Écija – El Portal Temático Cultural

Francisco J. Fernández-Pro

Anoche, mi amigo Antonio me preguntó cómo puedo escribir un artículo de cualquier cosa que ocurre en el día; y, a raíz de su comentario, advertí que llevaba ya casi una semana reflexionando para mí, pero sin escribir nada (el artículo sobre la letra pequeña se colgó cuatro días después de enviarlo)

La verdad –y eso no es ningún secreto- es que continuamente suceden cosas que nos hacen reflexionar y de las que podemos obtener alguna lección. Todo es cuestión de observar lo que nos ocurre y pensar un poco.

La semana pasada, por ejemplo, me sorprendí tratando de reconocer al selecto grupo de personas que tuvo el privilegio de acudir a la cita con el filósofo Fernando Savater en el Salón de Actos del Tenis Club. La reunión era por estricta invitación y no se le había dado ningún tipo de publicidad; por tanto, los asistentes no pasaríamos del centenar. Sin embargo, casi al noventa por ciento de aquellas personas, no las había visto nunca en ningún tipo de acto cultural o académico de nuestra ciudad. Pregunté quién era toda aquella gente que yo no conocía y a los que nunca había visto en ningún evento parecido: “Son los profesores de los institutos y de algunos colegios invitados”, me respondieron. Aquella respuesta me indujo a una reflexión triste. Podría haber escrito un artículo sobre el tema, pero “¿para qué?… –pensé- hace años que conozco la realidad de estas ausencias”.

Creo que fue ese mismo día o al siguiente, cuando escuché por la radio una entrevista con el que fuera alcalde cordobés y Secretario General del PC y Coordinador General de IU, Julio Anguita. Siempre me enganchó este hombre, porque en sus palabras advertía una sensatez extraordinaria y una coherencia ejemplar. Llevaba años sin oírlo y me alegré de la posibilidad de volver a hacerlo. Con su voz firme y dulzona, puso a parir –como era de esperar- a la clase política actual; sin embargo, la mitad de su discurso la empleó en hacer apología de un comunismo completamente trasnochado y de los supuestos logros de sus regímenes totalitarios, aún por encima de los muertos habidos y las libertades avasalladas. Al final, me dejó estupefacto y acabé sin comprender lo que había ocurrido en este tiempo: estaba claro que uno de los dos había cambiado, y como él juraba que seguía defendiendo lo que siempre defendió, me pregunté, con un cierto grado de preocupación: “¿Será posible que hubiera un tiempo, en que fuera yo tan inmaduro, que no alcanzara a distinguir entre la sensatez del sabio y la elocuencia del demagogo? ¿Cómo es posible que alguna vez confundiera de esta forma la coherencia con el fanatismo?… ¿o es que el piñón fijo de los fanáticos podemos considerarlo coherencia”

Un par de días después, me entero de la adjudicación de una obra municipal por sorteo entre cinco empresas, cuatro ecijanas y una foránea. Ganó la foránea, como casi siempre ocurre. Ahora, nuestros munícipes (léase PP y PA) intentarán argumentar, lógicamente, que la ley es para todos y que hay que cumplirla, y que en la Administración Pública todos los españoles pueden concursar en igualdad de condiciones… y sé que tienen razón. Pero también recuerdo que, sólo hace unas semanas, ponía a parir al Tribunal de Derechos Humanos de Estrasburgo por algo parecido: por aplicar una Ley que, a mi corto entender, me parecía injusta; ya que, estando las cosas como están, no me parece justo que, para una obra que se hace en nuestro pueblo, con el dinero de nuestro Ayuntamiento, no tengan ningún tipo de preferencia las empresas ecijanas que contratan a nuestros trabajadores. Sé que la ley es la ley, pero la Justicia es la Justicia; y, personalmente, siempre he creído –y así lo mantengo, porque sigo creyéndolo- que un buen político es el que hace posible lo justo y necesario para su Pueblo. ¿Cómo?… Como Dios le de a entender, que para eso les pagamos.

Además de todo lo dicho, no hay día que no aparezca el esperpento de los sindicatos, tratando de poner ventiladores y espurrear la porquería que no pueden esconder bajo sus alfombras, buscando chivos expiatorios y pronunciando frases grandilocuentes, en una huida desesperada hacia delante para taparse las vergüenzas descubiertas. Mientras, sus cómplices (porque nada hubieran podido hacer sin sus cómplices) se lavan las manos y los dejan a los pies de los caballos, tratando de mirar para otra parte, quizá con la esperanza de que todo amaine antes de que a alguien se le ocurra una sencilla reflexión: si la UGT abusó tanto del dinero público, ¿quién se lo dio? ¿quién se lo permitió? ¿quién lo compartió? (léase, PSOE)…

Y, en medio de esta vorágine, la Junta de Andalucía (PSOE-IU) con su nueva Presidenta a la cabeza (que, por momentos, me pareció que llegaba con una coherencia ilusionante), elabora unos Presupuestos para el próximo año, en los que mantiene las subvenciones a estos sindicatos de cafres, mientras vuelve a recortar a sus trabajadores -¡y ya son tres años seguidos!- los complementos autonómicos en las dos pagas extraordinarias.

Más, entre tanto desengaño y tanta basura, apareció Mandela… Un hombre que, en sus últimos años, me recordó siempre a Gandhi (para mí, con Sócrates, los mayores defensores del diálogo, del entendimiento, de la tolerancia y de la Paz…) Pero ya escribí, hace muy poco, que éstos son los héroes que me devuelven la confianza en la dignidad individual del Ser Humano (léase, Humanistas).

Querido Antonio, ya ves: todos los días ocurren cosas que nos hacen pensar y de las que podemos aprender algo. Lo malo, es que todas ellas están protagonizadas por hombres y, mientras los grandes héroes se nos marchan sin remedio, no hay solución que valga para esta pechá de macarras.

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