REFLEXIÓN PARA UN OTOÑO por Francisco J. Fernández-Pro
Hoy, primer día del nuevo Otoño y, en medio de tanto revuelo de Política –en mayúsculas- y politiquillos minúsculos, regreso a las letras trashumantes a las que siempre me invita Doña María de López, para recordar un cuentito que escribí hace años, por hacer honor a todas las cosas de las que aprendo.
El árbol
Llegado el otoño un árbol comenzó a deshojar sus ramas.
Pasó ante él un OPTIMISTA y, al verlo, aseveró:
- Aún conserva este árbol la vitalidad de algunas hojas que se resisten a su destino. Aún se puede adivinar en él el color intenso de la pasada primavera… ¡Qué hermosa es la vida!
Minutos después pasó por el lugar un PESIMISTA, que sentenció
- ¡Se están muriendo las hojas!… ¡Qué larga y penosa es su agonía!… ¡No somos nada!
Poco después pasó un POETA y se detuvo ante el árbol. Sacó de su bolsillo un lápiz y unas cuartillas arrugadas y, con gesto reflexivo, escribió:
“Tú, fuente siempre de vida,
vital corriente de savia,
cuando desnudes tus ramas
vuelve otra vez a la vida.
Renuévate en la alborada
de una nueva primavera,
y, recordando el instante,
haz latir a tu corteza
con tanta pasión grabada
con iniciales de amantes…
pues, siendo de esta manera,
siempre al Amor le harás falta,
siempre estarás a la espera,…
siempre serás esperanza”.
Cuando acababa el día, pasó un BARRENDERO con su escoba de varetas. Se detuvo ante el montón de hojarasca seca que crecía bajo el árbol y, ante aquella visión, farfulló fastidiado:
- ¡Vaya mierda de forraje!…
… Y el árbol seguía mudo.
En verdad, todo es lo que es… y lo que nos parece.
(variaciones sobre un cuento de POEMAS, CUENTOS Y OTRAS PALABRAS, 2003)
Como la vida misma, Maestro. Mil ojos para mil miradas; mil colores para mil libros en blanco.
Salud
… y un solo balcón para tantas banderas… (lo siento, mi venerada Señora, pero no lo he podido evitar, como me lo sirvió usted tan en bandeja, me salió la venate…)