En la partida hacia el
Padre, de Juan Antonio Gamero Soria de Écija, el
6 de Junio del 2007.
Por Joaquín M.
Rojas Coronado
Foto:
Cartel de la Virgen del Valle
Fue al alba, mi querido hermano Juan,
al alba de una mañana limpia y clara
cuando tu alma hasta el cielo volaba
y tu cuerpo, dormido, no despertaba.
Al igual que los vencejos y otros pájaros
los cielos de Sevilla surcaban
invadiendo con sus trinos y revuelos
el azul de la mañana sevillana.
Al igual fuiste presto a la llamada,
que desde arriba el Dios Supremo te citaba
para comparecer ante su inapelable juicio
sin Pilar, tu compañera y abogada.
Tú, que tanto de estos menesteres sabias;
Tú, que tantas causas defendías;
Tú, que tantos casos abogabas;
ahora ha llegado tu hora.
Esa hora que sólo Dios sabía
y que tú, con extraordinaria valentía
me repetías cuando el dolor ya te agobiaba:
" preparado estoy para cuando Dios decida ".
Nuestras mujeres nos hicieron sentir hermanos
y hermano te consideraré de por vida;
hermano que en el dolor te acompañaba
y hermano también en las alegrías.
¿Lo sabe Joaquín? a menudo preguntabas
como clavo ardiente que se aferra a esta vida
porque no querías dejar sola a Pilar y tu caterva,
porque siempre fuiste patriarca en tu familia.
En la noche que antecedía a tu agonía
cuando la diálisis intentaba soslayar la marcha
con voz potente, clara y rotunda
fuiste desgranando uno a uno
los nombres que componen tu casta:
Concha, Pepe, Lola, Memi, Pili, Mª José, Pablo,
Esther,
y como no, tu esposa amada,
tu fiel Pilar y eterna compañera,
como un adiós que presentías,
como un fuerte beso, de un hasta luego,
hasta un mañana.
¡Que Dios te tenga en su gloria,
que por siempre guarde tu alma!
