RÉQUIEM POR EL ÁLAMO DEL PUENTE por Francisco J. Fernández-Pro
(mis letras trashumantes a María de López…)
El pasado mes de agosto, alertaba en un artículo sobre la situación que atravesaba el álamo del Puente árabe. Lo hacía, en relacionándolo con el rayo que había caído sobre una de las torres de las Gemelas. Entonces, hace nueve meses, escribía:
“Teniendo en cuenta los años que estos árboles pueden vivir (hay uno en Illescas que ronda los quinientos), está claro que la sombra de este nuestro que se nos muere, pudo ser la que cobijara al Cojuelo y a Don Cleofás cuando, en el imaginario verano de 1641, mantuvieron su celebérrima conversación, justo a la entrada del Puente (“Ésta es Écija, la más fértil población de Andalucía…”) Sin duda, esa sombra pudo ser, también, la que calmó la caló a tanta gente inmigrante, que respondió a la llamada que, nada más iniciar el último tercio del siglo XVIII, realizaron Carlos III y Pablo de Olavide para habitar las nuevas poblaciones de Andalucía y que, en la última etapa de su viaje, hacía parada justo en la ribera de nuestro río… (…)
“Pienso que esta torre de las Gemelas y este olmo del Genil, se merecen una esperanza, porque sirvieron bien durante muchísimos años a los ecijanos y le debemos el respeto agradecido de lo nuestro. Estamos obligados -por la Justicia de siglos regalados- con quien tan bien nos ha servido. Patrimonio son esta torre y este árbol, y como algo que es tan de todos hay que tratarlos. Los ecijanos estamos obligados a responder a sus agonías.
“Yo, por mi parte, hago lo poquito que puedo y escribo letras para que se entere quien quiera…”
El Ayuntamiento respondió: la torre se mantuvo de momento y parece que anda en vías de solución; sin embargo, el álamo no respondió a ningún tratamiento y ayer, que pasé por su lado –como todas las mañanas-, no pude sino contemplarlo por enésima vez y, por enésima vez, lamentar su pérdida. No obstante, pensé que aún me quedaba una última cosa por hacer; por eso, al llegar a casa, escribí algunos versos en su homenaje, con la certeza de que lo escrito, escrito queda y, por tanto, alguna vez pueden servir como memoria para alguien que los lea.
En la ribera del Genil hubo un álamo
al que el Pueblo, con los años, puso nombre:
“Álamo del Puente” lo llamamos
y unió su destino con el nuestro.
Fue la Historia del álamo, la del Río
y la de esta vieja Ermita de Santa Ana,
la del aire que cantaban sus campanas
y los días que pasaron bajo el Puente.
Quizás fue arrendadero de caballo
o cama de perro vagabundo
o nido de gorrión o agujero de gusano
o confidente, quizás, de un corazón
que latió al compás de un Nuevo Mundo
que, yendo o viniendo hacia el Futuro,
al abrigo de su tronco descansara.
Este álamo fue visto por Cervantes:
vio, quizás, a Vélez de Guevara;
y, seguro, que en su corteza arrugada
dibujaron corazones traspasados
los amantes por pasiones desbordadas
que, al cobijo de su sombra, pasearon.
.
¿Quién sabe lo que fue, lo que ha sido
este Álamo del Puente desde siglos?,…
Sabemos que siempre estuvo en este sitio
y que aquí, en este sitio, se nos muere.
Hoy, Álamo, agradezco tus regalos:
que, aunque sólo fuera el de la sombra,
sombra fue y sombra regalada,
porque, siendo lo que fuiste, eras árbol
(raíces y Vida, primavera y savia,
la Naturaleza misma de un milagro)
y siempre fuiste nuestro…
En la ribera del Genil hubo un álamo
que no volverá a besarse con el agua.
Hay que tener un hijo, plantar un árbol y escribir un libro. Es lo mejor que le puede pasar a un individuo y a la comunidad que lo alberga. Los que aún pueden tienen la obligación vital de seguir teniendo hijos, plantando árboles y escribiendo libros. Y que los brotes nuevos sustituyan a los viejos que se mueren. Descanse en paz el álamo del Puente y vele por sus descendientes ahora que ya es nuestro ancestro,
Querido Amigo y Maestro, cuánta razón tienes… ¡pero qué dolorosas resultan las pérdidas!
Junto al dedicado por Antonio Machado al olmo viejo del Duero, nunca un árbol tuvo un epitafio tan bello. Enhorabuena.
Gracias, Amigo mío.
Te aseguro que, muchas veces, no hay nada tan efectivo como recibir una alabanza tan exagerada conmo la tuya, para mantenernos en la autoestima y en el ánimo de la escritura …
Gracias otra vez por eso.
Vaya, que insensible me siento. no me había percatado de su presencia.
Menos mal que usted lo ha inmortalizado, y bellamente.
Gracias, amigo JUBILADO… ¿ve lo que decía sobre la memoria que queda de los poemas escritos?
Con lo que usted me dice, siento que ya me ha valido la pena escribirlo.
Un saludo muy cordial.