Écija – El Portal Temático Cultural

Francisco J. Fernández-Pro

Hoy, 4 de septiembre, hace sesenta y tres años que llegó a Écija.

Matemático y químico era, sin embargo, un Maestro de los antiguos. Como diría el poeta, apareció ligero de equipaje y nunca lo cargó en demasía, por eso resulta tan fácil describirlo: una humanidad pequeña, un humanismo grande y un corazón inmenso.

Su vocación era la Enseñanza y el Servicio con mayúsculas y, durante años, formó y educó a sus alumnos como niños y como hombres, tanto en su materia docente como en su filosofía de la vida, tanto con los trazos de la tiza como con el ejemplo de todos los días… y, así, durante cuarenta años, sin una ausencia, sin una baja laboral, y con una labor paralela, muchísimas veces desconocida para todos.

Pagó de su bolsillo las decenas de viajes que tuvo que realizar a Madrid, con el fin de conseguir del Ministerio de Educación de entonces, las becas, los libros y los fondos suficientes que, si no, nunca llegaban.

Pagó con su tranquilidad, el compromiso adquirido con su conciencia de bien, de enseñar a los ecijanos adultos que no podían acceder a los cursos del antiguo P.P.O. por no saber leer ni escribir. Dedicó su tiempo libre a enseñarlos, sin pedir nada a cambio; y, por ello, fue denunciado ante el Gobierno Civil de Utrera Molina por reuniones clandestinas. Al final, el gobernador le expresó su admiración y no tomó medidas contra él, pero su nombre se mantuvo durante años –hasta después de morir Franco- en las listas negras de las oficinas de la Seguridad del Estado.

Pero no sólo se limitó a esta labor docente. A principios de los sesenta, junto a muchos otros ecijanos, protestó por el mamotreto erigido en la esquina del Salón con Miguel de Cervantes, que a la postre supuso la declaración de nuestra ciudad como Conjunto Histórico Artístico, siendo nombrado primer representante del Ministerio de Educación en la recién inaugurada Comisión Local de Patrimonio de Écija.

Junto a otros ecijanos creó la Real Academia “Luis Vélez de Guevara”, de la que fue presidente durante años, siendo uno de los impulsores y primeros dirigentes del Instituto de Reales Academias de Andalucía.

Se implicó en la creación de la Hermandad de los Estudiantes de Santiago y en los cursillos de cristiandad, y tuvo cuatro hijos a los que intentó impregnar de su espíritu humanista e inculcarles los principios de la coherencia y el servicio a los demás.

Cuando murió, en junio de 1994, ecijanos ilustres como Joaquín Nogueras, Tomás Beviá, Pepita Tomás, Vicente Durán, Juan Gamero, Manolo Gómez,… presentaron ante el Ayuntamiento, la propuesta de su nombramiento como Hijo Adoptivo de la Ciudad. La propuesta estaba firmada, entre otros, por Asociaciones Culturales y Educativas, por los claustros de profesores de los institutos ecijanos y por los antiguos alumnos del Instituto Laboral (el primer Instituto ecijano), del que fue director durante casi toda su existencia.

El entonces alcalde, Fernando Martínez Ramos, acogió la idea con entusiasmo, porque había sido su alumno. En la unanimidad de todos los grupos políticos, hubo una sola discrepancia: la del portavoz popular, que adujo en contra de la propuesta, que su hijo Francisco era concejal y la gente no lo vería correcto… Me pareció de tal grado la injusticia, que confieso que aquella fue la primera -y única vez en mi vida- que lamenté la conciencia de servicio público que me inculcó mi padre y que me llevó en su día a ser concejal ecijano y adquirir el compromiso de vida que tengo con nuestro Pueblo.

Cuando, posteriormente, me pidieron volver a presentar la propuesta, me negué a hacerlo: no necesitaba que el Ayuntamiento reconociera el Amor que mi padre, Antonio Fernández Pro, le tuvo a esta Ciudad. Él la había elegido como propia, trabajó por ella y la adoptó suya a pesar de tanto mentecato que la habitaba.

Cada hombre elige su patria y, parezca o no parezca adecuado, contra cualquier clase de sinrazón, nadie podrá ya diluir su memoria de la mía, ni de la de tantos ecijanos que lo conocieron.

Discúlpenme el desahogo, pero se lo debía.

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