Écija – El Portal Temático Cultural

Francisco J. Fernández-Pro

Fernando Martín Sanjuán, no sólo es un Amigo para mí. Con él he compartido muchas veces tiempo, conversaciones, proyectos, afanes, luchas, ilusiones,… Fueron tantas cosas que, cuando fui nombrado Presidente de la Real Academia “Luis Vélez de Guevara”, lo primero que hice fue tomarlo del brazo para que me acompañara en la aventura como Vicepresidente.

El viernes 27, le ofrecen un nuevo homenaje; y, como es abierto a todo el mundo, si de aquí a entonces no me parte un rayo, estaré en el Palacio de Santaella para celebrar como se merece un acto como éste, en el que se reconoce el buen hacer de un profesional como la copa de un pino y la dignidad de quien tantas veces supo demostrar su integridad (que, dado el montón de homenajes que se dan sin ton ni son, al calor de los calores y los colores de cada cual, es de agradecer un homenaje merecido).

Ahora es la Junta Directiva del Tenis Club quien ha dado el paso y reconoce los méritos de Martín Sanjuán, otorgándole su primera medalla de oro. Tampoco me extraña: su Presidente, José Antonio Arévalo, es un hombre bueno y sabio que sabe reconocer en los demás los méritos y los deméritos.

Hace años escribí un artículo, afirmando que Fernando Martín Sanjuán era un lujo para Écija. Fue a raíz de su dimisión –forzada por la propia coherencia- como Director de la Oficina Municipal del Casco Histórico. Lo dije, entonces, porque lo creía; y lo mantengo ahora, porque sigo creyéndolo.

En aquel artículo, afirmaba que –a mi entender- en todas las ciudades hay personas extraordinarias y moscas cojoneras y que Fernando era de los primeros, porque así lo dictaba su larga trayectoria, caracterizada fundamentalmente por el respeto y la defensa del Patrimonio ecijano.

Recordaba en aquel artículo, su activismo en estos menesteres como cofundador y Presidente que fue de la Asociación “Amigos de Écija”, el reconocimiento posterior que de esa labor hizo la propia Academia “Luis Vélez de Guevara” nombrándolo académico y señalaba –como ilustración de los dicho- la realización de proyectos como el Palacio de Benamejí, el Tenis Club o el Teatro Municipal: verdaderas muestras de su mano reparadora, restauradora y casi acariciadora, con nuestras cosas.

Ese enorme respeto y esa sabiduría en el difícil arte de la Arquitectura y en el no menos difícil de guardar el equilibrio entre la conservación del Patrimonio y los intereses de la propiedad, fueron sus avales para ser nombrado por los andalucistas de entonces, primer Director de la Oficina Municipal del Casco Histórico, habiendo sido ratificado posteriormente en su cargo por aquel Gobierno -tan tripartito- apañado por el PSOE e IU, con un tránsfuga, llamado Montero.

Desde el principio, yo estaba casi seguro de que la cosa no iba a marchar bien. Antes decía que, en todas las ciudades hay gente extraordinaria y moscas cojoneras, y a Fernando le tocó lidiar con Bustamante que, aparte de no tener ni pajolera idea de Urbanismo, jamás en su vida se había preocupado ni mucho ni poco del Patrimonio y, lo que era peor, llegaba al Ayuntamiento con la firme idea de arrasar -a toda costa- cualquier proyecto del Gobierno anterior y, muy especialmente, el de la Plaza de España. Pero, hete aquí, que Fernando Martín Sanjuán había sido el Técnico Redactor del Proyecto de los Aparcamientos subterráneos y la recuperación integral de la Plaza y, por tanto, era la persona más interesada en que siguiera adelante aquella idea que, respetuosa con nuestro Patrimonio, con nuestra Historia y con nuestro Urbanismo, recogía, no sólo el aparcamiento en extensión, sino la protección y puesta en valor de los restos arqueológico bajo cota cero y la recuperación completa, en superficie, de un espacio abierto respetuoso con la estética de nuestro antiguo Salón y su entorno.

Era lógico que el proyecto de Fernando fuera así: él siempre fundamentó su trabajo en los espacios públicos, respetando los intereses generales de los ecijanos; y, por eso, Martín Sanjuán -como técnico de calidad contrastada y como auténtico ecijanista comprometido- sabía perfectamente lo que había que hacer, por encima y por debajo de la cota cero del Salón. Sin embargo, los que no lo sabían, los que no tenían ni zorra idea de lo que hacían y no podían prever las consecuencias finales de abandonar el proyecto de Fernando Martín Sanjuán, lo desecharon sin más. Él, que siempre fue un hombre coherente, amenazó con dimitir si se abandonaba. Se la jugó a una sola carta y perdió, porque lo que no calculó Fernando fue que, para que su magnífico proyecto prosperara, Bustamante tenía que rectificar su postura… y eso era como pedirle naranjas dulces a los antiguos -y añorados- naranjos del Salón.

Mi artículo acababa con tristeza. Tenía la impresión de que en nuestro Ayuntamiento se había perdido la razón: mientras extraordinarios técnicos, como Martín Sanjuán, debían irse para mantener su dignidad, otros -que tomaban la dignidad por excusa o jugaban continuamente con sus matices- se quedaban en él como fantasmas, haciendo y deshaciendo en nombre de un Pueblo que no sabía lo que estaba pasando y no se esperaba -ni por asomo- lo que iba a pasar.

Pero el tiempo transcurre inexorablemente y pone a cada cual en su sitio. Bustamante, Montero,… pasaron y se fueron difuminando en el recuerdo; aunque, para nuestra desgracia, quedaron los frutos de sus influencias: esas dos llagas subterráneas (abiertas Calle Nueva arriba y bajo el Mirador de Benamejí) y ese monstruoso Salón-Trastero, donde todo cabe amontonándose de cualquier forma (palmeras chuchurrías, falsas ninfas, socavones indecentes, botellas de plástico, niños-futbolistas, bicicletas descontroladas,… y hasta las tapas de los tacones en esa multitud de innecesarias rejillas traicioneras).

Sin embargo, mientras que con el tiempo, Bustamante y Montero se borran de la memoria, Martín Sanjuán recibió el último título de Ecijano del año y cierra diciembre con este nuevo homenaje… Y es así, porque Fernando permanece ahí, tal cual: tras la imaginación fecunda que recorre sus trazos, tras su inquieto ir y venir (siempre-con-prisas) señalando el color de una marquesina, la profundidad de una perspectiva, la curiosidad de un detalle cualquiera en la madera, en la forja, en la cerámica, en la piedra,… Fernando sigue ilusionándose con todo lo que es Patrimonio y -lo que es tan importante como eso- ilusionándonos a todos los demás porque, sencillamente, disfruta con lo que hace y sabe transmitir su entusiasmo.

Gracias, querido Amigo. El viernes próximo estaré contigo y me sumaré humildemente a tu homenaje. Te lo debo por lo mucho que me enseñaste en todo este tiempo que compartimos y porque ahora, todavía -con lo que sé de ti- me reafirmas en la importancia que tiene para el Hombre seguir caminando, siempre adelante, ignorando los ladridos de los perros que se desgañitan por las cunetas.

El tiempo es justo, Fernando, el tiempo es justo… y los hombres, a veces, también lo somos.

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