LA DAMA DE LA BANDERA por Francisco J. Fernández-Pro
Esta tarde he visto a una señora con una bandera de España que, en plenas calles barcelonesas, defendía sus derechos frente a los independentistas catalanes. De pronto, un energúmeno, un niñato mal nacido, no sólo arrancó aquella bandera de las manos de la mujer que podría haber sido su abuela sino que, con ira incontenible, la golpeó con su puño cerrado, dejándola caer sobre el asfalto. La policía no hizo nada contra el monstruo y yo salté de indignación: me acordé de mi madre… ¿Dónde estaba la autoridad, dónde están ahora tantas asociaciones que condenan el maltrato a las mujeres, a los seres más indefensos (incluso las que tanto vociferan contra la violencia ejercida sobre cualquier animal indefenso)?
Pero no es solamente el hecho de que esa mujer hubiera podido ser mi madre o mi abuela –o la de cualquiera a la que alguna vez sostuvo entre sus brazos-, sino que aquella mujer era yo: ella me representaba a mí y a todos los ciudadanos españoles que nos estamos sintiendo agredidos en nuestros derechos por todos estos energúmenos.
Ella, “la Dama de la bandera española”, señalando al suelo, se lo decía bien alto a todo aquel hatajo de espantajos: “¡Esto es España!”… y no sólo lo decía por ella; lo decía por todos los que sentimos esa unidad y respetamos la Constitución por la que tanto luchamos y que garantiza la convivencia de todos los españoles en paz.
Sin embargo, aquel salvaje niñato (cachorro de esa educación deformada en las escuelas catalanas, en las que lo mismo se inventan un antiguo Reino Catalán que una Guerra de Secesión o se atreven a ponerle cuna a Cristóbal Colón) con su coz de burro amaestrado (y que me perdonen los asnos) pretendía, con su cobarde machada independentista, no sólo tirar por tierra a una mujer mayor que no podía defenderse sino, con ella, desparramar por el barro de la discordia todos los derechos legítimos de tantos ciudadanos –catalanes y no catalanes- de este Estado Democrático y de Derecho, que se llama España.
Pero por muchas coces que tiren, por mucha Historia que manipulen, por muchos datos que tergiversen y por muchas arengas que vomiten, nunca podrán arrebatarle la razón a la Dama de la Bandera, porque esa razón se la otorga el Derecho, la Historia, la Ley y la Justicia. Por eso, Cataluña es y seguirá siendo España y, por mucho que se empeñen, España pertenece –y seguirá perteneciendo- a todos y cada uno de los españoles.
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