DE LOS TALENTOS Y EL ADMINISTRADOR PERDIDO por Francisco J. Fernández-Pro
No me invento nada. Lo dice el Evangelio en la parábola de los talentos. El Señor entregó a tres de sus servidores unos talentos para que los administraran y, mientras dos de ellos los multiplicaron, el tercero –por temor a defraudar a su señor- lo guardó para no perderlo… y, lógicamente, a su vuelta el Señor premió a los que habían incrementado sus riquezas y castigó al que no hizo nada. A partir de aquí sí me lo invento, porque creo que el Evangelio no quiso decirlo todo.
El Señor de la casa no podía pasar por ingenuo, por eso se debió de omitir al cuarto administrador: porque si se hubiera hablado de él, quizá alguien podría dudar de la sabiduría del Señor a la hora de escoger a los que deben administrar su Casa.
Ninguno de los que habla el Evangelio tuvo pérdidas y este ejemplo, de buena administración, ni es normal, ni puede trasladarse como ejemplo a nuestra Sociedad; por eso opino que debió existir un cuarto administrador del que no hablan las Escrituras y, si mis conjeturas son ciertas, supongo que, más o menos, al texto original debería añadirse algo así:
“… y el cuarto criado tomó sus talentos y se sirvió de ellos para sus negocios, para sus propios intereses: le negó el pan a sus trabajadores, la manta y el cobijo a los que dependían de él y, tomando los talentos que debía administrar para la Casa de su Señor, hizo dos partes, empleando una en banquetes y regalos para sus allegados y la otra, en chantajes para sus aduladores y en oprobio para sus contrarios, creyendo que así, cuando llegara el Señor, sus enemigos se habrían alejado de la finca y sólo escucharía los elogios de los que fueron pagados.
“Más el Señor de la Casa -mucho más sabio de lo que el administrador creía-, a su regreso no atendió la adulación de los que sabía hartos y limpios y allegados a su criado, sino que se acercó a los campos y vio el hambre, el frío y la miseria que sufrían los trabajadores que le habían sido confiados al administrador desleal. Entonces, reuniendo a los cuatro criados, se dirigió a ellos y les dijo: “Dos de vosotros multiplicasteis mi hacienda, uno guardó su parte y no rentó nada; pero otro ha usado los talentos que le confié para enriquecerse y hacerme parecer cruel a los ojos de mis trabajadores e injusto ante mis vecinos”; y, volviéndose a él, le gritó: ¡Ay de ti, al que tanto di y tan mal me serviste! En verdad te digo, que no volverás a tener la confianza de mi corazón”
Digo yo que, visto lo que nos está pasando en esta Tierra nuestra de María Santísima, quizá a Mateo se le pasó por alto…
Estará usted de acuerdo conmigo, D. Francisco, que el responsable ultimo del desaguisado ha sido el señor de la casa al ausentarse y eludir su responsabilidad. ¿Habría en la parábola leyes anti corrupción y la UDEF para vigilarlas?
Debería, Señor JUBILADO…
De esta nada sencilla parábola podemos sacar varias e interesantes conclusiones:
primero, la innegable responsabilidad del señor de la casa, puesto que con sus nombramientos perjudicó a unos terceros que eran totalmente ajenos a su ausencia de sus obligaciones y a los cuales dejó en manos de un administrador corrupto y sus intrigas.
Segundo, que en su sentencia tipo moraleja, se olvidó de los verdaderos afectados en todo este asunto; el pueblo llano. así mostró su ira. ” ¡ay de ti ti que tanto di y tan mal me serviste¡ …” Claro que en aquella época no existía la UDEF ni nada parecido.
Por ultimo, veo que pasó que como siempre nadie resarce a los que por causa de uno y otro fueron obligados a pasar angustias y privaciones.
Señor JUBILADO, está claro que los más perjudicados siempre son los más débiles. Pero en el asunto de las responsabilidades compartidas, quizá deberíamos concretar varios niveles. Creo que no es lo mismo, un organismo o una Institución de tipo Jerarquizada (la Iglesia, por ejemplo), en la que claramente la responsabilidad es compartida con el Superior con aprueba las designaciones realizadas; y, por otro, Administraciones Públicas que, se supone, dependen directamente de un Sistema Democrático y, por tanto, lleva también aparejada la decisión del ciudadano y su grado de conocimiento (y, por tanto, también, el grado de manipulación al que se ve sometido por la propaganda de los que optan a ser administradores)
Los señores de la casa son siempre responsables de nombrar a sus administradores, pero… ¿no tendríamos que preguntarnos, en cada caso, quiénes son esos señores?
Un saludo muy cordial.
PS Supe que había estado en la Exposición que celebramos esta Semana Santa. Me hubiera gustado haber coincidido. Lo siento. Supongo que la próxima vez…
Simplemente buenísimo, muy cierto, muy lógico y muy humano, lo raro es que el 50% de los administradores, en ausencia del jefe fueran tan honestos como para guardar las ganancias para su señor, esto demuestra que era solo una parábola. Ya sabes lo que se dice en nuestra tierra, “el que anda con miel se chupa los dedos”, y encima si no lo haces eres tonto de capirote. Será esto solo en esta “tierra de María Santísima” o también pasaría en aquellos tiempos?
Querida Amiga, creo que esto siempre ha pasado en nuestra tierra. Recuerda que, ya a finales del siglo XVI, nuestro paisano Mateo Alemán, en su “Guamán de Alfarache”, hacía alusión a esta cantera de la miseria en la que vivíamos y en la que, tan fácilmente, se extraía la picaresca.
Sencillamente, en Justicia no existe el concepto “responsabilidad compartida”, pues cada uno asume la suya.
Cierto, Señor JUBILADO: lo que se comparte es el delito que se comete entre dos o más, aunque cada uno, según su grado de responsabilidad; e incluso cuando la colaboración del menos responsable, haya tenido que ser necesaria para la comisión del delito. Pero, como usted bien dice, cada cual tiene su propia responsabilidad.
Un saludo cordial