EL VALLE DE LOS CAIDOS (I): LOS “PRESOS ESCLAVOS” por Francisco J. Fernández-Pro
Vaya por delante que la única intención que me mueve a escribir mis artículos es la de desentrañar, en lo posible, la naturaleza y analizar la enjundia de cualquier actuación o noticia, sus consecuencias sobre nuestra Comunidad o los efectos que provocan en mi conciencia.
Lógicamente, para conseguirlo me exijo la mayor objetividad y, por eso, antes de escribir me informo, analizo y, cuando es necesario, realizo un acto de contrición; pues, a veces, la realidad de lo acontecido o los datos que acabamos conociendo, nos deparan inesperadas sorpresas.
Desde luego hay temas que desconozco total o parcialmente y, a la hora de escribir sobre ellos, me exigen un mayor ejercicio de información. Esto ha ocurrido con el Valle de los Caídos, del cual tuve que informarme durante las dos últimas semanas, debido a la controversia que ha generado el anuncio reciente sobre el posible traslado de los restos de Franco.
Tras muchas horas de lectura sobre el tema y, tomando como referencia los testimonios, investigaciones y artículos de autores, tanto defensores como detractores -de derecha, de izquierda, como de ningún lado-, me ha costado asimilar la forma en cómo los unos y los otros han interpretado los datos a conveniencia (y no me refiero a los muchos inventados por ambas partes, sino sólo a los más fidedignos, admitidos por todos, aunque teñidos de sus matices particulares).
Sea como sea, procuraré limitarme a exponer los datos que puedan resultar de mayor interés para analizar lo concerniente al cómo y el por qué se construyó el Valle de los Caídos. Después, que cada cual saque sus propias conclusiones.
Las obras se iniciaron en 1940, con trabajadores libres de la zona del Valle de Cuelgamuros, en El Escorial. Tres años después se amplió la plantilla con trabajadores presos. En 1950 se decretó una amnistía para todos ellos, aunque las obras concluyeron en 1959. Fueron, pues, siete años los que la obra contó con la intervención de trabajadores presos.
Sobre ellos, Daniel Sueiro en su obra “El Valle de los Caídos” (1983), afirma que se trataba de liquidar con la mayor rapidez posible el problema penitenciario surgido con motivo de la guerra, autorizando al Patronato que se había creado al efecto, a conceder hasta cinco días de redención por uno de trabajo. Sin embargo, la verdad es que, aunque según la Orden Ministerial de 7 de octubre de 1938 -por la que se creaba el Patronato de Redención de Penas por el Trabajo-, cada día de trabajo le valdría al recluso por dos de condena, en el Valle se comenzó con la compensación de sólo un día por día, incrementándose -poco a poco-, hasta llegar a los seis días de condena por uno de trabajo.
En cuanto al número de presos y sus condiciones de vida, hay que recordar que en las obras, sólo se incluyeron presos a partir de 1943: ese año fueron 515 los presos empleados, junto a unos 300 trabajadores libres de la zona. Durante los años sucesivos, pocas veces se superó esta cifra, siendo el total de presos que trabajaron a lo largo de todos los años que duraron las obras, de unos dos mil aproximadamente; muchos de los cuales solicitaron quedarse como trabajadores libres, una vez cumplidas sus condenas o tras la amnistía que se les concedió en 1950.
El profesor y doctor en historia Alberto Bárcena Pérez en su Tesis Doctoral sobre “Los Presos del Valle de los Caídos” (publicada en 2015), afirma que los reclusos dispuestos a trabajar en El Valle, debían solicitarlo por escrito, teniendo que cumplimentar una instancia que se tramitaba ante el Patronato de “Nuestra Señora de la Merced” (creado al efecto por el Ministerio de Justicia). Igualmente, afirma que los había políticos y comunes, ya que ambos podían beneficiarse de la redención extraordinaria de penas, incluyendo las horas extras, que también se contabilizaban a efectos de reducción de condena.
Por otro lado y según consta, los presos cobraban el mismo salario que el resto de trabajadores del ramo que se tratase y, según había determinado el arquitecto Pedro Muguruza, accedían al suministro de alimentos en orden a las 3.000-3.500 calorías diarias, necesarias para realizar su trabajo. Sin embargo, algunos autores e incluso exreclusos que reconocen estos datos, denuncian que parte de la paga se las quedaban los responsables de la administración del Valle, así como parte de los suministros que, al llegar en camiones, eran sustraídos por guardias antes de ser descargados, para venderlos de estraperlo en Madrid. Igualmente, un exrecluso aclara que, aunque en efecto estas solicitudes para trabajar en el Valle existían y debían cumplimentarse, no podían considerarse “voluntarias”, ya que muchos –como él- eran presos políticos y, sin delito alguno, estaban en la cárcel involuntariamente; y que, además, muchas veces los presos eran requeridos para realizar los trabajos más duros.
Aún así y, como hemos visto, dado que todos los trabajadores –libres y presos-, en unos años de tantas carencias tenían derecho a estar con sus familias, a una atención sanitaria y una educación gratuita para sus hijos (se construyeron dos escuelas que dirigía uno de los presos, que preparaba a los niños para examinarlos de Bachillerato en el Instituto San Isidro de Madrid), en un buen número de casos, los mismos presos solicitaron continuar en la obra después de haber cumplido sus condenas.
Respecto a la siniestralidad laboral, Bárcena Pérez afirma que, en 19 años, murieron entre 14 y 18 personas.
En esta cifra de fallecimientos coinciden las fuentes más fiables y algunos testimonios de importancia; como el del médico de la obra, Ángel Lausín, uno de los presos políticos que trabajó en el Valle de los Caídos desde 1943 y que, una vez expirada su pena, se quedó allí hasta 1962.
El doctor Lausín pasó la guerra en el Cuerpo de Sanidad del ejército republicano. Al finalizar la contienda fue depurado y encarcelado, siendo trasladado a Cuelgamuros. Lausín ejerció como médico de los poblados de obreros que se levantaron junto a la construcción y, según el protocolo fijado, se le llamaba cada vez que había un accidente en la obra. Este protocolo permitió que Lausín llevase en sus notas profesionales un detallado recuento de los accidentes que se producían.
En estas notas, el médico recogió 14 casos de muerte durante toda su estancia en el Valle. Sin embargo, antes de la llegada del doctor Lausín, ya se había producido el fallecimiento de un trabajador libre, según se recoge en el archivo del Juzgado de El Escorial (donde se anotaban todos los fallecidos en la obra)
Este número de muertos, que incluye tanto a trabajadores presos como libres, se debió a distintos tipos de accidentes. Por ejemplo, dos obreros libres lo hicieron por explosión de barrenos (uno de 21 años en marzo de 1959 y otro -Manuel Gómez López- el 19 de Marzo de 1949). Otros dos, presos, por manejo de la maquinaria (uno al golpearse la cabeza con una vagoneta de escombros y el otro por una caída entre los engranajes de una excavadora). Igualmente hubo accidentes relacionados con el transporte, como el de un obrero libre, conductor, que murió al volcar su camión y salir despedido de la cabina.
Por otra parte, los obreros que sufrían un accidente que les incapacitaba laboralmente eran cubiertos por la “Mutualidad Laboral de la Construcción” que, según la gravedad de sus secuelas, les procuraba unos ingresos gracias a las cotizaciones que hubieran aportado a la mutualidad.
Sin embargo, hay también autores que echan de menos en estas relaciones, los presos que, habiendo sido evacuados del Valle con heridas de gravedad, hubieran podido morir como consecuencia de las mismas, sin haber tenido conocimiento de ello. Igualmente y, según estos autores, deberían considerarse también las muertes de los presos que, antiguos mineros, padecían enfermedades laborales que se habían podido haber visto agravadas por el trabajo en el Valle, fundamentalmente la silicosis.
Aún así y, teniendo en cuenta incluso los testimonios de los propios presos (como el de Jesús Cantelar Canales, que describió las condiciones de trabajo y de vida de las obras del Valle en relación con otras que había conocido), estas cifras deberían estar muy por debajo de los miles de presos fallecidos que apuntan algunas fuentes.
Con el valle de los caidos , lo unico que hay que hacer , es sacar a los muertos y mandar un equipo de demolicion, lo demas son vainas,
Le recomiendo la lectura de la segunda parte
Por lo que he leído sobre este asunto, sobre todo, el testimonio del propio Juan de Avalos, republicano y represaliado, y conociendo el rigor que te caracteriza a la hora de documentarte, doy, demagogia y visceralidad al margen, por muy cercanos a la realidad tus datos. Enhorabuena.
Muchísimas gracias, querido Amigo.