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EL URBANISMO Y LOS “DERECHOS” A IR EN COCHE Y AL APARCAMIENTO por Fernando Beviá

EL URBANISMO Y LOS “DERECHOS” A IR EN COCHE Y AL APARCAMIENTO por Fernando Beviá
enero 19
10:13 2015

fernando-beviaMuchas veces los que nos dedicamos a planificar la ciudad, tanto para intervenir en la existente como en las propuestas de nuevos crecimientos, hemos afirmado que los ciudadanos deben tener la posibilidad de llegar hasta el colegio para dejar a sus hijos y poder llegar a comprar el pan. Otras veces planteamos la imposibilidad de suprimir plazas de aparcamiento porque la gente tiene que seguir llegando con el coche. Esto nos plantea si hemos asumido los urbanistas el derecho a acceder con el coche a todas partes.

Pero, en realidad, ¿existe tal derecho? Parece que no. No viene recogido en ninguna norma legal de ningún orden de cualquier nivel. Tampoco en declaraciones de organismos internacionales. Esto nos lleva a concluir que, aunque con frecuencia muchos den por sentado que ese derecho existe, no es así.

Puestos a buscar lo que es un derecho, acudamos al Diccionario de la Real Academia Española. Entre multitud de entradas, destacamos las siguientes:

derecho, cha.

(Del lat. directus, directo).

14. m. Conjunto de principios y normas, expresivos de una idea de justicia y de orden, que regulan las relaciones humanas en toda sociedad y cuya observancia puede ser impuesta de manera coactiva.

derechos fundamentales.

1. m. pl. Los que, por ser inherentes a la dignidad humana y por resultar necesarios para el libre desarrollo de la personalidad, suelen ser recogidos por las constituciones modernas asignándoles un valor jurídico superior.

El tema que nos abarca se acerca más a otra acepción, que recojo a continuación, del mismo diccionario:

privilegio.

(Del lat. privilegĭum).

1. m. Exención de una obligación o ventaja exclusiva o especial que goza alguien por concesión de un superior o por determinada circunstancia propia.

Siguiendo con la definición, conducir es una ventaja que se goza por determinada circunstancia propia: hay que ser mayor de edad, tener “papeles”, carnet de conducir, no tener determinadas discapacidades físicas y/o mentales… además de tener un vehículo y combustible, porque se tienen recursos económicos para comprarlo o porque nos ha tocado en un concurso televisivo, por ejemplo. Comprobamos que, por lo tanto, no es un derecho universal ni fundamental.

Si todos decidiéramos hacer uso del derecho a ir en coche, no podríamos salir ni de la puerta de la cochera; esto es, conducimos porque hay otros que no conducen o no pueden conducir, porque no tienen derecho a hacerlo. No hay sitio para que todas las personas circulen en coche.

Sí es un derecho, en cambio, el poder llegar a los sitios. La accesibilidad cada vez es más regulada y reconocida en el cuerpo legislativo.

Unos podrán decir que el derecho a ir en coche es consecuencia de los derechos a la vivienda, al trabajo, a la educación… ya que si tenemos estos derechos tenemos también el de poder llegar hasta nuestra vivienda, nuestro lugar de trabajo, el colegio… Habría que decirles que ese derecho a llegar hasta dichos puntos no haría referencia a modo de transporte concreto, sino que el derecho sería a llegar a las actividades localizadas en la ciudad y en el territorio. Lo que debe interesarnos no es el desplazamiento ni el modo de transporte, sino poder llegar donde queramos o donde necesitemos ir (aparte de los sitios anteriores a comprar, ir al teatro, tomar un café) y hacerlo en poco tiempo y de manera amable y segura. Creo que no es amable llegar a esa reunión con amigos a tomar un aperitivo tras veinte minutos de búsqueda de aparcamiento.

Y esto nos lleva a plantearnos si existe ese derecho al aparcamiento.

Todos los que conducimos sabemos lo gratificante que es encontrar un sitio para aparcar el coche. Y si lo hallamos justo en la puerta adonde queremos llegar el gozo se torna quasi infinito. A veces es más complicado que ganar el premio de un sorteo. En ese momento vemos a Raphael en el anuncio de la lotería de navidad y su blanca sonrisa.

Cuando estamos conduciendo, a la vez, estamos deseando encontrar un sitio para dejar el coche y, si no lo conseguimos, nos enojamos fácilmente y lanzamos improperios: que si el Ayuntamiento debería haber sacado ahí más plazas, que si para qué está ese árbol o ese banco cuando cabría un coche…

Cuando se nos pasa el enfado o nos vuelve la paciencia, quizá un sexto sentido nos haría ver que no es posible que delante de cada lugar donde queramos ir exista para nosotros una plaza de aparcamiento que se encuentre libre, esperándonos para cuando queramos ir y, además, gratis. Esto lo han intentado y lo siguen intentando, créanme, muchos urbanistas.

Siguiendo la reflexión argumental de este texto, sería extraño que aparcar fuese un derecho cuando no lo es circular en coche. Abundando en el tema, ¿cuál sería este derecho? ¿aparcar en nuestra vivienda? ¿aparcar en nuestro lugar de trabajo? ¿aparcar delante del colegio cuando dejemos a nuestros hijos? ¿aparcar para comprar el pan? ¿sería aceptable que el lugar de aparcar estuviera a cinco minutos andando? ¿y que fuera gratis?

Vemos que el derecho sería irrealizable. Vamos a fijarnos más detenidamente en el aparcamiento en superficie en las calles de una ciudad. Éstas tienen una superficie determinada, la que hay, no se puede cambiar, y es pública. Tenemos que subrayar que el uso individual (en detrimento de los demás) de un bien que es de todos es difícil que pudiera ser un derecho. Todavía menos exigir que sea gratis, simplemente por haber sido el primero en llegar a ocupar la plaza cuando ésta estaba libre.

Es el único caso de ocupación de fines particulares que no estamos dispuestos a que se regule o tarifique. Los bares pagan sus impuestos por desplegar sus terrazas; las viviendas se alquilan o se compran. No obstante, exigimos la ocupación privada y gratis de un espacio público. Exigimos antes la plaza para nuestro vehículo de manera gratuita antes que una vivienda para nosotros mismos, siendo el derecho a la vivienda uno constitucional.

En cualquier caso, aunque se trate de un aprovechamiento particular a costa del uso que pudieran hacer otros, y aunque circular sea un privilegio, no se pueden ni se deben eliminar todas las plazas de aparcamiento en nuestras calles. El coche y sus aparcamientos aportan beneficios al sistema de transportes. Esto no significa, sin embargo, que el número de plazas no tiene por qué ser “cuántas más mejor” ni que tengan que ser todos los parkings gratuitos.

Momentos como el actual, en el que, mediante la Revisión del Plan Especial de Protección, Reforma Interior y Catálogo del Conjunto Histórico-Artístico (PEPRICCHA) de la ciudad de Écija, podemos reflexionar acerca de la ciudad que queremos, se alzan voces proclamando que el Plan considera que “Prohibir los coches es la solución”. Esta sentencia, en este caso, no es real.

Muchas veces, para desacreditar a aquellos que quieren reducir la presencia y velocidad de los automóviles (y el Plan propone esto), hay quien afirma que lo que se quiere es prohibir los coches. Son estas voces las que dan vida al mito según el cual el único camino de futuro es acabar con el coche. Un mito –que difícilmente nadie se cree- creado seguramente para ridiculizar una apuesta de cambio.

Prohibir el coche significaría que en la red viaria se otorga a los coches “zero” (como la Cocacola) capacidad y “zero” accesibilidad, escenario más que burdo y poco creíble. El reto que se propone es conseguir que haya un número de automóviles en circulación que permita que el coche aporte al sistema viario sus virtudes, sin sobrepasar aquél umbral de coches a partir del cual éste se vuelve ineficaz (por las congestiones que fácilmente origina) y a partir del cual sus impactos negativos se expresan con fuerza (en términos de inseguridad vial, contaminación, etc.). Y para no sobrepasar el mencionado umbral es necesario, entre otros aspectos, otorgar a la red vial de coches una capacidad y accesibilidad que, por supuesto, nunca será “zero”.

¿Cuál es la tarea del que planifica la ciudad? Garantizar a las personas el derecho a la accesibilidad, a todos los individuos, con independencia de sus circunstancias, que puedan llegar a los servicios de manera segura y confortable, en el menor tiempo posible. Esto conlleva a ordenar la ciudad fomentando la proximidad, permitiendo reducir (que no anular) la necesidad de que los desplazamientos sean motorizados y aprovechar otros tipos de desplazamiento. Y es éste, y no otro, el mejor camino para seguir mejorando en la accesibilidad y la seguridad para elevar la calidad de vida de las personas.

También es tarea el garantizar que existan plazas de aparcamiento libres cuando se necesitan, no solo cuando nos toque la lotería de haberlas encontrado ese día, sin enfadarnos, sino estando agradecidos porque otro no la ha ocupado y doblemente agradecidos si tenemos la posibilidad de que la sociedad la ponga gratis a nuestra disposición.

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4 Comentarios

  1. JUBILADO
    JUBILADO enero 21, 22:28

    Interesante artículo Sr Beviá. Y eso que usted enfoca el problema como una cuestión de derechos. Yo lo veo como un mas que serio problema ambiental, que además incide notablemente en la mas que presunta estupidez humana.
    ¿como es posible que unas máquinas creadas para facilitarnos la vida nos la complique de manera creciente y sigamos perseverando en tan craso error?
    En España, 20.000 muertes prematuras al año, lo son por la contaminación del aire. El uso del coche tiene un coste aproximado de 28€ por 100Km.
    El numero de horas perdidos en atascos es ya terrorífico.Igual que las manifestaciones de malos modo agresividad, y falta de respeto, cuando se está “pilotando.
    ¿Como hemos llegado a esto? ¿tiene solución? Es dificil, porque somos capaces de prescindir de todo menos del “juguete”. Cuando suben los combustibles, disminuye el consumo de proteínas de calidad carne y pescado) y aumenta el de embutidos baratos y comida rápida. Tal vez la solución estaría en euna gasolina a cuatro o cinco euros.

    Responda a este comentario
    • Fernando Beviá
      Fernando Beviá enero 22, 08:56

      Sr. Jubilado, no puedo más que darle la razón. Existen muchos mitos acerca de la movilidad, y el artículo solo trata de algunos de ellos. Es un tema muy sensible para muchos, que consideran al coche como si ya fuera una parte de su propio cuerpo, una extensión del mismo. Si pudieran, no se bajarían del mismo. Un tema muy sensible en ésta, nuestra ciudad.
      Todos hemos visto las películas donde hay cines donde no hay cómodas butacas, sino que se disfruta de la proyección desde el asiento del piloto o el copiloto. En Daytona Beach existe, incluso, una parroquia donde se asiste a misa desde dentro del vehículo (no me quiero ni imaginar la cola para recibir la Comunión).
      Son muchas las ciudades, muchos años pensando y actuando para el coche, muchos intereses. Se necesitará, sobre todo, tiempo, para conseguir que prevalezcan otros intereses; respecto a los sitios, afortunadamente, ya hay experiencia en muchos lugares de otra manera de hacer las cosas, pensando en el peatón.
      Créame, un coche menos se nota. Se nota en menos emisiones, en menos accidentabilidad (si existe esta palabra), en el bolsillo del que no lo coge para ir a la esquina de su calle, … y se nota porque también suma: más seguridad, más sitio público para desarrollar actividades, más tranquilidad, más confortabilidad acústica… Otro coche menos provoca estos mismos efectos.
      Celebro que comparta conmigo la preocupación por la creciente magnitud que va alcanzando el problema, que, de seguir así, estallará.

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  2. JUBILADO
    JUBILADO enero 22, 13:40

    Fíjese donde llega el sinsentido, que aquí en Granada (ciudad donde actualmente resido) se está instalando una linea de Metro, parte en superficie y parte soterrado. Al ser una iniciativa de la Junta, y el Ayuntamiento ser de signo político contrario, se genera una agria polémica donde se esgrime por parte de los críticos al proyecto, toda clase de argumento de los mas variopintos, pero nunca se valora que con una longitud de mas de quince kilómetros, uniendo varias poblaciones del área metropolitana, y con una previsión inicial de un millón ochocientos mil pasajeros al año. Y en una ciudad literalmente colapsada de coches y que tiene el triste récord de ser la tercera de España en contaminación del aire. Ah y ena de sus centricas calles, se está valorando la posibilidad de prohibir el uso de la bici, porque “estorban a la circulación rodada”

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    • Fernando Beviá
      Fernando Beviá enero 22, 21:06

      Estimado señor Jubilado. Conozco el proyecto del metro de Granada y sus muchos intríngulis. Estoy redactando los PGOUs de dos municipios de su área metropolitana, como son Cúllar Vega y Otura. Conozco los colapsos de los accesos a la capital y la circulación por su ronda, que sufro las frecuentes veces que tengo que acudir a la ciudad de la Alhambra. Espacios magníficos de Granada como la Gran Vía de Colón, Reyes Católicos que podrían mejorar muchísimo con más restricciones al tráfico… parece que hay algo más que el Genil que nos hermana a Granada y a Écija.

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