LA LUISIANA (SEVILLA) CON SU ALCALDE Y SU ALCALDE CON LA LUISIANA…Y CON ÉCIJA por Ramón Freire Gálvez
(Recordando a Ramón Freire González.
En el día de San Ramón Nonato. 31 de Agosto de 2013)
En primer lugar quiero dejar claro, que por el hecho de ser pariente de ese gran alcalde que tuvo La Luisiana (Sevilla), era primo hermano de mi padre y con los mismos apellidos, por lo tanto siempre fue para nosotros el primo Ramón, el de La Luisiana y mi padre, para evitar confusiones, Ramón, el del Marqués, los datos que voy a aportar están exentos de toda subjetividad y son los vecinos antiguos del propio pueblo vecino y amigo de La Luisiana, quienes podrán certificar o no la certeza de ellos, pues aunque yo los viví y conocí en primera persona, no he querido añadir nada de mi cosecha particular, para no ser tachado de subjetivo en loas y admiraciones a mi querido primo Ramón.
Ramón Freire González, aunque nacido en Écija el día 24 de Enero de 1921, por razones industriales (negocio de panadería), muy joven se trasladó a La Luisiana (Sevilla), localidad vecina y próxima de su Écija natal y, a caballo entre las dos, desarrolló su amplia faceta industrial y política. No podemos decir en este caso que el amor le hiciera fijar su residencia, aunque luego si la hicieran sus hijos y los descendientes de estos (Ramón, María José, Ignacio y Margarita), porque su amor (Margarita Rodríguez González, con la que contrajo matrimonio el día 9 de Abril de 1950) era de Écija. Pero el cariño a La Luisiana, le hizo ser, junto a su esposa e hijos, vecinos de ella y qué categoría de vecinos adoptó el pueblo luisianero, pueblo donde se mezclan y funden la sangre alemana, belga, francesa y española, entre otras.
La Luisiana (Sevilla), ese pueblo hijo y hermano de Écija, hijo, porque hasta que Carlos III, a finales del siglo XVIII, no creó las Nuevas Poblaciones, aquella fue parte del término municipal ecijano y después, ya independiente, un pueblo de gentes nobles, vecino y amigo, dotándola dicho rey de escudo y término propio.
Mi primo Ramón en el año 1960, fue Alcalde de La Luisiana y es aquí donde hoy, en su onomástica, quiero rendir un pequeño homenaje de agradecimiento a él y a La Luisiana, homenaje que les debe la Ciudad de Écija, por unos hechos acaecidos en el mes de Febrero de 1963, agradecimiento y reconocimiento, que, estoy seguro, compartirán muchos de los vecinos de La Luisiana de aquella época y de la propia Écija, que, como yo, tuvieron el placer de disfrutar de la compañía de su vida y de sus actos.
En Agosto de 1962, mi primo, Ramón Freire González, cuando llevaba veintidós meses aproximadamente al frente del municipio de La Luisiana, en plena feria, estrenó aguas y como dije antes, para evitar ser subjetivo, aporto datos que obran en mi poder al respecto.
“16 de Agosto de 1962… Ayer, 15 de Agosto, festividad de la Asunción, La Luisiana abría sus amplias, cordiales y amables puertas a la tradicional feria de Agosto. Regocijo, música, júbilo, luz, color y alegría en el Parque Municipal. Y en toda la población. Ocho mil vecinos recibían los cohetes con el doble júbilo que les producía la prueba del abastecimiento de aguas. Corrió ayer el líquido generoso por todas las calles. Los chicos vieron satisfecha su petición: “Manguero, agua quiero”. Tuvieron agua. Como las calles que quedaron empapadas y las fuentes, cuyos grifos fueron muy generosos. La prueba resultó satisfactoria. En breve, dentro de seis u ocho días, las autoridades provinciales acudirán a La Luisiana para inaugurar solemnemente la obra. El alcalde de La Luisiana, don Ramón Freire González, lleva al frente del Municipio veintidós meses. Y puede estar satisfecho de su gestión. Porque, en verdad, la ciudad que se fundara en 1768 por Carlos III, nunca conoció una etapa tan prometedora. El señor Freire, que se dedica en cuerpo y alma al pueblo que rige, acaba de dar cima a la ingente tarea de la traída de aguas desde El Campillo, aldea anexa a La Luisiana, de la que dista tres kilómetros. Hasta ahora, los luisianeros se suministraban de agua gracias a los carros-cuba. Cada cántaro, una peseta. El señor Freire expuso el problema. Y la Comisión de Servicios Técnicos ayudó eficazmente. Siete fuentes públicas, con catorce hermosos grifos ofrecen el líquido a los luisianeros.
Pero hay más. Y es que la mayoría de las viviendas tienen dispuesta la acometida necesaria. Comenzaron las obras en mayo de 1961. Ahora, feliz final. Ayer, en la antigua casa de Postas del Rey Carlos III, hoy domicilio particular del Alcalde, en acogedores rincones que despiertan nostalgias, el señor Freire y su esposa doña Margarita Rodríguez, mientras atendían a sus numerosos invitados, recordaban tiempos anteriores en que el agua planteaba problemas graves. Pero no se ha limitado la tarea a esta sola cuestión. La abolición de las chozas inundadas es realidad palpable. Ciento cincuenta y ocho viviendas se alzan airosas en La Luisiana. Cuarenta de ellas van a ser entregadas dentro de breves días. Las restantes están ya ocupadas… Se ha hecho también, la luz, que se extiende hasta las aldeas de Cañada Rosal y El Campillo. Funcionan diez nuevas escuelas desde hace escasos meses. Se construyen cuatro más, así como diez viviendas para maestros. Nueva pavimentación de las calles y proyecto de alcantarillado. Vivienda para el médico con servicio auxiliar para atender a los accidentes de carretera. Canalización del arroyo y acondicionamiento de lavaderos públicos. Jardines embellecidos y embellecedores. El edificio municipal sufre obras importantes. Las bocas de riego, inéditas bocas de riego, están fijadas en todos los lugares. La perspectiva que ofrece La Luisiana es buena y total y rotundamente buena. Pero su alcalde, que no se conforma, que no da descanso ni lo acepta, tiene otros grandes proyectos. Entre ellos, el que hoy le interesa más es dotar de servicio telefónico a Cañada Rosal y El Campillo, que, con sus cuatro mil habitantes, también dependen de él. Es pues, La Luisiana, un pueblo en marcha, donde todos, absolutamente todos los vecinos colaboran. Posiblemente hubo un tiempo en que se prolongó la siesta. Pero ya hemos dicho que el alcalde actual, señor Freire, no acepta el descanso. Y así, no ha de extrañarnos que, en breve, La Luisiana se transforme. Gracias al esfuerzo y ayuda constante de las autoridades provinciales, el señor Freire puede continuar la ingente obra tan felizmente comenzada. Las seis fábricas de crin vegetal, eliminaron el paro…” (ABC de Sevilla, número 18.396, Jueves, 16 de Agosto de 1962, Edición de Andalucía).
Tan hermosa y coqueta quedó La Luisiana, que, en la década de los años 1960, fue premiada por el Ministerio de Información y Turismo, como uno de los pueblos más bellos y limpios de la geografía española.
Decía anteriormente, que mi primo vivió a caballo entre Écija y La Luisiana. Quien escribe, cuando tenía pocos años de edad, ya le conoció como hermano martillo de nuestro Cristo y Señor de la Sangre, hermano martillo de aquellas remuas de los altos y los bajos, que hacían de su devoción, auténtica pasión, mezclado entre payos y gitanos. En la foto que acompaño, Jueves Santo, 15 de Abril de 1954, aparece mi primo Ramón, a la derecha de la misma, con su túnica y gafas inevitables, al frente de sus costaleros y todos, ante la presencia imponente del Señor de la Sangre. Quien escribe, con menos de dos años de edad, también figura en dicha fotografía, junto a mi bendito padre, como ya dije de igual nombre y apellidos, siendo el primero por la izquierda, agachado y yo en sus brazos. De ellos, heredé mis sentimientos cofrades.
Tanto fue el desvelo de mi primo Ramón por su Hermandad, que posteriormente llegó a ostentar el cargo de Hermano Mayor, siendo el auténtico motor revolucionario en la transformación de la propia Hermandad en los años 1960/70, como consta documentado debidamente en la historia de esta.
Pero donde viene el agradecimiento que, como ecijano, quiero expresar a la memoria de mi primo Ramón y a la localidad de La Luisiana, fue consecuencia de uno de los mayores desastres que ha padecido Écija por sus ya famosas inundaciones.
“…Desde las navidades de 1962, toda la región andaluza y entre ellas Écija, venía sufriendo un fuerte temporal de agua y viento, paralizando, como consecuencia de ello, toda la actividad agrícola y también, en gran parte, la economía local. El temporal siguió aumentando hasta hacer crecer al río Genil, cuyo caudal subió en proporciones alarmantes. La noche del 5 de Enero de 1963, era tanta la fuerza que llevaba el agua del arroyo del Matadero que se cubrieron los pozos de resalte e imbornales, inundando completamente barrios como Cañato, Arroyo, Puerta Osuna y Santiago, anegándose la parte baja de las casas y ocasionando grandes destrozos en viviendas y establecimientos.
Martes 19 de Febrero de 1963: Écija sufrió la riada más catastrófica de su historia, hasta entonces. Écija quedó sin sol y con mucha agua. A las ocho de la tarde, el Genil, desbordado, inundaba el Paseo de San Pablo, calles Puente, Santa Brígida, Merced, Barquete, Henchidero.
Conforme transcurrían las horas, la angustia subía de tono. Ya no era suficiente el empleo de camiones, tractores o galeras, todo era poco. Se requirió el auxilio de helicópteros y barcazas. Un coche con dos cabos y tres soldados, que fue arrastrado por la corriente, pudieron salvarse, uno de ellos apareció a quinientos metros del lugar en que la corriente le arrojó del vehículo. De catástrofe hay que considerar lo ocurrido en Écija.
Como quiera que todo el pueblo no dispone de conducción de aguas y las fuentes quedaron cubiertas por las lluvias, los aislados solicitaban agua y alimentos. El alcalde, señor de Soto, en una barca, buscó pan en una panadería que había podido fabricar mil kilos. La embarcación estuvo a punto de zozobrar. El número de damnificados superaba los tres mil y quince mil los afectados. Numerosos ecijanos han cedido sus casas para acoger a familias.
La suscripción abierta en Écija pasa de las 130.000 pesetas, lo que demuestra el alto espíritu de solidaridad de los ecijanos. Las casas solariegas, han sido puestas a disposición del alcalde para recibir a los damnificados. Los comercios se ofrecen constantemente. Tres ancianos enfermos fallecieron al ser evacuados. El cementerio estuvo aislado y, de forma penosa, se pudo dar sepultura a cinco cadáveres. El Instituto Laboral ha sufrido graves daños, así como el campo de fútbol y estaciones de servicios de coches. Muchos vehículos han quedado destrozados. A las once de la mañana de ayer, se reanudó el tráfico por la carretera general. Muchísimos camiones, particularmente los dedicados al transporte de pescado, iniciaron la marcha hacia Sevilla y Cádiz.
Los servicios sanitarios han funcionado sin interrupción, atendiendo en barcas a los enfermos aislados. Las pérdidas de Écija son cuantiosísimas. Más de doscientos millones de pesetas. Más de cuatro mil hectáreas inundadas, industrias destrozadas, calles levantadas, casas hundidas, muebles perdidos. Sigue sin poder ser rescatado el coche que se hundió en las aguas. Dentro de él se cree están los cadáveres de dos de sus ocupantes. Por doquier, ruinas, agua, barro, damnificados, escenas impresionantes.
A consecuencia de tanta desolación, familias enteras perdieron su hogar y miles de personas hubieron de ser albergadas en locales provisionales y en casas particulares, a petición de numerosos ecijanos que, con elevado espíritu humano, colaboran sin limitación con las autoridades.
Actualmente quince mil damnificados son debidamente atendidos, facilitándoles ropa de abrigo, colchones y víveres en abundancia. He aquí el dramático balance que presenta la ciudad después del zarpazo de su tragedia…”
Pues bien, reseñada la anterior catástrofe, es aquí donde aparece el solidario pueblo de La Luisiana con su Alcalde Ramón Freire González al frente, rescatando lo que al respecto obra documentado en Écija:
“…Digna de destacar es la presencia casi permanente en Écija, del Alcalde de La Luisiana, Don Ramón Freire González, acompañado del primer teniente de alcalde Don Santiago Olmo Molina, quienes colaboraron eficazmente. El Sr. Freire, visto que las panaderías de Écija, estaban inundadas, ofreció pan de La Luisiana, y, personalmente, costeó los primeros millares de kilos, en lo que le secundó su municipio. También abrió el señor Freire una suscripción que ayer alcanzaba las quince mil pesetas (pesetas de los años 60, esto lo digo yo), en beneficio de los ecijanos damnificados…”
Lo anterior, es lo que aparece recogido documentalmente para la historia ecijana, prueba inequívoca de la solidaridad del pueblo de La Luisiana y su alcalde para con Écija y los ecijanos. La Luisiana no olvidó a mi primo, su alcalde de siempre, tanto, que en el año de 1984 y a petición popular, bajo el mandato del alcalde Don Antonio Méndez Rodríguez, el Ayuntamiento rotuló una calle con su nombre, calle que hoy se sigue manteniendo, no como en otras poblaciones, que por motivos políticos las calles dedicadas a algunos de sus alcaldes las suprimieron, allí, en La Luisiana, ha privado su valía y hombre de bien para con el que también fue su pueblo.
Por eso quiero, que hoy, 31 de Agosto de 2013, este artículo o crónica, como usted quiera llamarle, sirva como homenaje, tanto al pueblo de La Luisiana (Sevilla), como a mi primo Ramón Freire González (que falleció, como no podía ser en otro lugar, en La Luisiana, el día 2 de Abril de 1992), día en que, de encontrarse entre nosotros, como lo hacemos todos aquellos que llevamos el nombre de Ramón, gracias a Dios, celebramos nuestra onomástica y de él me acuerdo y nos acordamos, al igual que hago con mi padre, de su mismo nombre y apellidos, pues ambos, son recuerdos permanente en mi vida.
Enhorabuena, querido amigo Ramón. Si no existieras, como dijeron de Federico, habría que haberte inventado. Desempolvar lo que la memoria ignora no es para ti sólo un anhelo de cabal ecijano, sino una tarea arqueológica cuyos reconocimientos nunca estarán a la altura de tus virtudes, tan insuficientemente ponderadas como impagables. Écija no sabe que recogiste el testimonio de su Época de Oro.
Mi mayor orgullo, por tanto, es disfrutar de tu amistad.
Pues si mi abuela lo nombraba mucho y nombraba y decian que estuvo encarcelado en Écija y que iban a visitarlo y a pasa rle comida, mi abuelo estuvo con el de conserje en el ayuntamiento