EL FASTUOSO RECIBIMIENTO QUE ECIJA, EN SEPTIEMBRE DE 1816, DISPENSO A ISABEL DE BRAGANZA, SEGUNDA ESPOSA DEL REY FERNANDO VII, Y A SU HERMANA, LA INFANTA MARIA FRANCISCA por Ramón Freire
Febrero 2015
Ramón Freire Gálvez
En el año de 1816 reinaba en España Fernando VII, quien casó en segundas nupcias, con Isabel de Braganza, hija del rey Juan VI de Portugal. En el mes de Septiembre cuando se dirigía la reina, desde la Ciudad de Cádiz, a la Corte, acompañada de su hermana la infanta María Francisca de Braganza (a la postre esposa del Infante Carlos, hermano del rey), se alertó por orden real a las ciudades y pueblos que se encontraban en el llamado camino real de Andalucía, a fin de que compusieran el camino desde Cádiz a la Corte, para el más seguro y cómodo viaje de las Augustas personas… (A la izquierda el rey Fernando VII, en el centro Isabel de Braganza y a la derecha, Infanta María Francisca de Braganza).
Dentro de ese itinerario se encontraba la Ciudad de Écija y a pesar de la situación política y económica por la que atravesaba España y por ende Écija, no hubo reparo alguno en los fastuosos preparativos, con que nuestra Ciudad se engalanó para el recibimiento de la reina y su hermana.
En la imprenta ecijana de Joaquín de Chaves, se imprimió un cuadernillo con tal motivo, donde se describe con toda clase de detalles el exorno de la Ciudad así como todo cuanto aconteció derivado de ello, habiendo llegado hace tiempo un ejemplar fotocopiado a mis manos, cuyo original se encuentra archivado en la Biblioteca Nacional de España, del que entresacamos los datos más interesantes, cuales son los siguientes:
Empieza bajo el título de: DESCRIPCIÓN EXACTA DE LAS DISPOSICIONES Y OBSEQUIOS CON QUE LA M. N. Y L. CIUDAD DE ECIJA Y SU FIEL VECINDARIO HAN MOSTRADO LOS DIGNOS SENTIMIENTOS DE SU AMOR, JUBILO Y RESPETO A LA REYNA N. S. Y SERENÍSIMA INFANTE, A SU TRÁNSITO PARA LA CORTE.
En un principio la visita estaba fijada para el día 15 de Septiembre de 1816, pero como quiera que la reina y la infanta se detuviesen en Sevilla más tiempo programado, se produjo un retraso en su llegada, por lo que no llegarían a Écija hasta el día 17, lo que supuso que el trabajo de adecentamiento y exorno de las calles, así como la provisión de víveres, se viera aumentado ante el retraso de dos días. Si el lector suelta la imaginación, conocedor de nuestras calles y plazas, que ilustraré con las primeras fotografías que de Écija tenemos y con la descripción tan exhaustiva que hace el autor, podrá fácilmente recrearse en cómo pudo ser dicho recibimiento y celebración. Para ello, siguiendo con la publicación referenciada, el autor, a modo de introducción, escribe:
Aunque el pueblo de Écija creyó haber colmado sus deseos con la ansiada visita de su Reyna y Serenísima Infanta, su hermana, su hermana, en la mañana del 15 del corriente mes, luego que se recibió la noticia de la detención de S. M. y A, en Sevilla y que con esta motivo, no realizarían su tránsito hasta el 17, empleó esos dos días en aumentar sus esfuerzos para hacer más solemne la entrada de tan ilustres viajeras, contribuyendo a ello con la mayor eficacia, tanto los Caballeros que formaban la junta creada a este fin, como los pueblos que auxiliaron al servicio de bagajes, etc, en especial los de Palma, Herrera y Marinaleda.
A continuación, el autor, comienza a describir lo dispuesto por la Ciudad, a través de la junta organizadora, una vez se tuvo noticia de la visita real y escribe:
A este efecto y precedidas las providencias, bandos e invitaciones del gobierno, se apresuró este a prevenir cuanto era conducente a la policía, aseo y recomposición de calles, abundancias de víveres y comodidad del inmenso gentío que de las ciudades, villas y pueblos de la circunferencia, concurrió a gozar del grandioso espectáculo que les ofrecía el apetecido momento de conocer a las augustas hermanas, y el vecindario, no menos solidario en contribuir a tan importante objeto, dirigió sus celosos cuidados a patentizar las dulces emociones de su alma, al ver cumplidos sus votos, por el dichoso enlace que le anuncia la felicidad de la Monarquía. Sería interminable la empresa de puntualizar minuciosamente el entusiasmo con que cada vecino (desde el más pudiente hasta el más necesitado) quiso explicar el placer de su corazón, en el adorno de sus respectivas casas, en la colgadura de sus fachadas y en la variada invención de las iluminaciones con que se decoró esta majestuosa escena; baste decir que se compitieron todos en acreditar el vivo interés que les merecía un acto tan serio como digno; y limitándose a dar una sucinta idea de lo que se ofrecía a la vista en la carrera por donde S. M y A, debían hacer su tránsito hasta la casa de la Excma. Sra. Marquesa de Peñaflor (destinada para el Real hospedaje) y desde ella hasta la salida al arrecife de Córdoba, que es precisamente la travesía del un extremo al otro de esta gran población, podrá hacerse un concepto más aproximado de la universal alegría y sincero conato con que estos naturales han mostrado la fidelidad que caracteriza a un pueblo, cuya principal gloria la cifra en señalarse por el amor a sus Reyes y la generosidad, que ha sido siempre la divisa que ha distinguido a estas fértiles provincias….
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