EMPEÑADOS EN DESTRUIR EL ESPÍRITU NAVIDEÑO MÁS TRADICIONAL por Manuel Martín Martín
Me apoyo en la foto que publican las redes sociales para reflexionar en voz alta sobre el que confunde las fechas con los orígenes, o el que no se entera de nada, y por eso va de enterado por la vida. Son los odiadores de la Navidad, más pesados que el villancico de los peces en el río. Vienen a ser como una especie de gnomo malo, empeñado en destruir el espíritu navideño más tradicional; ese del yingelbels, el abeto iluminado, la rama de muérdago en la puerta principal o el jau jau jau del papanoel, ideado por la meca del cine.
Vivimos una Navidad elaborada por las direcciones de Marketing de los Grandes Almacenes y olvidamos la esencia, la alegría de ver nacer al Niño Dios de los cristianos. Los progres se empeñan en convertir la Navidad es una fiesta laica, esto es, en despojarla de su contenido real. Llaman a esta festividad solsticio de invierno, que es el 21 de diciembre, antes de Papa Noel; desconocen que sin pesebre no hay Navidad, que es cenar en familia porque ha nacido un Niño; llaman al portal de Belén solución habitacional, cuando el Belén representa la tradición de rememorar el Nacimiento de Jesús, la razón de la festividad; pronuncian la palabra Navidad para referirse a la espantosa e insoportable comida de empresa entre compañeros de trabajo; se contradicen los mismos dirigentes políticos que niegan los símbolos religiosos en los alumbrados de nuestras calles y van a visitar un Nacimiento después de legalizar el aborto, y para redondear tanta contrariedad se acogen a las vacaciones de Navidad los mismos que la detestan. Y es que, a veces, en la Navidad municipal no está Dios, pero se le espera. Écija sabe esperar a que el Niño Dios crezca y se haga Hombre para salvarnos, cuando los perseguidos naranjos estén en flor y lleguen los verdaderos días del gozo junto al Nazareno.
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