IN MEMORIAN DE LUIS ANTONIO SOTO RODRIGUEZ (LUISITO, ALCALDE DE CAÑATO) por Ramón Freire Gálvez.
5 de febrero de 2015
Ramón Freire Gálvez
Ayer, 4 de febrero, cuando las campanas de la Parroquia de Santiago, habían terminado de lanzar sus sones a los cielos ecijanos, señalando la hora del Ángelus, mi amigo y amigo de muchos, Luisito, el del estanco de Cañato, entregó su cuerpo y alma a la Divina Pastora, ante la que hoy, 5 de febrero de 2015, se despedirá de su vida terrenal.
Fue su vida intensa y solidaria. En los últimos meses de su vida, cuando ya había recibido la cornada que se lo llevó para delante, se resignó ante el color negro del velo que le había colgado el destino, lo que llevó con el espíritu cristiano del que en vida siempre hizo gala.
Nunca se sintió sólo. Sus vecinos y amigos estuvieron siempre con él, sino que se lo pregunten a su amiga Kika, pero sobre todo, a su hermana Loli y su sobrina Mariló, constantes serenos vigilantes de sus desvelos y llamadas, de día y de noche, en Écija y en el Hospital de Osuna, quienes con la mayor de las resignaciones han dado toda una lección de solidaridad y amor, cuidando a quien fue faro y guía no sólo de su casa, sino de todo un barrio, del popularmente conocido como barrio de Cañato.
Yo, por mi relación familiar con las gentes de mi tío abuelo Ramón Freire que viven en dicho barrio y por otra serie de circunstancias que no vienen ahora a cuento, tuve muchas charlas y tertulias con él. Desde siempre le conocí como un hombre comprometido con Écija, pero sobre todo con Cañato, con el Señor de San Gil, con el Cristo de Confalón y como no podía ser de otra forma, como buen hijo, con la Divina Pastora de Santiago, como el le llamaba, para no confundirla con la de Capuchinos.
Tan grande era su compromiso con el popular barrio de Cañato que sus vecinos, coloquialmente, le concedieron el cargo de Alcalde de Cañato y lo cierto es que a él no le disgustaba, e incluso me atrevería decir que lo aceptaba gustosamente.
Fueron muchas las ocasiones en las que acudí con mi familia al arroz que celebraba anualmente en el barrio de Cañato. Horas y horas de preparación, horas y horas de echarle solidaridad para que tuviera lugar la celebración, donde acudían no sólo las gentes del barrio sino cuantos demás vecinos de Écija querían, pues allí no había impedimento para nadie.
Fueron horas de confraternidad en un barrio que era algo más que un barrio, era una familia entera, todos echaban una mano bajo la dirección de Luisito, nadie ponía pegas, al contrario, era condición indispensable atender y recibir a todos los que llegaban.
Este año, en Semana Santa, cuando por debajo del balcón de su casa pase el Cristo de Confalón, sonarán por el cielo de Cañato, los ecos de saetas enlutadas en recuerdo de su Alcalde y cuando lo haga, meses más tarde, su Divina Pastora de Santiago, los pétalos de flores que caigan desde el balcón de su casa, serán cuentas del rosario que rezará todo un barrio por el alma de un hombre bueno y no le doy dicho calificativo porque ahora nos haya dejado, sino porque sus obras quedaron en esta tierra donde vivimos y testimonios de ello conocemos.
Yo, con estas sentidas palabras, sólo quiero tener un reconocimiento a su memoria, palabras que no salen de la amistad que tuve con el mismo, sino del corazón de un ecijano que, como muchos otros, no dejamos de reconocer en ningún momento la valía de nuestros paisanos.
Solo me queda pedirle a la Divina Pastora de Santiago, al Señor de San Gil, al Cristo de Confalón y a la Virgen del Valle Coronada, lo acojan en su seno en el palco de la gloria que tienen reservado los ecijanos allí en el cielo.
Descanse en paz mi amigo Luisito, el del estanco de Cañato y Alcalde del mismo barrio.
Buena persona, si señor. Amigos de sus amigos, solidario con sus vecinos, su barrio querido, Ecijano como el que más. Se nos va una de las personas que el día de mañana, siempre se recordará . Siempre serás El Luisito del Estanco, Alcalde de Cañato. DEP AMIGO.