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PROCLAMACION EN ECIJA DEL REY FELIPE V 30 DE NOVIEMBRE 1700 por Ramón Freire Gálvez

PROCLAMACION EN ECIJA DEL REY FELIPE V 30 DE NOVIEMBRE 1700 por Ramón Freire Gálvez
noviembre 30
11:56 2013

 Ramón Freire Gálvez
30 de Noviembre de 2013

Ramón Freire

Ramón Freire

La importancia de Écija, como Ciudad, dentro del territorio español, ha quedado más que demostrada a lo largo de los siglos y así lo refrendan la serie de hechos documentados acaecidos en nuestro suelo patrio, muchos de los cuales algunos ratones de archivos hemos ido publicando a lo largo de varias épocas.

A la Ciudad de Écija en la época que nos ocupa (año de 1700), el acceso, se hacía por siete puertas que atravesaban mediante puentes levadizos el foso de agua que la ceñía. La del Sol, la de Bibiluad o del Puente, la de la Verdad o de Palma, la Cerrada, la de Osuna, la de Estepa y la del Agua, que era la de Calahorra o Alcázar. Posteriormente se abrieron tres puertas más, la de San Juan, en la calle Arquillos, la Nueva y la de Sevilla; puertas de entrada, que, hasta principios del siglo XIX tuvo la suerte de poseer nuestra Ciudad.

Monumentos, que en la capital hispalense, se están intentado recuperar con su reconstrucción y que en Écija podría intentarse, pues con los datos existentes y los adelantos técnicos, creo que sería fácil su recuperación, si no de todas, si algunas de ellas, aunque comprenda el alto coste económico que ello pudiese suponer.

Fueron nuestras puertas lugares importantes, de tanta magnitud que en ellas se hacía la proclamación de los Reyes de España cuando los mismos subían al trono, y como testimonio del abolengo y categoría con que se celebraba en Écija dicha proclamación, por la categoría de nuestra Ciudad dentro del Reino de España, así como el de que conste el hacerse igualmente en algunas de nuestras puertas, es lo que me ha llevado a aportar el contenido de una amplia nota manuscrita, que encontré en 1998, en el Archivo Parroquial de la Iglesia Mayor de Santa Cruz, al libro 7º de Difuntos, en sus páginas 213 y vuelta, fechada el 30 de Noviembre de 1700.

Había fallecido el 1 de Noviembre de 1700, el rey Carlos II, ordenando la Ciudad de Écija, el día Domingo 7 de dicho mes, cuando llegaron las noticias, el anuncio de dicho fallecimiento, doblando, durante tres días y tres noches, sin cesar, los esquilones y campanas de nuestras torres y celebrando las honras fúnebres el día 22 de Noviembre en la Iglesia Mayor de Santa Cruz, con asistencia de todas las Comunidades, Parroquias y la Ciudad.

A la muerte de dicho monarca, subió al trono el primer rey de la Casa de Borbón, concretamente Felipe V y la proclamación de su reinado en Écija, tal como aparece en la nota anteriormente mencionada, fue como sigue:

“Martes treinta de Noviembre de mil y setecientos años, día de San Andrés, habiendo dispuesto la Ciudad levantar el estandarte real por muerte de Carlos Segundo que Dios tiene en su gloria, Rey de las Españas, se levantó en nombre del Sr. Philipo Quinto, segundo hijo del Delfín y de Doña María Victoria, Electoral de Baviera, por llamamiento y herencia que le hizo el Rey difunto y hecho dicho recuerdo la diputación, la Ciudad pasó a ver al Sr. Vicario que lo es el Ldo. Don Pedro Ponce Carrasco y le hizo relación del testimonio, que para que en los archivos de esta ciudad quede lo que se ejecutó en semejante función el año de mil seiscientos sesenta y siete el día nueve de Octubre que se levantó a Carlos Segundo difunto. Y asimismo hicieron relación de todo lo demás que para dicha función se acordó y dicho Sr. Vicario mandó convocar a todo el clero de esta Iglesia Mayor y se hicieron luminarias y fuegos el día de la víspera y se colgó toda la Iglesia y se previno el Altar Mayor con el mismo aparato que el día de la basílica y se alfombró gradas y pavimento. Y este día a las tres de la tarde, estando la Iglesia prevenida de todo lo necesario, salió el Cabildo de la Ciudad de sus casas capitulares que estaban colgadas y en medio, en su dosel, una pintura del natural del Señor Philipo Quinto. Y los reyes de armas vestidos de encarnado a los lados del dosel en pie. Y se puso en orden la Ciudad a cabo de esta forma; los atabales delante vestidos de encarnado y seguían todo género de alguaciles y después del número de hermanos yendo delante los reales, a quien seguían los maceros vestidos de encarnado. Y después los dos Procuradores de la Ciudad y seguían la diputación de ciudad. Y después los escribanos del Cabildo, a quien seguían los Jurados y Regidores por sus antigüedades y en la presidencia venía el Alférez Mayor que lo era Don Juan Fernández de Henestrosa, Marqués de Peñaflor. Y al lado derecho el Corregidor y al izquierdo el Alcalde Mayor y dicho Alférez con el estandarte real y delante los dos reyes de armas. Y dicho Alférez, todo vestido de telas encarnadas a lo cortesano con godilla y capa de forros verdes y plumas en el sombrero y palafrenero y un clarín, todos de encarnados.

Y dichos Jurados, Regidores y escribanos; los caballos buenas mangas bordadas y cadenas en los pechos y ordenados todos a caballo fueron a casa del Alférez Mayor a sacarlo de su casa con el estandarte real y vinieron en la forma dicha hasta esta Iglesia Mayor y a su puerta se desmontó el dicho Alférez Mayor, Corregidor, Alcalde Mayor, la Diputación y dos Regidores, los reyes de armas, quedándose el demás resto de ciudad a caballo en la plazuela.

Y revestido el dicho Sr. Vicario y diáconos con un terno muy rico encarnado y capa pluvial de lo mismo, se pusieron en la puerta de en medio de esta Iglesia. Y todo el clero con sobrepellices en dos coros de puertas adentro haciendo el Preste testero con la cruz de reliquia en las manos y su toalla entró el Alférez Mayor en esta Iglesia acompañándole los susodichos y se incorporó en procesión con el estandarte y reyes de armas llevando su lugar en medio del clero, llevando el preste y diácono su lugar como en todas las procesiones. Y el demás acompañamiento tomó lugar junto a la cruz y el Sochantre entonó el himno Tedeum Laudamus, en medio también empezaron a tocar ambos órganos.

Se dispararon fuegos y hubo repiques generales hasta salir de esta Iglesia el estandarte real y en forma de procesión, precediendo la cruz y ciriales, fueron al Altar Mayor y en la última grada de arriba se arrodilló. Y el preste, estando en pie y bonete puesto, tomó de mano del Alférez dicho estandarte y lo entregó al subdiácono, el cual, puesto de espaldas en medio del altar mayor y estando en pie todos, salieron cuatro beneficiados con capas pluviales encarnadas y se pusieron a los lados del Preste y empezaron la bendición.

Dicha oración se dice en tono ferial y acabada, el Preste asperja con el hisopo tres veces y el estandarte y acabado toma dicho estandarte de mano del diácono y con bonete puesto lo entrega al Alférez Mayor, que estaba arrodillado en el mismo sitio que lo entregó al Preste.

Acabado esto, soltando el Preste el estandarte abraza al Alférez Mayor diciéndole: “pax nobis” y se levantan y el preste, diáconos, caperos, cruz y ciriales se entran en la sacristía y el demás resto del clero, con sobrepellices, salen acompañando el estandarte real hasta la puerta de esta Iglesia, donde vuelve a montar el Alférez Mayor, Corregidor y demás acompañamiento y puestos en forma de Ciudad, marchan a las Casas de Cabildo y estando al pie de ellas se apea el Alférez Mayor, Escribanos del Cabildo, Reyes de Armas y entregan el estandarte al Corregidor para desmontarse, el cual le tiene hasta haber subido los susodichos al Cabildo Alto y desde allí el dicho Alférez echa un cordón de seda encarnada, con el cual sube dicho estandarte el dicho Alférez. Dicen los Reyes de Armas lo siguiente: “oíd, oíd, oíd, Don Phelipe Quinto de este nombre que guarde Dios para defensa de estas tierras y de la santa fe católica, Viva, Viva, Viva”. Y respondió el pueblo “Viva”. Y lo mismo se hizo en las puertas del Puente, Puerta Palma y Puerta Cerrada y se acaba la función como constara en los libros de Cabildo de esta Ciudad.”

Al margen de dicha anotación, figura: “Bendición estandarte real.- Firmado: Diego Valeros Gudiel, siendo Sochantre de esta Iglesia Mayor Don Diego Valeros y Gudiel, Presbítero, año de 1700.”

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