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Un cuento no sexista

Fco. Fernández-Pro

Un día, unas reconocidas profesoras y unos reconocidos profesoros, especialistas y especialistos en Ciencia Biogenética (rusas y rusos, todas y todos ellos), se pusieron de acuerdo y pensaron (a la vez, aunque parezca mentira) la forma de clonar al que tendría que ser el ente más completo o la enta más completa, de todas y todos las entas y los entes.

Tras sus estudios, llegaron a concluir que en el/las aguas, las criaturas más poderosas eran las cocodrilas y los criaturos más poderosos los cocodrilos. En tierra, los más listos y ligeros eran los zorros, y las más listas y ligeras, las zorras. En aire, los/las de más alto vuelo y pico más fuerte, eran el buitro y la buitra.

Tomaron, pues, cromosomas y cromosomos de cocodrila y cocodrilo, zorra y zorro, buitro y buitra… y, con todas ellas y todos ellos,  engendraron unos seres de lágrima o lagrimón fácil (como las del cocodrilo y la cocodrila), mirada huidiza (como las del zorro y la zorra) y cuello sobresaliente (como el del buitro y la buitra).

El color o la color era mezcla de verde, pardo/a y negro/a, por lo que las profesoras rusas y los profesoros rusos, decidieron pintarlos y pintarlas de blanco y blanca.

Su voracidad era enorme, gustaban de todo y de toda pero, más que nada, de carne de ternero o ternera y marisco o mariscada. Sesteaban perezosos y perezosas, mientras aguardaban a sus presas y presos, que engañaban con sus colores blancos y blancas y sus actitudes, a veces, hasta amables y amablas.

Con el tiempo les realizaron un implante histológico de células especializadas y célulos especializados de los tejidos fonadores del loro y la lora que, convenientemente complementado y complementada con sus dosis de cromosomas y cromosomos, más la manipulación de un par de aminoácidos y aminoácidas de su cadena genética, procuraron a tales engendros y engendras la facultad de emitir sonidos en forma de palabras o palabros que, con el aprendizaje y las/los extraordinarias/os cualidades de los bichos y las bichas, en poco tiempo se convirtieron en casi amables susurros, como de tenor o tenora, que pronto  llegaron a ser su mejor reclamo o reclama.

Un día, el/la programa quebró. No se podía asumir ni los gastos de manutención de uno o una de los/las seres o seras. Los científicos rusos y las científicas rusas, fueron abandonando; pero, antes, concluyeron que el pequeño engendro y la pequeña engendra morirían.

Entonces, decidieron averiguar la ocupación que mejor pudiera encajarle al bicho y a la bicha para sobrevivir en nuestro mundo de forma autónomo/a… y, como aquel engendro y aquella engendra lloraban como el cocodrilo y la cocodrila, eran perezosos y perezosas, no saciaban su apetito de ternero, ternera, marisco y mariscada, y vivían sólo del oportunismo que les procuraba su amable quietud, concluyeron  que lo que mejor convenía al bicho y la bicha era ser miembro o miembra en la política o lo político… y así fue cómo acabaron como concejala y concejalo de un Ayuntamiento.

¿A que este cuento que se cuenta, parece hasta en la coma, como una reverenda gilipollez?… ¡pues eso!

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