Écija – El Portal Temático Cultural

Estoy harto de que, una y otra vez, gente que no conozco de nada, hable por mí. Gente enrabietada, poco preparada y con escaso tacto (alguno hasta se huele los sobacos sin disimulo). Gente que, una y otra vez, tratan de sentar cátedra, afirmando categóricamente lo que está bien, lo que está mal y cómo hay que hacer las cosas en España “porque es lo que quiere la mayoría de los ciudadanos, la clase trabajadora y eso –acaban sentenciando- sólo puede hacerlo un gobierno de progreso…”

Creo que esta gente deberían tener claro tres cosas:

Primero, que ciudadanos somos todos (pensemos lo que pensemos).

Segundo que, hoy por hoy, en España quien no trabaja es porque está parado o no puede currar por cualquier motivo.

Tercero, que todo el mundo en su sano juicio ansía progresar, pues todos queremos el bienestar de los nuestros.

Por otro lado, pienso yo, que –ya que hablamos de ciudadanía- no estaría nada mal que esta gente actuara con la lealtad de informarnos, no sólo de nuestros derechos, sino también de nuestras obligaciones. De esta forma, cuando quieran movilizarnos por la reivindicación de aquellos, podremos evitar incurrir en el incumplimiento de estos (…y pienso en Cataluña, en los antisistemas,…). No hacerlo así, es método de manipuladores.

Pero es que, además, me niego que hablen por mí los que trabajaron menos que yo, los que cotizaron menos que yo, los que renunciaron menos que yo y los que lucharon menos que yo por el bienestar de sus vecinos…

Más a la inversa también. Me niego que hablen por mí los que desconocen, ya no sólo las más elementales normas lingüísticas, sino el significado mismo de las palabras:

Me niego a que me califiquen de “fascista” por conmoverme con un himno o identificarme con cualquier bandera (aunque mi corazón lleve años teñido con la Blanquiverde de esta tierra).

Me niego a que me tachen de “retrógrado”, por intentar vivir una Fe con la que todos los días ando a la gresca desde que me levanto, porque estoy convencido de que, si consigo vivir con ella, seré más feliz y me costará mucho menos entregarme a la causa de los demás hombres.

Me niego a que me acusen de “machista” por hablar claro, decir las cosas como me enseñaron y como sé; y por oponerme abiertamente a la injusta discriminación negativa que sufren los varones en nuestro país, derivada de los intereses puntuales del extremismo hembrista.

Me niego a que me señalen como “reaccionario” por estar a favor de la vida del ser humano en el más amplio sentido de la palabra y en todas y cada una de sus etapas de desarrollo biológico, abominando del aborto por considerarlo un crimen institucionalizado y execrable.

Me niego, en fin, que el que no haya luchado como yo luché, que el que no haya vivido lo que yo viví y no haya empleado las horas que yo dediqué a informarme y a formarme, tome la Palabra contra mí o por mí y, arrogándose derechos de infalibilidad o portavocía, presuponga lo que yo –como Ciudadano- soy, pienso y digo. Para eso tengo las urnas y –por mucho que les duela a estos autoproclamados salvapatrias-, sólo a ellas les concedo el poder de hablar por mí y sólo a ellas les reconozco el derecho de representar la voluntad de todo el Pueblo.

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