PINTANDO A MARCELINO por Fancisco J. Fernánde-Pro
Este miércoles pasado la Academia “Luis Vélez de Guevara”, rindió homenaje a Marcelino Fernández Piñón. Abuso de los recursos que Juan Palomo me regala con este Blog en CIBERECIJA, para trasladar lo que escribí –con tal ocasión- recordando a mi Hermano y extendiendo, así, mi personal homenaje a su figura, hasta todos los que puedan leer estas letras
“El día que Marcelino llegó a esta Academia, fue a mí a quien le cupo el honor de salir a la puerta a recibirlo y, para presentároslo, como él era pintor y poeta, me atreví a pintarlo sobre papel, con la Palabra… y, como él -hasta su enfermedad-, siempre fue el mismo y ya la enfermedad pasó, Marcelino -esté donde esté- seguirá siendo tal cual era… y, si no lo fuera, al menos, así lo conservo yo en la Memoria y así lo conservaré para siempre.
“Yo diría que el Espíritu de MARCELINO TENÍA UNA PINCELADA VERDE, porque él era un Alma en la permanente búsqueda de una Esperanza; por eso, su creatividad resultaba infatigable y siempre se hallaba en la búsqueda de una técnica, de una forma, de un color, de un verso o de un neologismo, para que lo que tenía de Espíritu prevaleciera sobre las limitaciones a las que estaba sometido y que, al final de su vida, resultó un puro desafío.
“Y ESE ESPÍRITU DE MARCELINO TAMBIÉN TENÍA UNA PINCELADA AMARILLA. Como el que pinta este Sol tan nuestro de los días.
“Él salió de Galicia, anduvo Asturias, bajó hasta Andalucía, recorrió pueblos, conoció gente… y, al final, por voluntad propia, eligió Écija; y, creedme que, los que tenemos la oportunidad de elegir este Amor por la tierra, acabamos sintiéndola de una forma muy especial. Por eso Marcelino, aunque no era ecijano, fue un convencido Ecijanista.
“MARCELINO TENÍA, también, UNA PINCELADA ROJA, porque era pura pasión. Siempre activo, emprendedor, comprometido,…
“Juntos, compartimos rocinantes y cabalgadas, luchas incansables por esta tierra elegida. Él conoció sus problemas y sus inquietudes, trató a los ecijanos, rompió sus barreras, empapó su corazón y, con su quijotismo activista, dejó su empeño, sus fuerzas y su salud en esta lucha tan ingenua, tan ingrata y tan de locos, pero también tan hermosa… Yo soy testigo.
“EL ESPÍRITU DE MARCELINO, HASTA QUE LO VENCIÓ LA ENFERMEDAD, TUVO TAMBIÉN UNA PINCELADA GRIS. Él siempre lo prefirió sobre el blanco o el negro, porque sabía y se complacía con el equilibrio de la sombra. El gris exacto es la Prudencia, no la apatía; la lealtad consciente sobre la fidelidad a cualquier precio que detestaba; la diversidad en el diálogo y el respeto, contra lo extremo de la ignorancia a la que nos aboca el dogma excluyente.
“EL ESPÍRITU DE MARCELINO TENÍA UNA PINCELADA AZUL de cielo grande y de bandera. Lo sé muy bien, porque lo conocí recién llegado a Écija y, desde el principio, compartimos casi toda la historia de nuestras vidas: desde los ilusionantes, pero arduos trabajos municipales, hasta el aroma aquel de alhucema –entretejiendo el olor a tierra mojada-, con el que Pepita Tomás nos regalaba las tardes de aquellos inviernos en los que nos llovía. Tardes compartidas entre íntimos poemas –alrededor de una mesa camilla- con nuestros hermanos Curro, Manolo, Tomás, Pedro y Manuel. Tardes de soñadores y Hermanos porque sí…
“Marcelino y yo, compartimos la lucha, las ilusiones, la poesía, las alegrías… y también el dolor cuando quiso llegarse.
“… Y EL ESPÍRITU DE MARCELINO TUVO, ADEMÁS, UNA PINCELADA OCRE Y SIENA, como la que pinta la Tierra y la piel del Hombre.
“Cuando, pasando por la Vida, conocemos a los pretendidos sabios, a los breves poderosos, a los que ambicionan sin límites, a los que se afanan por sobresalir, a los que se ufanan si sobresalen, a los que sobreviven para el interés, a los que ansían los privilegios o se jactan de poseerlos… Acabamos por valorar una sola cosa, la única que tiene verdadero valor y hace grande o pequeño a cualquier ser humano: la coherencia en la Bondad.
“Un día que le dije esto a Marcelino, él –con una cierta mirada triste- me respondió que le quedaba por aprender la Bondad… Yo no estuve de acuerdo, porque quien leyó sus poemas, quien escuchó sus palabras, quien compartió su Amistad y quien lo miró a los ojos –antes de que los invadieran esa opacidad de la ceguera involuntaria- sabe, a ciencia cierta, que lo que realmente hizo grande a Marcelino –sobre todas las demás cosas- fue, precisamente, su bondad sin paliativos.
“Hoy, pues, nuestra Academia, con este acto no sólo reconoce la trayectoria de un artista de enorme proyección -tanto en la poesía como en la pintura y la escultura-, sino que homenajea a un ecijanista de elección, a un luchador incansable, a un quijote empedernido, a un magnífico compañero y, sobre todo, a un Hombre bueno que -sin quererlo, ni esperarlo- sufrió muchísimo más allá de lo que pudo permitirse.
“Gracias, Hermano mío, por haber sido… y por haberte quedado conmigo para siempre.
29 de abril de 2015
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