POR SER MUJER por Rosa María Victorio Raya (alumna 1º de Bachillerato)
Casi todas las que estamos en este mundo somos víctimas de situaciones a las cuales estamos sometidas diariamente. Digo “todas” porque desgraciadamente somos nosotras las que sufrimos todo esto. En primer lugar, lo que prima en este país es la gran “desigualdad de género” que desgraciadamente está suficientemente extendida en todos los continentes. Pero… ¿qué pasa en los países menos desarrollados?
Desafortunadamente, ya no son solamente mujeres, sino niñas de edades inferiores a siete años, es decir, las más vulnerables. Y ahora pregunto yo: ¿de verdad somos tan inconscientes del mundo real? ¿Por qué no nos posicionamos y hacemos que fruto de todos cambien esta situación y estos sufrimientos que tenemos tan interiorizados en la mayoría de nosotras? Es cierto que impulsar la figura de la mujer en la sociedad será muy complicado, aunque esa prioridad también lo fije la ONU: nosotras somos conscientes de la estupidez de la sociedad y del no poder avanzar en una sociedad “normal y corriente” por el simple hecho de ser mujer.
Otro obstáculo al que nos enfrentamos es la desigualdad salarial existente entre hombres y mujeres. Refiriéndonos al mundo laboral, las mujeres cobran menos a pesar de ocupar el mismo cargo y de asumir las mismas responsabilidades que los hombres. Además, las mujeres tradicionalmente estamos sometidas a llevar a cabo trabajos no remunerados tales como las tareas del hogar, cuidar a los hijos, hacer la comida y ayudar a nuestros hijos en sus tareas escolares, entre otras. Todo esto lo llevamos a cabo sin mérito ni dichos. ¿Por qué siguen infravalorándonos como personas que somos y encima con las cosas que asumimos y llevamos a cabo? Digamos que nosotras estamos detrás de las cortinas, es decir, todo el esfuerzo que realizamos está escondido, no se ve, cuando en el escenario, es decir, en el mundo que vivimos, se deberían ver reflejadas las gotas y sudores que echamos por y para avanzar.
Hay una afirmación que realmente me hace reflexionar:
desde el inicio de los tiempos, la sociedad ha calificado al hombre como el bienaventurado de la buena figura y el buen humano, aptos y capaz del trabajo que hace y cómo lo hace. ¡Qué indignación!
Quedan muchos kilómetros por recorrer para acercarnos a la “igualdad” que debería existir entre hombres y mujeres. Es cierto que hoy en día se trata de que la juventud reconozca que no debe haber diferencias aunque las haya. Poquito a poquito y pasito a pasito vamos creando conciencia social que dará su fruto a largo tiempo.
He de decir que a lo largo de la historia han existido grandes joyas novelistas literarias como Rosalía de Castro o Emilia Pardo Bazán, las cuales tuvieron que recurrir al recurso del seudónimo para poder publicar su libro cuando los hombres no tenían esa necesidad, pudiéndolo publicar fácilmente y sin complicaciones. Nos topamos con que estas mujeres no solo ejercían su trabajo a escondidas, sino que encima no las valoraban.
Además, no solo han existido en el ámbito literario, también podemos encontrar a mujeres en el ámbito científico como Esther Lederberg, la cual condujo investigaciones pioneras en el campo de la genética contribuyendo al entendimiento de cómo funcionan los genes. Su trabajo ayudó a su marido, Joshua, a ganar un Premio Nobel en 1958. Sin embargo, nadie la mencionó a ella.
Otra mujer no reconocida fue Rosalind Franklin, pionera en cristalografía de rayos x, la cual resultó crítica para descifrar la imagen de una molécula de ADN. Sin embargo, fueron James Watson, Francis Crick y Maurice Wilkins quienes recibieron en 1962 el Premio Nobel en Fisiología o Medicina por su trabajo.
En conclusión, como dice Ángeles Perillán: “Ser mujer en el primer mundo es difícil, pero serlo en el resto del mundo es heroico”.
Rosa M.ª Victorio Raya
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