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Thomas Hobbes, un filósofo inglés, dijo que el hombre es malo por naturaleza, egoísta y antisocial, ya que todos nos impulsamos hacia un incansable deseo de poder, que solo cesa con la muerte. Con esto explica que el ser humano solo busca su beneficio propio y satisfacer su interés, aunque ello perjudique al prójimo.

Puede que el ser humano sea egoísta, pero no por naturaleza y la justificación para este argumento son los niños pequeños. Para ellos todo es bonito y perfecto, muestran una gran sencillez a la hora de hacer nuevos amigos con los que comparten, se ayudan y aprenden juntos. Pero cuando estos niños felices crecen y se adentran en la sociedad actual, en la que el egoísmo y la superioridad son las enfermedades más contagiosas, no se libran de ella, dejando atrás sus valores infantiles y adoptando una nueva educación, donde les muestran que para conseguir algo y triunfar en ello deben ser egoístas. Un gran ejemplo de ello son los líderes políticos, personas que, a pesar de las desigualdades sociales, guerras y conflictos, son capaces de irse cada día a la cama sin remordimientos, ya que son ajenos a los sufrimientos de los demás, porque ellos tienen la suerte de llegar a fin de mes y acumular dividendos y miles de millones de euros que, ni aunque vivieran miles de años, llegarían a gastar, por lo que ellos son egoístas porque quieren.

En conclusión, el ser humano no es egoísta por naturaleza, sino que es egoísta porque el serlo le da una ventaja competitiva, buscando su beneficio propio y sus intereses. El egoísmo es algo que con esfuerzo podría ser eliminado, pero no podemos buscar un cambio si nosotros no tenemos pensado cambiar.

Ana María Rivero Gajete

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