ROMANCE DE LOS ILETRADOS por Francisco J. Fernández-Pro
Avalanchas de iletrados
vienen paciendo a sus anchas
y, al pasar, pasan y cargan
con lo laico y lo sagrado:
lo mismo les da una reina
que la humildad de un vasallo,
la pluma de un escritor
o la espada de un hidalgo,
el amor de un misionero
que la estampa de un caballo:
hay que acabar con los monstruos
que la Historia haya alzado…
Pero la historia es Historia
y no se cruza de brazos,
por eso le va diciendo
a estos babiecas airados:
“¿Dónde vais con esas fachas
tan furiosos calle abajo?
¿A rescatar la memoria
de los que hicieron esclavos
y con ellos subsistieron,
de ellos se aprovecharon
y de ellos recibieron
sus sudores y trabajo
sin pagarles un salario
por tenerlos sin contrato?…
Pues tirad las que ya existen
y las que se estén pensando,
porque aquél que no sufrió
-ya no antes sino hogaño-
de penurias y estrecheces,
de falacias y de agravios,
de malas artes jodidas,
de cautiverio o maltrato,
es, sin ninguna duda,
porque le toca ser amo.
En cualquier parte del Mundo
podréis derribar legados
de una Historia que es Historia
porque en dolor se ha forjado:
en el dolor de los justos,
los injustos, los alzados,
los tantos que sobreviven
o se hunden en el barro,
los que llegaron a reyes
o siempre fueron vasallos…
Todos, sin ninguna duda,
fueron culpables de algo”
Más lo que dice la Historia
nunca sirve al iletrado,
que prefiere dar berridos,
mugir o seguir aullando,
cuando pasa, sin saberlo,
calle abajo,…
calle abajo.
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