Écija – El Portal Temático Cultural

Juan Méndez Varo

La primera visión que los franceses, procedentes de Córdoba, tuvieron de Écija, fue la de la Plaza los Mesones, famosa por sus numerosos mesones y posadas, sus tiendas de albarderías,  albéitares y herradores.

En ella tenían parada oficial las diligencias provinciales y peninsulares que pernoctaban en las posadas, algunas de ellas muy populares, como la de Trinidad, la del Recreo, o la del Ángel.

Fue en la mañana del día 25 de enero de 1809  cuando hicieron los franceses su entrada por la indefensa ciudad de Écija, encontrándola casi desierta por haber sido abandonada puesto que, al no poder los ecijanos impedir (ni aun contener la entrada de aquéllos) se habían refugiado en las poblaciones inmediatas, caseríos o posesiones de campo, al creer que así se verían libres del yugo francés.

La conducta de los ecijanos ofendió  a los franceses que vieron una negativa tácita a facilitar los suministros que necesitaban sus soldados. Con golpes de hacha, derribaron las puertas de las casas de los vecinos que se habían ausentado. Los muebles sirvieron de combustible en las hogueras formadas con objeto de condimentar sus viandas.

Las fuerzas francesas que se quedaron en Écija, se hospedaron en las diferentes posadas que se situaban  desde la esquina de la calle Puente, por la Plaza de los Mesones y el  paseo, completando toda la manzana con las casas que dan vista a la calle Vidal.

Tapiaron todas las puertas excepto la de la posada de Vista Alegre y pusieron en comunicación interior todo el recinto; abrieron en su perímetro  un foso de cinco varas de anchura por otras tantos de profundidad, construyeron  aspilleras por todos sus ángulos y formaron un baluarte triangular a la altura de la entonces posada de San Agustín, esquina a la calle  Puente.

Para la construcción de esta obra destrozaron los franceses cuatro elevadas y elegantes columnas de jaspe que servían de pedestal a otras tantas estatuas representativas de reyes españoles, así como  otros adornos que embellecían el Paseo de San Pablo,  como medallas con las armas de la ciudad y royos con inscripciones talladas de análogas piedra.

Dentro de este recinto, cuya construcción costó al pueblo la suma de 176.537 reales (según escribe Manuel Varela en el libro Bosquejo histórico de la ciudad de Écija),  los franceses pretendían estar cubiertos de cualquier incidente imprevisto y en condiciones de resistir una posible sublevación popular.  También, como medida de seguridad, tapiaron la entrada de las calles de la ciudad que dan acceso al campo, con la excepción de aquéllas que daban salida a los caminos de Granada y Palma del Rio.

El 11 de abril de 1810 estuvo en  Écija José Bonaparte. Con toda seguridad estaría en esta zona donde se encontraba acuartelada la tropa francesa. Según los cronistas, en el breve espacio de tiempo que permaneció el monarca francés, dictó un decreto para la formación de la Guardia Cívica, que debía estar compuesta por vecinos honrados, mayores de  dieciocho años, y menores de cincuenta, siendo la misión de éstos sostener el orden y perseguir a los malhechores que poblaban el término de la ciudad.  También una de las primeras actuaciones fue  destituir al Ayuntamiento y separar de su cargo el corregidor señor Guajardo.

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