¡GUAPA, GUAPA Y GUAPA! por Francisco J. Fernández-Pro
Hoy experimenté el mayor estupor de mi vida cibernauta. Fue a raíz de una larga discusión generada por un video que alguien quiso hacer viral como muestra de acoso machista o actitudes denigrantes hacia las mujeres y que me dejó perplejo.
En las imágenes se observa cómo un trabajador, faenando en plena solanera, recibe el rapapolvo de una señora airada, porque al susodicho currante se le había ocurrido llamarla “preciosa” al pasar por delante de la obra. El debate provocado me ha hecho pensar muchísimo.
Esto del hembrismo feminazi está llegando al esperpento a pasos de gigante. Me imagino el gozo, ante tanto disparate, de activistas feministas tan destacadas como Valerie Solanas (autora del manifiesto SCUM), que definió al hombre como “un accidente biológico, una obra incompleta, un aborto con patas”; o de Sally Miller Gearhart, que en sus escritos aprovecha los adelantos en biogenética (ahora tiene 87 años), para proponer reducir y mantener en el 10 % la proporción de varones en la raza humana. Quizá, también, el de la escritora Robin Morgan, que siempre mantuvo que “el odio al varón es un honorable y viable acto político”; por no hablar del de Julie Bindel, la sorprendente columnista británica de The Guardian, que apostó en sus escritos por crear un campo de concentración para los hombres, donde las mujeres pudieran ir a verlos, visitarlos o sacarlos en préstamo; o el de Sheila Jeffreys, que afirmó que “cuando una mujer alcanza el orgasmo con un varón, está colaborando con el sistema patriarcal y erotizando su opresión” (terrible afirmación que –per se- condena, irremediablemente, a la Sociedad entera a la castidad, a la homosexualidad o a la castración indiscriminada). Pero, sin duda, quien más gozaría con tanto disparate, podría ser Andrea Dworkin, la sádica feminista estadounidense (yo diría que casi psicópata, dados sus antecedentes personales) que, entre otras cosas, llegó a desear “ver a un hombre ensangrentado, con un zapato de tacón clavado en la boca, como una manzana en la boca de un cerdo”… ¡Toma ya con activistas de nivel!
Pues bien, yo lo siento un montón por todas ellas y por la que grabó el video de marras que me hizo escribir estas letras pero, para mí –que vivo para mi esposa y, quizá, porque ella posee todas estas cualidades-, siempre ha sido una alegría y una inspiración encontrarme de frente con unos ojos grandes y redondos como plazas de toros (sobre todo cuando son capaces de esas nerudianas miradas infinitas), o con unas pestañas como abanicos, o con esos perfiles con los que la Naturaleza sabe dibujarlas y esa cadencia en los movimientos que ellas -¡tan femeninas!- saben, instintivamente y casi sin querer, cimbrear en sus andares, o esas voces dulces cuando susurran, o esos labios afresados (casi siempre platónicamente lejos),…
Lo siento (aunque no lo siento), pero al ver aparecer en mis paseos a una ecijana hermosa por el parque o la ribera del Genil, a veces se me antoja que Boticelli hizo nacer a Venus, trasladando a nuestro Síngilis todo su mar inmenso… ¿Qué quieren que les diga si, en los aprendices de poetas, la abstracción es inevitable y la imaginación infinita?
Por tanto, quisiera advertir a toda mujer que, a partir de hoy, se cruce conmigo por la calle que –aún siendo yo hombre casado, enamorado de mi mujer, bien educado y respetuoso con las damas-, si fueran hembristas, tengan a bien identifícarse lo antes posible con un “¡no me mires!”,”¡ no me veas!”, “¡no me pienses!”, “¡no me sueñes!”;… que, aún siendo así, no puedo garantizar que este duende mío del latido inquieto por el verso, que tanto me trastorna (sobre todo por estas fechas), no me ponga en los labios cualquier requiebro, que venga a fastidiarme la poca reputación de hombre honorable que me resta (que ya la de machista me tiene casi por los suelos)
Queden, pues, estas letras, no sólo como advertencia sino como declaración de intenciones para el futuro y testimonio de culpa y de disculpa si fuera menester, ya que yo –que me conozco- no renunciaré nunca a la belleza de cualquier creatura hermosa que se mueva y, por ello, por la presente me reservo el derecho –divino e inalienable, consustancial a mi naturaleza- de expresar, libre y respetuosamente, lo que a mi entender pienso y sueño, usando para ello el don de la Palabra, independientemente -claro está- de cualquier gilipollas que pueda interpretarla a su antojo.
Dicho queda pues, como testigo de mis actos venideros.
P.S. (…y por favor si, llegado el caso, por razones de estas palabras u otras cualesquiera de calado parecido, algún gobierno por venir decidiera que debo pulgar tan gravísima culpa, siendo ingresado en un campo de concentración para hombres de verbo ligero, ruego –encarecida y humildemente- que alguna mujer de alma caritativa, tenga a bien pedirme prestado de vez en cuando, para sacarme a paseo. Prometo no morder)
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