EL LENGUAJE DEL CORAZÓN: FAMILIA GARCÍA CARRILLO por Ceferino Aguilera Ochoa
“Soy un hombre de pocas palabras, pero hay una que siempre va conmigo, que es Hermano, que tiene “te quiero y siempre te querré” (Familia García Carrillo).
El lenguaje del corazón tiene color de Sangre, y de sangre enamorada. Este lenguaje sanguíneo palpita extendido en el modo de comunicarse que caracteriza a algunas personas buenas, esas que meditan en su interior lo que ven, lo que oyen, lo que viven, esas que no suelen hablar demasiado ni pronunciar largos discursos, pero que, sin embargo, contemplativas en la acción, saben hablar y obrar con sus silencios y escuchar con el corazón abierto de par en par, leyendo a su vez al que escucha, siempre sorprendido del calor de su alma: “la historia se hace con el corazón”. La voz interior y verdadera de estas personas refleja siempre una mirada limpia, trasparente. Por eso, cuando hablan, al fin, sus palabras, enraizadas en esa agua cristalina, viva, de lo humano, afloran, profundas, llenas de sentido, plenas de porqué, cargadas de verdad. Unas de esas personas con palabras verdaderas se llama Familia García Carrillo.
No es raro que cada persona tenga en su vida particular, privada, estas experiencias de verdad compartida, pero alegra sobremanera cuando se vive el lenguaje del corazón en esos espacios públicos de “Creación y Encuentro”[1]. La fuerza centrípeta de estos momentos de intimidad pública no engaña nunca y, lo que acaso asombra más, las palabras verdaderas que se dicen y que se escuchan, centrífugas, perviven en el corazón agradecido de los asistentes a estos actos públicos, en los que en ocasiones jamás uno se equivoca sino en aquello solo que más quiere.
Uno de esos lugares públicos es el Encuentro de Poesía “José María García Carrillo” al Cristo de la Sangre, que anoche, día 26 de septiembre, tuvo lugar en el ecijano templo catedralicio de Santa Cruz: hubo muchos momentos en los que se vivió la verdad de ese lenguaje del corazón: la voz y los silencios inconfundibles de María del Carmen Gómez Campos, que interpretó magistralmente el Padrenuestro y la saeta “Desde el corazón al cielo”, de José María García Carrillo, generadora del Premio Literario que lleva su nombre; las palabras coordinadoras, hondamente meditadas, de Juan Palomo Ibáñez, en su lectura del Acta del Jurado y en la entrega de Premios, cuyas voces poéticas estuvieron presentes (Daniel, Eduardo Ricardo, Feliciano), junto a la de Juan Carlos Carmona, Hermano Mayor, Ramón Freire, Ecijano de Oro que anoche consolidó los cimientos hermenéuticos del Certamen de Poesía al Cristo de la Sangre “José María García Carrillo”; la entrañable Familia García Carrillo, exaltando al Santísimo Cristo de la Sangre y a Nuestra Señora de los Dolores. Todos ellos y el público asistente con la Palabra de los Poetas, antologizadas por Ramón Freire:
Cada vez que te levante Écija al cielo estrellado,
Quiero verme perdonado por la paz de tu semblante…
Celestial en los cielos y Gitano en Écija, solar de Andalucía,
Que te celebra como Cruz de Guía y como irrefutable soberano…
Es pan de comunión, rico alimento, oferente en su cáliz de agonía,
Enseña de su amada Cofradía, del Barrio de Colón, firme cimiento.
“En la vida hay que tener suerte; en la vida hay que tener amigos. Yo he tenido suerte y también tengo amigos” (Familia García Carrillo).
Ceferino Aguilera Ochoa
[1]Permanece, señera en la N-4, acogiendo al viajero que llega a Écija, o acompañando al que sale de ella, el monumento diseñado por el llorado Marcelino Fernández Piñón y “bautizado” por la Familia García Carrillo: “Creación y Encuentro”. En dos solas palabras, entrelazadas con esa mano amiga que escribe, pinta, diseña, esculpe… queda rotulada la poética verdadera y la trayectoria humana del gran poeta de Hontanar, pintor, escultor, ensayista, artista experimental, académico, gran conversador, crítico de arte y literatura, profesor, político, maestro de maestros… alma de esa combinación de tertulia y sociedad literaria abierta siempre a la creación y al encuentro que conmueve por su reflexión trascendente, por su lúcida inteligencia y por su atormentado coraje. Pertenece a ese Senado de hombres representativos y cultos que desde ya hace seiscientos años siguen luchando, desde esa República de las Letras que deroga toda frontera temporal, por la difusión de un saber de la excelencia y por la salvaguarda de una humanidad plena, la necessitudolitterarum o comunión de las Letras. No solo fue un actor de cultura, sino también un constructor de comunidad cultural: Marcelino Fernández Piñón.
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