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F. Martínez

Este muy rancio señor que tenemos por presidente del gobierno cuestionaba anteayer el hecho de que la calle de la localidad pontevedresa de Marín en la que vivió de niño, hubiese cambiado su nombre de entonces, Salvador Moreno, por el de Rosalía de Castro. Lo hizo, mirad por dónde, a bordo de un buque de la Armada, el patrullero Infanta Cristina (sí sí, hay un barco de las Fuerzas Armadas que se llama así). Mariano Rajoy dijo no entender el porqué de ese cambio, que encima no es que haya tenido lugar ahora sino que se produjo años atrás. No sé exactamente por qué lo dijo, en qué contexto. Quizá al encontrarse a bordo de ese buque militar, pues, como que se vino arriba; de hecho, hasta afirmó que él sigue llamando la susodicha calle por su nombre antiguo.

No sé qué es peor. Que Rajoy no sepa quién era Salvador Moreno, o que aun sabiéndolo, se atreva a decir lo que dijo. Salvador Moreno fue un militar golpista, un almirante que se alzó en armas contra el gobierno legítimo de la II República en el golpe militar de julio del 36 y que, tras la Guerra Civil, fue ministro de Marina durante la dictadura de Franco en dos ocasiones (ahí está en la foto, a la derecha del dictador).

En el improbable caso de que el presidente no supiese quién era esa persona que daba nombre a la calle en la que vivía, antes de pronunciar esas impresentables palabras, debió haberlo averiguado. Como no es creíble que no lo supiera, a pesar de lo cual dijo lo que dijo, su actuación en modo alguno es disculpable.

No es una más de sus habituales chorradas, otro más de sus frecuentes despistes, de sus famosos lapsus. Es algo muy grave. Y sin embargo, la mayoría de reacciones se han quedado en la chanza, en llamar la atención sobre el esperpento, y poco más. Somos así en este país.

No sé si en alguno de los países europeos que sufrieron dictaduras en el siglo pasado (Italia, Portugal, Alemania), un desliz de ese tamaño incluso habría llegado a costarle el cargo a su autor. No es descartable. Esa calle permutó el nombre del militar golpista por el de la madre de las letras gallegas porque así lo decidió legítimamente una corporación municipal democrática (para variar, el grupo del PP en el consistorio marinense se opuso).

Fue en 2002, antes de la promulgación de la Ley de Memoria Histórica, tras la cual, el cambio de rotulación de la vía pública no sólo habría sido legítimo, sino que además habría devenido obligatorio y legalmente exigible. Una cosa es que el gobierno que él preside cometa presupuesto tras presupuesto la indecencia de no dedicar ni un céntimo a la aplicación de dicha Ley, y otra muy distinta es que el presidente actúe como si la misma no existiera. Pasándosela por… me voy a callar por decoro. Máxime, cuando él nos reclama a todos con vehemencia el cumplimiento de la legalidad, y cuando a menudo, él no tiene otro argumento para todo que ése, que el del cumplimiento de la ley. Pues bien, monseiur le president, aunque a Ud. según parece evidente no le guste, la Ley de Memoria Histórica está vigente. Completamente vigente. Y hay que cumplirla y respetarla como cualquier otra.

Como no es probable que Rajoy asuma ninguna responsabilidad por lo dicho, ni siquiera tendrá el detalle de pedir disculpas a las víctimas del franquismo y a todos aquellos a los que nos ha ofendido, quizá el Congreso, como ha hecho ya con al menos dos ministros (Montoro y Catalá, si no recuerdo mal), debería reprobarlo. No sé si algún grupo de la oposición ha tomado ya alguna iniciativa en esa dirección; el PSOE o algún otro (que seguro que no será C’s) podría y en mi humilde modo de entender las cosas, debería hacerlo. Así al menos lo veo yo, porque como ya he referido, no estamos en presencia de una más de las absurdas anécdotas que suele protagonizar nuestro intrépido presidente. No. Esto es algo mucho más serio.

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