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Fco. Fernández-Pro

Pedro Sánchez está allanándose el camino por si las moscas. En la moción de censura contra Rajoy se apoyó en independentistas y filoetarras. Después se dio cuenta de que debía intentar un cierto distanciamiento, porque mucha gente -incluso entre los suyos- criticó la compañía. Entonces, procuró la técnica del despiste, del humo, de la perpetua comparativa y, para ello, montó la campaña de “lafotodeColón”, satanizando a las tresderechonas por si se les ocurría reinventar el fascismo. Así tendríamos contra qué enfrentar ese fenómeno del Frentepopulismo-nacionalsocialista (el engendro Frankestein que llamaron algunos).

A pesar de todo, como aquí la derecha anda algo torpe (además de acomplejada o, quizá, por sus complejos) y la izquierda siempre supo sacarle rédito a los intereses clientelistas, a los miedos de pusilánimes y al márquetin más sofisticado, Pedro Sánchez venció la contienda electoral de las últimas generales, aunque todo se quedó en el aire y siguió dependiendo del engendro.

Por eso creo que ya presentíamos, desde hace tiempo, que Sánchez tendría que acudir otra vez a las malas compañías y, lo que es peor, que no lo iba a dudar. Esa necesidad le exigía seguir demonizando a la derechona (e incluso, a ser posible, dividirla), a la vez que hallar la forma de no quedar tan mal con los españoles y sus propios votantes, por si fuera necesario apoyarse, otra vez, en los independentistas y los etarras.

Primero fue la sustitución del anterior representante de la Abogacía del Estado por una señora mucho más dócil que, sin problemas, siguiera las instrucciones de Sánchez para intentar, en el Tribunal donde se tenía que juzgar a los golpistas catalanes, que la calificación de los delitos juzgados se suavizaran de forma que, cuando llegara el momento –por venir- de la posible concesión de beneficios penitenciarios, no chirriara tanto la cosa. Después, ha sido la enorme ambigüedad con la que los miembros del gobierno y el propio Sánchez, han respondido cuando se les ha preguntado directamente sobre esas posibles medidas de gracia.

Más tarde, Iceta expuso la posibilidad de que, en menos de una década, Cataluña podía estar preparada para reiniciar otra vez todo el jaleo del 1-O (cosa fácil de prever si, después de comprobar cómo la manipulan, se mantienen las competencias en Educación y, de paso, los privilegios económicos y políticos que disfrutan los independentistas). Después salió a la palestra Zapatero que, como siempre, nunca está donde debe estar (que, para mí -y, después de los “favores” que le hizo al Reino de España-, debería ser donde no se le vea, ni se le oiga, ni se le huela). El hombre comenzó con declaraciones irresponsables sobre el juicio del “Procés” y acabó reuniéndose con Junqueras y dejando caer, directamente, la posibilidad de los indultos.

Menos mal que, por encima de estos papafritas a los que nos ha condenado la oclocracia y la terrible mediocridad que sufrimos, hay verdaderos socialistas de Estado, como Felipe González, Alfonso Guerra y otros dirigentes, que tratan de poner un poco de razón entre tanta estulticia. Es la esperanza que le queda a la Socialdemocracia española y, quizá, a la propia España.

El último paso de esta operación de imagen, llevó ayer a Otegui a la Televisión que dicen de todos los españoles. El márquetin no tiene límites, pero la vergüenza y la dignidad de nuestros políticos sí deberían tenerlos. Invitar a la televisión que pagamos los españoles, al dirigente de una banda de asesinos, colaborador, cómplice directo de cientos de muertos, encubridor del terror contra los españoles y la Democracia, para intentar –en una entrevista en horario de máxima audiencia- hacerle un lavado de cara ante los ciudadanos, para que éstos no vean descabellados los posibles futuros acuerdos de repartos de poltronas y poder, no es otra cosa que malvender la dignidad, la vergüenza, la Justicia y el recuerdo de nuestros muertos; y ustedes me perdonan, pero yo digo lo mismo que Alejandro Rojas Marcos en el Congreso de los Diputados, la última vez que se habló de Andalucía en el hemiciclo y el Presidente lo llamó al orden por encararse con los representantes de Herri Batasuna: “Perdone, Señoría –vino a decir Alejandro-, pero yo no me puedo callar, porque la mayoría de los muertos de ETA han sido andaluces”.

La Democracia, sus instituciones, sus medios y sus instrumentos, no están para hacerle la limpieza de cutis a nadie y menos a un criminal sentenciado, inhabilitado y no arrepentido. La ambición de Pedro Sánchez le ha vuelto a jugar una mala pasada: por un lado, intenta justificar a los anticonstitucionalistas que se valieron de las propias Instituciones del Estado para dividir España; y, por otro, pretende mostrarnos la cara amable de los que viven de putamadre gracias a las asignaciones de la Democracia, cuando dedicaron su vida a cargarse demócratas inocentes por la espalda.

Es una vergüenza y un insulto para todos los demócratas, que un terrorista como Otegui pueda aprovechar los medios públicos para lavar su imagen. Estos criminales necesitan mucho más que una simple televisión para su fregoteo. Ni siquiera con estropajo de alambre de los antiguos y jabón lagarto, se le podría rascar a estos asesinos la costra putrefacta que les ensucia el alma.

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