EL VALLE DE LOS CAIDOS (II): RAZONES PARA UN MONUMENTO por Francisco J. Fernández-Pro
Tras la lectura de distintos autores, distantes y completamente contradictorios (tan contradictorios como algunos comentarios de los formulados a la primera parte de este artículo por parte de los que lo leyeron y que poseían distintos puntos de vista), me reafirmo en el temor que presentía de que este asunto del Valle de los Caídos –igual que todos los ocurridos en la preguerra, en la guerra y durante los años del franquismo- podía derivar, fácilmente, en la sinrazón de los rancios sectarismos reinventados. Por ello, continuaré con él reafirmándome en mi primera intención de no adoptar posición alguna y limitarme a exponer los datos que considero más fidedignos, por provenir de estudios académicos e investigaciones serias, estar asentados en documentos oficiales o derivar de testimonios muy directos y contrastados.
Retomando, pues, al asunto y, vistos los argumentos que unos y otros esgrimen -para bien o para mal-, considero fundamental tratar de concretar las razones que motivaron realmente la construcción del conjunto monumental; aunque, en este caso me temo que, además de exponer los datos, estamos obligados al análisis de algunos de ellos para poder argüir las razones que, en distintos momentos, influyeron en el Dictador y sus decisiones.
En principio, deberíamos suponer que sus razones estaban claras. El 1 de abril de 1.939, Franco dictó su primer Decreto al respecto. Justo un año después, el 1 de abril de 1.940, el segundo. Acababa de finalizar la Guerra (in)Civil y lógicamente, si el vencedor pensaba en un monumento para honrar la memoria de los Caídos, lo haría pensando, exclusivamente, en los de su bando (como se desprende de la Orden firmada en 1.940 y que se refiere a los “héroes y mártires de la Cruzada” que “legaron una España mejor”).
Sin embargo, está claro que algo pasó, pues en 1950 se promulga un Decreto que califica al Monumento como de reconciliación y, para ello, se determina el enterramiento de combatientes de ambos bandos. Posteriormente, el Decreto Ley de 23 de agosto de 1.957, por el que se crea la Fundación de la Santa Cruz del Valle de los Caídos, especifica que, “pasados varios lustros desde la finalización de la Cruzada (la terminología no cambiaba nada), se impone la reconciliación de los españoles”.
Meses después, en mayo de 1.958 (cuando ya acababan las obras) se publicó en todos los diarios nacionales, una nota de prensa aclarando la finalidad de la construcción. En esa nota se especificaba la intención de “acoger a todos los caídos, sin distinción del campo en que combatieron, según exige el espíritu cristiano que inspiró esta magna obra”. Lo que también especificaba la nota, es que –dado el carácter religioso y católico del monumento- dicha distinción se reservaría a los caídos de nacionalidad española y que hubieran sido bautizados (lo que, en la España de entonces, incluía prácticamente a todos los españoles)
¿Qué había pasado en ese tiempo para que Franco hubiera cambiado de idea? Esta pregunta es la que nos exige –como decía antes- abandonar la exclusiva exposición de los datos, para adentrarnos en ellos y analizarlos, a fin de intentar descifrar esas razones.
Quizá el personaje fundamental en este proceso fue Juan de Ávalos García Taborda, el principal escultor del Valle de los Caídos y, aunque pueda resultar aventurado, personalmente me atengo a esta hipótesis.
Ávalos, emeritense de nacimiento fue, con el número 7, afiliado del PSOE de Mérida y contaba con 25 años cuando comenzó la Guerra (in)Civíl. Tras la contienda, fue depurado y excluido de cualquier cargo de responsabilidad que pudiera ejercer a nivel profesional o personal; por lo que, voluntariamente, se exilió en Lisboa. Sin embargo, cuando en 1950 se celebró el concurso de ideas para la construcción del Valle, Juan de Ávalos concursó en el mismo, dejando impresionado al Jefe del Estado. No obstante, debido a sus antecedentes, Ávalos se encontró con la oposición de algunos sectores influyentes por “no ser adepto al Régimen”; pero Franco había asegurado que Ávalos “era el escultor que necesitaba España”-
El escultor, dispuesto a regresar a Lisboa, fue requerido por el ministro de la Gobernación para que, antes, se entrevistara con el general. En la entrevista (la única que, según Ávalos, celebró en el Pardo con el dictador), el joven escultor le indicó a Franco que, si el monumento iba a tener un carácter religioso, no debería aparecer en él ninguna escena ni simbología de cualquiera de los bandos.
Sin asegurar, de ninguna manera, que fuera resultado de esta entrevista, resulta curioso que, justo al día siguiente de la misma, se promulgara el primer Decreto en el que se especificaba que, en el Valle de los Caídos serían enterrados juntos, los contendientes de nacionales y republicanos.
Lo que sí es seguro es que Franco aceptó las condiciones de Ávalos, porque el emeritense fue contratado y el conjunto escultórico del Valle quedó diseñado en torno a una inmensa Cruz de 150 metros de altura (idea del escritor Guillermo Fernández Shaw, materializada por el arquitecto Diego Méndez), de los cuales 25 metros corresponden al basamento en los que se sitúan los cuatro evangelistas y sus símbolos (el águila, el toro, el león y el hombre alado),17 metros al cuerpo intermedio donde se sitúan las Virtudes cardinales de la Prudencia, la Justicia, la Fortaleza y la Templanza; quedando otros 108 metros hasta el fuste de la Cruz. A todo el conjunto se le suman otros 150 metros a modo de pedestal rocoso, perteneciente al risco de la Nava. Sobre la portada, en la cornisa, también se esculpió el conjunto de La Piedad.
Aunque Juan de Ávalos sería el escultor de referencia, hubo otros que colaboraron estrechamente con él, así como numerosos artesanos, tanto de izquierdas como de derechas. Igualmente, en la decoración de la basílica tomaron parte algunos de los artistas españoles más notables de la época, independientemente de sus ideologías políticas.
Por otra parte y, respecto a los restos sepultados, en la abadía se encuentran las fichas con los datos de algo más de la mitad de los casi 38.900 enterrados de ambos bandos, aunque se desconoce la identidad del resto, los cuales fueron recogidos de varias fosas comunes tras la Guerra (in)Civil y a lo largo de un periodo de tiempo que llegó hasta 1983, cuando tuvo lugar el último de los enterramientos.
Aunque las normas del Patronato obligaban a informar a los familiares de los restos hallados y reconocidos, y obtener el consentimiento expreso para el enterramiento, según estudios de Joan Pinyol, al menos medio millar de los cadáveres fueron trasladados sin el consentimiento de sus familiares y, aunque no existen pronunciamientos judiciales al respecto, el caso fue abierto por el juez Baltasar Garzón en 2009, sin que llegase a ningún resultado.
El 16 de octubre de 2007 (50 años después de haberse concluido la obra y casi 32 desde el fallecimiento de Franco), la Comisión Constitucional del Congreso aprobó el proyecto de Ley de Memoria Histórica, en la que consta un artículo referente al Valle de los Caídos. En este artículo, que fue aprobado unánimemente por todos los grupos políticos, se regula la despolitización del conjunto, convirtiéndolo exclusivamente en lugar de culto religioso; por lo que se le encomienda a la Fundación Gestora del Valle de los Caídos, la honra de la memoria de todos los caídos en la Guerra (in)Civil y en la posterior represión política. Igualmente, queda prohibida la celebración en su recinto de cualquier acto de naturaleza política.
Para finalizar esta segunda parte y, por su interés testimonial, acompaño uno de los documentos con los que me hallé, mientras recababa información: es el enlace de una de las intervenciones del propio Juan de Ávalos en televisión.
Sigo pensando lo mismo ,un equipo de demolicion , y franco a una cuneta si que se sepa donde esta , puedes hacer mil capitulos todos iran a lo mismo DEMOLICION, Y A LA CUNETA CON FRANCO
Pues nada, le recomendaré la lectura de la tercera parte…