremo. Se ha perdido el miedo al cambio y, con él, el voto del Centro a la Izquierda y hasta su extremo.

Más, viendo la rabia y la incoherencia que ha provocado, no dejo de repetirme: ¡Ay de vosotros los que no aceptáis la mayoría si no es la vuestra! ¡Ay de los que exigís el derecho al voto y olvidáis la obligación de aceptar la Voluntad de las urnas! ¡Ay de los que descalificáis a los vencedores sólo por haberos vencido! ¡Ay de los que llamáis a las movilizaciones, al enfrentamiento, a las calles y al descontento, sólo porque el Pueblo no os fía su gobierno!… Vosotros sois la basura, los chiquichancas de la Democracia, los que sobráis en ella, los únicos fascistas de esta Andalucía que habéis secado hasta el tuétano y a la que, de esta forma, podéis someterla al peor de los daños.

Entendedlo bien: en esta tierra, más que fascistas hubo facinerosos, pero desde ayer están huyendo por las alcantarillas; y lo hacen, gracias a la buena gente que decidió cambiar su voto, si no para hacer posible la Utopía Verdiblanca por la que yo suspiro, al menos para que, desde la voluntad compartida por la mayoría de nuestro Pueblo, al final pueda nacer una Esperanza de futuro para Andalucía.

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