OPINIÓN: LA DERROTA DE LA MOCIÓN FUE TOTAL Y ABSOLUTA por Fernando Martínez Vidal
Ciertamente, Pablo Casado sorprendió ayer en el debate de la moción de censura de Vox a propios y extraños. No por el sentido del voto del PP -la única en su partido que abogaba por la abstención es Cayetana Álvarez de Toledo, que tiene creo, pie y medio en Vox-, sino por la dureza formal de su discurso contra Santiago Abascal y la contundencia de su aparente ruptura con la ultraderecha. No vi la intervención en directo, pero escuché por la tarde los pasajes más destacados, así como la posterior reacción de Abascal sobre la tribuna. Tan machito él, apareció casi compungido; se le vio desconcertado, por completo descolocado, haciendo gala por enésima vez de su manifiesta insolvencia y de la nula capacidad de reacción de quienes como él, tienen esquemas mentales tan rígidos.
Hoy toda la prensa más o menos seria elogia al líder del PP. Qué poquito se le exige a algunos, joder. Yo no me hago tantas ilusiones, tantas cábalas. La trayectoria de la relación del PP con Vox, desde el pacto para asumir el gobierno aquí, en Andalucía, hace ya casi dos años, pasando por la infame foto de la plaza de Colón del 10 de febrero de 2019, y por los ulteriores pactos en Madrid -Ayuntamiento y Comunidad-, Murcia, etc., no invita a la esperanza. Creo que se trata más bien de un movimiento táctico, estratégico: el PP necesitaba urgentemente marcar diferencias con su primer competidor y ningún escenario era más propicio para ello que el de una moción de censura. Porque de ahí a una ruptura en toda regla… no, no me lo trago. Creo que seguiremos viendo a un Casado durísimo con el gobierno (el próximo miércoles podremos comprobarlo en la sesión de control), que no dará su brazo a torcer, por ejemplo, en la negociación de la renovación del CGPJ, donde seguirá vetando por puro populismo y sin motivo consistente a Podemos. Y que pactará presupuestos y lo que haga falta aquí, por ejemplo, o en Madrid, con Vox, de la misma manera. Ojalá me equivoque, porque eso supondría que por fin el PP se asimila a esa derecha civilizada al modo de sus correligionarios europeos. Pero no creo que así ocurra. Obras son amores y no buenas razones, ya veremos cómo evolucionan los hechos en las próximas semanas.
En cualquier caso, lo relevante es que la derrota de la moción fue total y absoluta. Ni un voto a favor, ni siquiera una abstención, fuera de las filas de sus promotores. 298 votos en contra, récord mundial de rechazo. La moción fue aplastada. Supuso un no rotundo y colosal, verificado allí donde está representada la soberanía nacional, al ensoñamiento nostálgico del fascismo franquista, revestido de machismo y xenofobia 2.0, de Vox. Y eso está bien, muy bien. Recuérdese. Al fascismo no se le discute, al fascismo se le combate. Ya veremos cuántos de esos 298 votos suponen un dique real frente al fascismo, cuánto de verdad hay en ese “#HastaAquíHemosLlegado”.
Buen día. Afortunadamente, no lo fue ayer, no lo es hoy para el fascismo en España.
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