LEYES ANTIFRANQUISTAS Y VERDAD HISTÓRICA por Francisco J. Fernández-Pro
Decíamos ayer, que lo que no le perdono a Pedro Sánchez y sus adláteres, es que me estén polarizando. Tanto es así, que hoy me he sorprendido yo mismo escribiendo este artículo. Pero es que, cada día, se hace más patente la condescendencia de Pedro Sánchez con los radicales, independentistas y antisistemas; lo que está llevando a este gobierno al sectarismo más rancio y radical. Prueba de ello, es el intento de aprobar leyes extremas, algunas de las cuales incluso impiden a los ciudadanos expresar sus ideas con libertad (que eso es lo que hace cualquier Ley que reprima el sagrado ejercicio al Pensamiento libre y la Palabra -hablada o escrita- para manifestarlo)
Dos Leyes están queriendo aprobarse, inconsecuentes entre sí. La primera permitiría insultar a la Monarquía, quemar una bandera o burlarse públicamente de la Fe de cualquier otro ciudadano; mientras que la segunda, podría incluso llevar a la cárcel a quien hablara bien de Franco o de algunos aspectos de la época del franquismo.
Sin embargo, queramos o no, existe una sola verdad que no se puede ocultar y con la que no se puede traficar. Una verdad que no es exclusiva de grupo alguno y que siempre debemos cuestionar cuando nos la ofrezcan a cambio de algo, cuando quieran vendérnosla; porque la verdad es la que es (aunque nunca resulte completa) y hemos de buscarla sin trampas y sin prejuicios.
Mi amigo y maestro Genaro Chic (que fue Catedrático de Historia Antigua de la Universidad de Sevilla), me remite el comentario sobre un artículo de Jesús García Calero, a través del cual el poeta y periodista –licenciado en la Complutense y especializado en asuntos de Patrimonio e Historia- analiza “Franco, anatomía de un dictador”, última obra de Enrique Moradiellos (doctor y catedrático de Historia Contemporánea en la Universidad de Extremadura y Profesor en la Universidad de Londres y en la Complutense de Madrid).
García Calero parte de la obra anterior de Moradiellos, “Crónica de un Caudillo casi olvidado” (2002) y arremete contra todos los necios que han acabado resucitando a Franco para hacérnoslo presente hasta en la sopa. El historiador denuncia la simplificación, la manipulación, la demonización que se está haciendo de la figura de un personaje dibujado en dos brochazos, cuando habría que reparar en tantas cosas –demostrables y verídicas- que se encuentran tras los acontecimientos reales que situaron al dictador en la Historia de España.
En su obra, Moradiellos analiza –por partes y para el lector inglés (lo escribe por invitación de Paul Preston)-, tres aspectos sobre Franco: el hombre, el político y su régimen, evitando a priori la demonización de los mismos y basando su estudio en una investigación seria y rigurosa, realizada durante los últimos quince años. En ella, el autor deja claro que el general no era nada torpe. Por un lado, analiza la base ideológica de Franco y parte de sus lecturas sobre doctrina política durante los años treinta: desde escritores como Carl Schmitt (autor de “La dictadura”) o Menéndez Pelayo, hasta el boletín de la entente anticomunista internacional. Por otro lado, resalta el hecho de cómo, en menos de dos meses, consigue el liderazgo indiscutible de una junta de generales en la que, al principio, ni siquiera estaba.
En cuanto a la estrategia o actitud política del dictador, el autor resalta su posibilismo. Procuraba llevarse bien con todos; de ahí que tuviera una buena relación con los tradicionalistas, igual que con la CEDA y con Gil Robles; y, aunque no se entendiera con José Antonio (al que veía como un “señorito”), acabó congraciándose con los falangistas aunque, después de que los desmantelara, mantuvieran una difícil relación. Por otro lado y, siendo monárquico convencido, se llevaba bien con ellos, aunque sentía inquina contra Alfonso XIII por el tratamiento que había dado a un militar del prestigio de Primo de Rivera.
Igualmente, puede resultar duro aceptar que medio país era franquista y, sobre todo, que el franquismo fue el resultado de una guerra o la institucionalización de una victoria. También puede resultar duro reconocer que la República no desapareció por el golpe de Estado militar -que, en realidad, fracasó en un principio-, sino como consecuencia de una guerra de tres años entre dos bandos de españoles enfrentados.
Según Miradiellos, para los que pierden la perspectiva histórica y creen que los derechos humanos vienen del paleolítico, penetrar en la complejidad de los hechos históricos resulta difícil (lo que podríamos llamar “la desmemoria histórica”). Pero podríamos preguntarnos, por ejemplo, por qué en Alemania, en un momento dado, un tirano como Hitler consiguió 12 millones de votos y la mitad de los alemanes se unieron al partido nazi.
Finalmente, el Doctor Miradiellos, concluye:
1º. A medida que disminuyen las expectativas de la izquierda comunista y se desdibuja su futuro, crece su obsesión por el pasado y la memoria.
2º. El sesgo de la Memoria lo dan las víctimas. Para esta izquierda es importante destacar la razón de las víctimas inocentes del franquismo, para poder ocultar los actos de las que fueron culpables. En una guerra (in)civil (siendo “guerra” e “incivil”) no pueden considerarse víctimas las de un solo bando. Esta es una ceguera interesada, pues la realidad es que, empezara como empezara, la contienda no dejó de ser un conflicto entre dos partes, muy cruento y no sólo en el frente. En la retaguardia, se calcula la represión de un mínimo de 55.000 víctimas en la zona republicana y hasta 90.000 en la franquista (40.000 más si sumamos la represión posterior). Por supuesto, hay más víctimas franquistas porque, en cualquier guerra, el vencedor acaba dominando más territorio y durante más tiempo siendo, por tanto, mayor su represión.
3º. Utilizar a los muertos en el conflicto como arma arrojadiza para demonizar a Franco y deslegitimar su capacidad para gobernar, habiéndose tratado de una guerra civil, es como escupir al cielo, porque también el bando republicano tuvo sus víctimas inocentes y permitió actos que podrían considerarse crímenes de guerra (si por ejemplo nos referimos a garantías procesales para los acusados, hay que saber y reconocer que los tribunales militares de un bando, no eran peores que los populares o las checas del otro bando) Las causas pueden ser sagradas, pero los ejércitos que combaten nunca son inocentes.
4º. Lo que, realmente le interesa a la Historia, es una perspectiva de conocimiento y contexto; y, en este caso, hay que aceptar una realidad incuestionable: en 1936 la mitad del pueblo español era franquista y esta proporción era mucho mayor en 1975, tras cuarenta años de dictadura.
5º. Por todo lo dicho, las políticas de gestión de la Memoria Histórica de los españoles, deben ser consensuadas por todos los españoles, porque los prejuicios que causa no hacerlo así, son mucho mayores que sus beneficios para la estabilidad de la convivencia. A fin de cuentas, el caldo de una guerra civil no se cultiva por una sola parte (sólo se necesita recordar los mítines y declaraciones de Largo Caballero o Durruti, previos al 18 de julio)
Finaliza el texto con un juego axiomático: “El mayor enemigo de Franco –dice- fue ETA. Luego yo, como antifranquista ¿tendría que apoyar a los etarras? No señor. Es lo que Churchill llamó la “lógica bipolar de los totalitarismos”, al referirse –cuando finalizó la Guerra Mundial- a la relación previa que había existido entre Hitler y Stalin” (“Por el bien de la causa común no vamos a abrir ahora capítulos de agravios sobre el período previo”)
Lo dicho: hay mucho que hilar en todo esto y, posiblemente, lo mejor para servir a la verdad, a la objetividad y, sobre todo, a la convivencia, sería informarse debidamente, respetar a los muertos, dejarlos en paz de una vez y que los vivos se pusieran de acuerdo, evitando agravios. A fin de cuentas, somos nosotros y nuestros hijos -los vivos que no vivimos aquel horror-, los que estamos sufriendo todo este sinsentido, rancio y sectario, de falsos fantasmas.
Por otro lado, resalta el hecho de cómo, en menos de dos meses, consigue el liderazgo indiscutible de una junta de generales en la que, al principio, ni siquiera estaba.
hay que aceptar una realidad incuestionable: en 1936 la mitad del pueblo español era franquista y esta proporción era mucho mayor en 1975, tras cuarenta años de dictadura.
creo que esto no casa muy bien si no estaba como era que la mitad de España era franquista , y en el 75 mas de la mitad despues de 40 años que cree usted que podian ser, y fusilados despues de la guerra me parecen que fueron mas ademas de las torturas y violaciones en las carceles,despues de la guerra preguntele a los de vietnan del norte que son.la momia hay que llevarsela a una cuneta llena de m—- de cerdo,
Salud y republica
ESto son los datos que se barajan aunque, lógicamente, en la retaguardia pudo haber mucho más que se desconoce (ya dije que ese era el gran mal de una Guerra Civil)
En cuanto al número de franquistas, considere que en el 36 España estaba divida completamente. Por lo tanto, eran dos bandos, más o menos con la mitad de la población cada uno de ellos… pero, tras cuarenta años, el estado de bienestar que se creó (nació la clase media, la Seguridad Social, los macrohospitales,…), créame que al morir Franco, había una mayoría de españoles que estaban con el Régimen (quizá porque no los habían educado en otra cosa y pasaban de la política activa) Buena muestra de ello, fue la Transición aceptada por inmensa mayoría y planificada desde los órganos de poder del Régimen.
https://www.eldiario.es/sociedad/Oropesa-Toledo-Fundacion-Pablo-Iglesias_EDIIMA20160315_0563_20.jpg
https://www.google.com/search?q=guerra+civil+espa%C3%B1ola+quema+de+iglesias&source=lnms&tbm=isch&sa=X&ved=0ahUKEwjPl_y_l7zeAhVBIlAKHXB-AQ4Q_AUIDigB&biw=1024&bih=730
Dice usted en su artículo que Pedro Sanchez y sus adlateres le están polarizando.Que los independentistas están llevando a este gobierno al sectarismo mas radica, y que prueba de ello es que el gobierno está elaborando leyes extremas. Leyes extremas…
Verá D. Francisco, yo comparto un grupo de Wassap con unos amigos con un nivel de formación medio, y cultura y veterania bastante aceptable. A menudo me llegan mensajes donde se hacen comentarios jocosos y sarcásticos de personajes públicos, con mayoría de políticos. Y cada vez mas cargados de intencionalidad ideológica, para lo que se recurre ya constantemente a falsas noticias o medias verdades que machaconamente se convierten en axiomas. Baste el ejemplo del adjetivo “ocupa”.
A mi, francamente me preocupa mucho el bombardeo que a través de las redes sociales se esta haciendo llegar a la opinión pública. Y me preocupa, porque creo que se está poniendo en peligro a la propia democracia. Ya hemos visto lo que ha pasado en USA y recientemente en Brasil.
Usted mismo se alarma por la promugacion de leyes extremas, por parte de este Gobierno, pero sin entrar, naturalmente en el meollo del asunto.
Claro que hay que promulgar esas leyes. Y lo tiene que hacer este gobierno o el que resulte de las urnas,por una razón lógica;porque el TEDH, en numerosas ocasiones no ha corregido a propósito de sentencias donde nuestro Código Penal castigaba actos de libertad de expresión que son contrarios a Derecho. Por ejemplo los aludidos por usted relativos a quemas de bandera o fotos del Rey. Y es que dicho Tribunal(al que estamos sometidos) considera que los únicos limites a la libertad de expresión son las manifestaciones de odio, racismo y xenofobia que atenten contra la dignidad de las personas. Y no digamos las manifestaciones contra las creencias religiosas y ofensas a la fe, que al ser conceptos íntimos e indemostrables,a nadie podemos obligar a sentir respeto.
Solo nos faltaba que a los condenados por este delito, ademas de dejar en libertad, haya que indemnizar si en un recurso solicitan. Cosa que sin lugar a dudas acontecerá. Lo mismo que puede ocurrir con una hipotética condena de los separatistas por el delito de rebelión; que finalmente Estrasburgo les diera la razón. Menudo escarnio.
Serenidad y sensatez.
Como usted dice en el ultimo párrafo, lo mejor es estar informado debidamente.
Un saludo desde el techo de Andalucía.
Estimado amigo, me alegro muchísimo que estamos tan de acuerdo en este asunto, porque siendo -como somos- dos personas de ideas y posicionamientos algo distintos(aunque siempre fuera para el diálogo constructivo y no necesariamente para el enfrentamiento), observo que estamos experimentando la visión del mismo fenómeno en nuestra sociedad con idéntica preocupación.
Ojalá que los que deben de hacerlo también adviertan la deriva y puedan poner freno a esta situación.
Un saludo muy cordial desde sus torres (aunque, por sus señas, suponga que anduvo usted cerca del Veleta…)