MUNDA (II) por Francisco J. Fernández-Pro
Comenzaba este artículo afirmando que “tenemos la mente estrecha y nos falta fe en nosotros mismos”. Sepan que, cuando lo hice, no lo escribí para estimular la lectura del artículo; sino que, por desgracia –para ustedes y para mí- lo escribí convencido de lo que aseveraba. De hecho, les confieso que este artículo –en dos partes- surgió casi por agravio, cuando advertí esa falta de fe en los ecijanos por un proyecto tan importante para Écija, mientras la sentía en la gente de Montilla y la Lantejuela (éstos que comparten y aquellos que quieren compartir el protagonismo de esta historia).
En la primera parte de este artículo, hablamos de Montilla. Informemos ahora sobre La Latenjuela.
Hace algo más de un año, me convocaron desde el Ayuntamiento de La Lantejuela para hablar sobre Munda. Acudí a la cita, curioso, sorprendido y expectante. Me informaron de la intención que tenían de recuperar la ciudad y el lugar de la batalla. Me hablaron, con verdadera ilusión, de este proyecto y me pidieron que les asesorara. Lógicamente, me puse a su entera disposición desinteresadamente.
Lo primero que hice fue aconsejarles, con toda honestidad, sobre la conveniencia de ir dando pasos pequeños, seguros y decididos; pero, además, les advertí que –según creía- había dos cosas fundamentales que no podíamos dejar de hacer:
La primera, concienciar a la propia gente de La Lantejuela (donde, a falta de otros recursos, siempre abundaron los piteros), de la importancia que tenía para todos, conocer el hallazgo de ciertas piezas y los datos de sus posibles localizaciones. Para ello, debíamos informar a la mayor cantidad posible de personas –y que, potencialmente, pudieran ayudarnos con sus aportaciones-, sobre el sentido real de la Arqueología, el valor relativo de las piezas arqueológicas y la necesidad –imprescindible- de poder ubicarlas en un yacimiento concreto. Para conseguirlo, les propuse la celebración de reuniones formativas-informativas con los interesados (piteros conocidos), en las que se hiciera especial hincapié en estos temas.
Lo segundo que debíamos hacer, lógicamente, era contar con los Ayuntamientos de Écija y de Osuna. Para ello, les propuse organizar entre los tres municipios, unas Jornadas sobre Munda, tuteladas por la Universidad de Sevilla y coordinadas por el Departamento de Historia Antigua de su Facultad de Historia, a través del Arqueólogo Municipal de Écija, Sergio García-Dils.
Durante estos meses, mantuve varias reuniones con los responsables municipales de La Lantejuela, advirtiendo en ellos la decisión de comenzar a dar pasos, pero también el inevitable temor del que posee unos presupuestos municipales muy limitados, a la hora de abordar proyectos de ciertas envergaduras.
Al final, por desgracia, todo se ha quedado paralizado una vez más… y digo una vez más, porque –como decíamos antes- hubo un tiempo en que nosotros, los ecijanos, también vivimos la ilusión de llevar este proyecto adelante.
Un proyecto importantísimo, fundamental para el desarrollo de nuestra propia Historia y del potencial que puede tener nuestra ciudad como lugar de encuentro para los amantes de la Cultura y de la Historia Antigua.
Un proyecto en el que los montillanos (teniendo muchos menos fundamentos que nosotros) llevan trabajando décadas y que, últimamente –viendo cómo la razón desubica sus ilusiones y su historia construida sobre pilares de leyenda-, están poniendo toda la carne en el asador por reivindicar con marketing, lo que no pueden sostener con datos objetivos.
Un proyecto éste -el de ubicar definitivamente el lugar de la Batalla y recuperar, en lo posible, los restos de lo que fue la ciudad de Munda-, que nos ilusionó muchísimo a algunos ecijanos (independientemente de sensibilidades y tendencias), pero que, como casi siempre ocurre, cuando cambiaron los colores políticos, quedó aparcado por nuestros munícipes, arrojando tanto trabajo y tanta ilusión por lo que es de todos, al estercolero partidista de los intereses mentecatos.
Un proyecto éste -el de Munda- del que tendríamos que concienciarnos todos los ecijanos y que, por el bien de todos, nuestros gestores deberían retomar lo antes posible.
Ay, esos piteros… Hubo en Ecija una verdadera industria de buscadores de objetos y monedas que expoliando en silencio y en secreto nuestros alrededores, y buscando el beneficio rápido, a través de una conocida peluquería de caballeros, canalizaban las ventas de objetos a un comprador creo que suizo. Y así se materializó el macabro saqueo, que nos ha dejado, en parte, desprovistos de unos datos fundamentales para atar cabos de nuestra apasionante historia.
En efecto, Señor Jubilado, tiene usted toda la razón.
Por regla general, las personas visionamos los objetos arqueológicos como posibles “tesoros” (es la visión que nos ha dado el cine…), sin darnos cuenta de que lo realmente importante para la Historia, para la Arqueología y para la Comunidad en la que vivimos, es lo que esas piezas pueden “decirnos” sobre el pasado… y, para eso, es fundamental poder estudiarlas en su ubicación original y, a falta de eso, conocer esa ubicación con la mayor exactitud posible.
Además, la mayoría de las veces, una sencilla piedra grabada, a la que no le prestamos atención, suele tener mucha más importancia que cualquier otro objeto que pueda parecernos más interesante; ya que la epigrafía es la que suele darnos las noticias más fehacientes de hechos, personas y lugares… pero, con todo, resulta imprescindible conocer dónde se encontraron esas piedras, para poder ubicar los hechos, las personas y los lugares; y para poder, en definitiva, analizar con la mayor precisión las fuentes y poder llegar a las conclusiones más precisas.
Es muy importante que todos conozcamos esta realidad y comprendan estas razones. Por ello, le agradezco muchísimo su intervención.
Como siempre, un saludo muy cordial.