LA ESPAÑA HISTRIÓNICA (I) por Francisco J. Fernández-Pro
Decía Montesquieu que un país feliz es el que se puede aburrir leyendo su Historia (y si no era así, era algo parecido). Supongo que será por eso que a los españoles nos gusta tanto inventarnos algunas horripilantes (¡y mira que nuestra Historia tiene para leer!…) Pero es que hemos de convenir que somos como somos y no tenemos remedio. Si el pecado capital de los franceses es el chauvinismo y el de los ingleses la soberbia, los nuestros son la envidia y el complejo de culpa que, malamente mezclados, se traslucen siempre en un histrionismo maquiavélico de notemenees.
Digo todo esto, porque sólo hace un par de días, mi prima Mariquilla me remitió un artículo que, colgado en “elplural.com”, lo firmaba la filóloga Coral Bravo y, en algunos momentos de su lectura, sentí auténtico escalofrío. El artículo se titulaba “La España negra”.
La articulista, concentrándose en sus propias subjetividades y centrándose en los aspectos negativos de nuestra Historia pasada y reciente, hace un retrato de nuestra España que, como casi siempre, coincide con un montón de historias, de un montón de países que, en cada época, actuaron conforme a esas épocas y sus circunstancias. La única gran diferencia es que a ninguno de ellos -como a nosotros- se les ocurrió enmudecer los logros y proclamar las putadas. Creo que ése es uno de nuestros grandes y graves problemas: en España somos masoquistas y abusamos demasiado de la autoflagelación.
Además, para más inri, como sufrimos de un sectarismo –yo diría que genético-, nuestra subjetividad nos evita compartir responsabilidades por las estupideces y estropicios cometidos. En cualquier tipo de enfrentamiento o error mancomunado, nuestra naturaleza sectaria siempre nos impide asumir la cuota de culpa -lógica y proporcional- que debería correspondernos por haber integrado una de las partes o por haber sido parte del grupo. Como decía no sé quién: si es fácil meter la pata, más fácil es echarle la culpa al otro. Por eso, de esta reticencia a reconocer nuestros errores, surge otro de nuestros graves pecados capitales: la manía secular de demonizar a los contrarios, sin otorgarles ni el beneficio de una duda, ni el de una pizca de razón.
Pienso que en España –en las Españas- todo es uno: lo de ayer y lo de hoy. El resultado de nuestra Historia, no es sino la consecuencia lógica de esta manía que tenemos de maltratarnos los unos a los otros e ignorar los méritos cuando los hay.
Para muestra un botón: ya que hablábamos de la Leyenda Negra, qué estupidez nos indujo a crearla nosotros mismos y echarnos encima a todos los pueblos indígenas de América, cuando –en realidad- fuimos los primeros en crear Universidades en el Continente (dos de ellas: las de San Marcos y Santo Tomás de Aquino, antes de cumplirse los sesenta años del Descubrimiento) destinadas –por Cédula Real- a los hijos del mestizaje (mestizaje, por cierto, aconsejado, impulsado y propiciado, también, por cédulas reales firmadas por los reyes de España)… ¿Quién cree que a los anglosajones se les hubiera ocurrido algo así?; y ¿quién cree que no hubieran tratado de acallar cualquier Leyenda Negra que les afectara, siendo –ellos sí- unos auténticos genocidas que, ni por asomo, consideraron nunca un mestizaje legal con los pueblos conquistados?.
Pienso que nuestra Historia –también la de nuestro pasado más reciente y nuestro presente- no es ni más ni menos negra que la de los demás países y, desde luego, está mucho menos desteñida que la de un montón de ellos; pero, secularmente, hemos permanecido –y así seguimos- en el empeño de la autodescalificación; cosa que ocurre cada vez que a los necios de turno (que van a su ritmo, a su bola y a sus intereses), les conviene hacerlo para ganarse unos puntos o restárselos al contrario… y así nos va.
Créanme, el verdadero problema de España, somos los españoles y las cosas que se nos ocurren.
SÍ SEÑOR!!,Me gustaría tener el correo de Coral Bravo para enviarle el excelente y veraz remate que haces de su artículo…seguro que le gustaría…. y sanaría un poquito su falta de indulgencia entendiendo el problema “genético” que tenemos los españoles.
Gracias Mariquilla.
He recibico un email particular de un lector, que ya me habla de Coral Bravo y ese “problema genético” al que te refieres… curioso.
Lógicamente, lo he animado para que participe en el debate planteado. Creo que es algo que nos puede enriquecer a todos.
Un beso.
No es tan mala cosa reconocer que nuestro solar patrio ha sido siempre un erial en todos los sentidos. Con honrosisimas excepciones. Claro que el ejemplo de nuestro paso por América, no fue demasiado edificante Creo que se titulaba “Breve relato de la destruccción de las Indias” de Fray Bartolome de las Casas, lo que aparte de ponernos a los actuales españoles la piel de gallina, de las atrocidades allí cometidas, hicieron recapacitar a los monarcas católicos, que dictaron (solo dictaron) leyes mas protectoras hacia los indios. El hecho de que los anglo sajones lo hicieran aun peor, no debería servir para exculparlos.
Pero la Historia no se puede cambiar. Solo se puede tergiversar o amañar según los intereses.
Interesante articulo, Sr. Fernandez-Pro. Saludos.
Completamente de acuerdo, Sr. Jubilado y gracias por sus palabras.
Creo que siendo la nuestra, como tantas otras historisa de tantos otros paises del Mundo, parece como si tuviéramos especial empeño en destacar nuestras miserias sobre nuestros logros, nuestras oscuridades sobre nuestras luces,… y eso, a la postre, puede resultar gravísimo -y de hecho está resultando gravísimo- para nuestra propia conciencia como Pueblo.
Un saludo muy cordial
Sería un error querer interpretar unos hechos desde nuestro punto de vista actual, con nuestra carga de humanismo y civilización, así como también sería un error no enfrentarse a nuestra histórica realidad. No pasa nada por reconocer nuestros hechos que en ocasiones hicieron a nuestros reyes o lideres, personas ineptas y ruines en muchos casos, y grandes personajes en otros. En realidad, al pueblo español solo le tocó sufrirlos.
Y disculpe por mi pertinaz intromisión
Créame, Sr. Jubilado, si le aseguro que para nada me disgusta su pertinaz intromisión (como usted la llama…), pues, para mí, son observaciones interesantes sobre la cuestión planteada, que me permiten aclarar ideas o abordarla desde otra perspectiva. De hecho, estas últimas letras suyas, me incitan a adelantarle que en la segunda parte del artículo, hago una breve síntesis de algunas de esas manipulaciones históricas que, según la época y el interés, fueron más o menos graves, pero que, a fin de cuentas, nos confirma el hecho de que todas ellas -antes y ahora- tiene relación directa con esos graves pecados capitales, que son una verdadera lacra para el Espíritu que deberíamos compartir como Pueblo.
Un saludo muy cordial.
No voy a hablar de su artículo, con el que, como casi siempre, comulgo. Pero ya que cita uno de la Doctora en Filología, Coral Bravo, me gustaría citar otro de ella para “el Plural” y que a mí también me produce escalofríos, aunque por otros motivos. Se titula “La derecha, el amor y la inteligencia”. Comienza afirmando que el amor es cosa de la izquierda y que la gente de derechas no sabe amar. Matiza, eso sí, que se refiere al amor ideológico y al “compromiso vital y no al individual”, al que también llama humano.
Para ello, demoniza a los que no piensan como ella, tachando de “siniestra” a la época de Rajoy, presidente elegido democráticamente, mal que le pese. Todo un ejemplo de la tolerancia que, según ella, adorna a la gente de izquierdas.
Hermetismo, cerrazón, estatismo, clasismo, sectarismo, desprecio por los demás, homofobia, misantropía etc… son alguno de los epítetos que utiliza. Una especie de monstruos cavernícolas sin sentimientos, vamos. Por el contrario, ensalza hasta el empacho a la gente de izquierda. Tolerancia, pluralismo, progreso, apertura, igualdad, derechos humanos etc… Unos angelitos, vaya.
Hasta ahí, no pasa de un análisis visceral de los “buenos” y “malos” en que divide a los que habitamos este país. Y eso que no es sectaria. Lo peor, lo que me da escalofríos es lo que viene a continuación. Habla de la inferioridad intelectual (de la derecha, naturalmente) llamándolos tontos de capirote y para demostrarlo se basa en un estudio hecho en la elitista (12000 $ por curso sólo por comer y dormir) Universidad canadiense de Brock. Durante los últimos 50 años han estado investigando en ella a niños para, al final, llegar a la conclusión, de que, genéticamente las personas predestinadas a ser de derechas, ya nacen con el gen de la estupidez insertado y van a ser, además de unos depravados, menos inteligentes que los afortunados que pertenecerán de mayores a la izquierda. Unos experimentos que a mí, me recuerdan a los del doctor Menguele.
Sustitúyase izquierda por raza aria y derecha por judíos, negros y gitanos y tendremos la superioridad genética de unos seres humanos sobre otros: la base del ideario nazi.
Que una mujer joven, culta y con cara de buena persona, sea tan amante de esta clase de genética es lo que a mí, me produce escalofríos.
Este es el enlace del artículo y esta mi pesimista opinión. Que cada cual opine libremente lo que quiera. Como debe ser.
http://www.elplural.com/opinion/la-derecha-el-amor-y-la-inteligencia/
Amigo Pesimista, le agradezco infinito su aportación, máxime cuando sé de buena tinta, que en su día (cuando, realmente, defender las ideas, era cuestión de coraje en los genes) fue usted tachado de “rojo” y “antifranquista”.
Ya comenté antes, en otra respuesta, que conocía algo de la fijación de esta mujer por la genética (me refería a este artículo, cuyo enlace tan gentilmente, aporta)…
Es muy triste que el sectarismo llegue a estos extremos (¿acaso esta gente no se da cuenta que manejan los mismos argumentos que manejaban Hitler y los suyos?…)
Un saludo muy cordial
Lo que parece claro es que lo que más se parece a un tonto de derechas es un tonto de izquierdas; varían en la ubicación (derecha o izquierda) pero no en la esencia (tontos). Y lo mismo se puede decir de cualquier otro adjetivo. Inteligente, por ejemplo.
Amigo mío, ¡cuánta razón tienes!…
Está claro que, realmente, nadie tiene el patrimonio sobre nada. Quizá por eso, lo más justo y lo más sabio, es contar siempre con la relatividad de las cosas y nuestros propios errores de apreciación.
Un abrazo.