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El arqueólogo García Dils expone la verdadera dimensión de lo ocurrido con la destrucción del mosaico de Écija

El arqueólogo García Dils expone la verdadera dimensión de lo ocurrido con la destrucción del mosaico de Écija
marzo 11
09:13 2015

Los que me conocen saben que no soy dado a escribir las cosas en caliente. Lo que ha ocurrido en la Plaza de Armas, nuestro querido Picadero, es tan brutal, y la desolación que ha dejado en el corazón de tantísima gente es tan inmensa, que me parece que lo más apropiado es serenarnos y dejar que la policía haga su trabajo sin interferencias por nuestra parte. Aprovecho, eso sí, para agradecer las muestras de apoyo y solidaridad que nos han llegado de todo el mundo, y para agradecer también a la Policía Nacional y la Local que desde el primer momento se hayan volcado con esta cuestión, con profesionalidad y diligencia.

Dicho esto, sí me gustaría dar algunos datos, fríos, para que se valore en su verdadera dimensión lo que ha ocurrido.

Llevo vinculado a la recuperación del Picadero desde 1999, junto a otros muchos compañeros del Ayuntamiento, de la Universidad, así como profesionales independientes de distintas especialidades, que en diferentes fases han dado lo mejor de sí para llevar adelante este proyecto.
Este mosaico, tan querido para muchos ecijanos y tan admirado dentro y fuera de nuestras fronteras, apareció en la Plaza de Armas en febrero de 2002. Entonces, todavía quedaba bastante gente viviendo dentro del castillo, no teníamos ni siquiera vallas en todo el recinto y, hay que decirlo, veíamos diariamente a nuestro alrededor tráfico de drogas y pequeña delincuencia.
En los trece años que han transcurrido hasta hoy, solamente hemos contado con vigilante jurado en el recinto de la plaza durante 18 meses exactos, es decir, un año y medio. En los once años y medio restantes, nos ha pasado de todo, desde la “cosecha” diaria de jeringuillas hipodérmicas al principio del proyecto, hasta pequeños hurtos e incluso episodios vandálicos contra las instalaciones de la plaza. Sin embargo, NUNCA se le ocurrió a NADIE tocar una sola tesela del mosaico. Ni a drogadictos, ni a delincuentes habituales, ni a niñatos sin mejor cosa que hacer en la vida que destrozar mobiliario urbano. Absolutamente NADIE le puso un dedo encima a un mosaico que, con más o menos luces, todos entendíamos que era un patrimonio de todos, un legado de nuestros antepasados que habíamos tenido la suerte de heredar.

Por eso, cuando a pesar de que ahora, en marzo de 2015, fruto de la voluntad de sucesivos equipos de gobierno y de la labor de muchos técnicos y trabajadores, contamos con cámaras de seguridad, una carpa de protección y rondas nocturnas de la policía, se han producido los destrozos en la noche del 9 al 10 de marzo, creo que puedo decir con conocimiento de causa que no se trata de actos vandálicos achacables a falta de interés o de vigilancia. No. Lo que ha ocurrido ha sido un crimen premeditado y ejecutado sistemáticamente. No ha sido un robo, no. Ha sido la destrucción minuciosa de la imagen central de nuestro querido mosaico hasta no dejar ni huella del personaje doble que, con su mirada perdida en el tiempo, nos contemplaba impasible desde hace casi veinte siglos.

Las sociedades occidentales, que aspiran a estar formadas por ciudadanos libres e iguales, están prácticamente indefensas contra la barbarie ciega y descerebrada. No estamos en un Estado policial omnisciente y omnipresente. Todos recordamos que obras como la Gioconda de Leonardo da Vinci o la Pietà de Miguel Ángel han sido objeto de atentados destructivos, a pesar de encontrarse en el interior de algunos de los museos mejor vigilados del mundo. No, no se trata solamente de vigilancia. Se trata de educación, de sensibilidad, de conciencia cívica y, llegados a un extremo como éste, de investigación policial y de un castigo ejemplar.

Nosotros, todo el equipo que diariamente estamos trabajando en la Plaza de Armas, vamos a seguir haciéndolo. Con mayor empeño si cabe. Porque creemos que la barbarie no puede prevalecer, y que solamente con más Cultura podemos luchar contra estos monstruos cavernarios que, como vemos, no solamente pululan por los desiertos de Siria e Irak. También los tenemos en Écija.

Sergio García-Dils
Arqueólogo

mosaico-destruido2

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