LA GUERRA DE SIRIA Y LA CONCIENCIA por Francisco J. Fernández-Pro
La guerra civil que sufre Siria es un desastre y esta otra guerra latente, pero aún no declarada, del Mundo Occidental contra el Régimen de Bashar al-Assad, está resultando demasiado jodida para la conciencia.
Todas las guerras son malas, porque en todas se muere y se destruye; pero en esta, además, estamos haciendo papilla la conciencia colectiva.
Nada justifica la mirada espantada de un niño de la guerra, pero tampoco tiene justificación nuestra paz ante los tiranos que matan niños inocentes. Nada es más injusto que arrebatarle la vida a un Hombre, pero muchas veces me pregunto si no es más injusta la pasividad ante los criminales que se la arrebatan.
Sólo me valen dos premisas: la primera es que ésta es una guerra que mata y destruye como todas las guerras y, por tanto, yo no puedo apoyarla; y la segunda es que Bashar al-Assad es un loco con mucho poder en las manos, un matador de niños, mujeres y hombres, y eso es algo que sabemos. Ante estas dos realidades, ignoro todas las otras razones menores que nublan la visión y son fácilmente manipulables por los que están a favor y en contra de lo que pasa.
No quiero proclamar que al líder sirio hay que despojarlo con cualquier medio del terrible poder que posee y que ejerce contra tantos inocentes, pero tampoco puedo dejar de pensar en los tiranos que tanto daño provocaron en su día porque no hubo nadie que los detuviera. Mi alma -que no entiende a los que fusilan la Palabra- ha levantado un muro altísimo entre el sentimiento y la razón con los ladrillos apilados de Lagry, Dalstry, Dachau, Manthausen, Auschwitz, Menjaka, Jasenovak, Bozanski Novi, Chacabuco, Vukovar, Sarajevo,…
Me cuesta mucho más que a los que aplauden o a los que gritan, decidirme a elogiar o a detener lo que sé que pasa. Me duele la Conciencia por lo que siento y por lo que conozco; porque me gustaría que mi Verbo sirviera para convencer a Bashar al-Assad o a Obama, porque desearía que mi Palabra tuviera fuerza para detener las balas… pero tampoco.
Mis pensamientos, más razonables que nunca, me hacen sentirme más vulnerable que nunca al error; por eso creo que esta guerra, más que ninguna otra, es para la conciencia (al menos para la mía) una auténtica putada.
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