Écija – El Portal Temático Cultural

Enero 2016 Ramón Freire Gálvez.

Ramón Freire

Entre los datos que guardo, me aparece uno, que consta en el Archivo General de Simancas, Signatura CCA. CED, 9, 149, 3, con fecha de creación del 5 de Julio de 1504, expedido en Medina del Campo, con el título: Temblor de tierra en Écija (Sevilla), que es una carta expedida por los Reyes al Corregidor de Écija (Sevilla), para que envíe información de los daños causados por el temblor de tierra, del día de Viernes Santo, especialmente en el Monasterio de San Francisco de dicha ciudad. El Instituto Andaluz del Patrimonio Histórico, en su reseña sobre dicho Convento dice: Fue en la ermita de San Gregorio, extramuros de la ciudad, el primer asentamiento que tuvo la comunidad de Frailes Menores de la Orden de San Francisco.

Tras elegirse un lugar en el centro de la población para proceder a la fundación, se iniciaron las obras, a las que se opuso varias veces el pueblo, llegando incluso a derribarlas. Gracias a la intervención de los caballeros D. Federico Manrique, D. Fernando de Aguilar y D. Juan Fernández Galindo, patronos de la fundación del convento, que mandaron custodiar las obras, pudieron proseguir hasta que se finalizaron en 1473…

Investigando sobre el citado terremoto que, al parecer, según de la anterior comunicación, en Écija sólo afectó al Convento de San Francisco (que junto con el de Santo Domingo y San Pablo, eran los dos únicos conventos de religiosos que habían conseguido ubicarse en el interior de la propia Ciudad, pues el resto de las demás comunidades de religiosos, en años posteriores, en su mayoría, lo hicieron extramuros de la Ciudad), encontramos que el epicentro del mismo se situó en la localidad de Carmona (… y que según la evaluación de los daños pudo alcanzar el grado nueve…), es decir a cincuenta kilómetros de Écija, por lo que nos lleva a pensar que dada la cercanía entre ambas ciudades, debió sentirse fuertemente en nuestra Ciudad y debió causar más daños de los mencionados, de los que, de haber sido así, no ha quedado testimonio de ello en los archivos ecijanos, o por lo menos yo no los he encontrado.

Según el Catálogo sísmico de la Península Ibérica, 800 a. C.- 1900, Apéndice II, Datos macrosísmicos, el terremoto acaeció a las 9,00 horas, con su localización en Carmona (Sevilla), y coordenadas del epicentro Coordenadas del epicentro: 37° 23’ N, 5° 28’ W, Intensidad máxima: VIII-IX, Magnitud: 6,8. En la búsqueda de datos sobre el citado terremoto, acudo a los Anales Eclesiásticos y Seculares de la Muy Noble y Leal Ciudad de Sevilla, de Don 2 Diego Ortiz de Zúñiga, que contienen sus más principales memorias desde el año de 1246 hasta 1671, Tomo III, publicadas el año de 1796 en Madrid y donde, en relación con dicho terremoto escribe:

“En Sevilla, en el año del Señor del 1504, Viernes Santo, día 5 de abril, como a la hora de Tercia, siendo Sumo Pontífice Julio II y Arzobispo de Sevilla D. Juan de Zúñiga, y reinando en Aragón, Castilla, Sicilia y Cerdeña los cristianísimos Reyes Don Fernando y Doña Isabel, mientras el Clero y el pueblo estaban juntos en la Catedral para celebrar los Santos Oficios, un repentino terremoto estremeció con horrible y cruel estruendo todas las iglesias y casas, de modo que amenazaban caerse. Todos los hombres, mujeres y niños daban tan grandes voces como si hubieran perdido el juicio, y se herían el pecho, temerosos de la ira de Dios, invocando el favor y auxilio del Señor y la Beatísima Virgen. Los caballos, los jumentos, los bueyes y los perros aterraban con sus aullidos. El Guadalquivir, elevado su nivel por tres o cuatro veces y sobremanera alterado, se desbordó, y parecía haber llegado el día del Juicio Final. Los que estaban en los campos aseguraban haber visto oscurecerse el sol y caer grandes granizos y que se abrían grandes pozos arrojando abundante agua por sus bocas, y los montes abiertos exhalando vientos con cenizas. En los pueblos de Carmona, Cantillana, Villanueva y Lora se cayeron los edificios, oprimiendo a muchas personas y hay quien afirma haber visto fuentes, cuyas aguas eran del color de la sangre, en los pueblos de Almadén, Cazalla, Gualdacanal y otros, que fueron casi enteramente destruidos”.

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