EL ANIVERSARIO DE UNA SANTA por Francisco J. Fernández-Pro
Hoy, día 5 de septiembre, se cumplen veinticinco años de la muerte de la Madre Teresa cuando aún resonaba por todo el mundo el estruendo del vehículo accidentado, cinco días antes, de Lady Diana Spencer.
En la conmemoración de su primer aniversario, surgió con intenso ímpetu el quijote que llevo dentro al observar el vacío que -respecto a Lady Di- se le hacía a la Santa en todos los medios de comunicación. Tanto, que me pareció un agravio comparativo contra una entrega impagable de coraje, valentía y generosidad, personificado en una auténtica heroína de su tiempo y de todos los tiempos; un agravio al Amor y a la Memoria de toda la Humanidad. No pude remediar tomar la pluma y lanzarme a escribir lo que sentía:
Qué absurdo me resulta el Destino que sirve a los intereses de la ignorancia. Aquellos días, en los programas de las televisiones con mayores índices de audiencia –que son los que se alimentan de la basura-, recordaban por activa y por pasiva, el aniversario de la muerte de Diana Spencer, aquella niña pija metida a princesa que nunca cuajó, pero recortaba y casi ninguneaban el de la Madre Teresa de Calcuta: la antítesis misma de la ética, la estética, el compromiso, el cielo y la tierra de Lady Di.
De hecho, coincidiendo los aniversarios, Lady Di imperó tanto sobre los focos mediáticos y el papel cuché, que hubo muchos que ni se enteraron hasta pasados unos días del fallecimiento de Santa Teresa. A fin de cuentas, Diana siempre se rodeó de fotógrafos y campañas publicitarias teñidas –quizá por la necesidad de justificarse- de una filantropía de escaparate; sin darse cuenta de que, al final, quien vive de la imagen, por la imagen puede morir. Sin embargo, Teresa de Calcuta ejercía su reino (que ella sí que fue una reina) sobre las vendas de los heridos, las llagas de los leprosos, las caricias a los niños y los rincones más oscuros del dolor de los otros.
El Destino quiso que ambas murieran casi a la par. Sus aniversarios casi se tocan y, lo malo, es que el tiempo en los telediarios anda medido… ¡Qué injusto es el Destino cuando es injusto! Me jode que las audiencias reclamen la sonrisa estudiada de una niña bien. Siento, con la indignación más profunda, un terrible nudo en el estómago y creo que, con la Madre Teresa, la Salsa Rosa se me ha cortado.
Han pasado diez años ya y todo parece que se repite, aunque después de mas de dos décadas, me queda un consuelo impagable: la certeza de que el rastro de Madre Teresa se ha convertido en la realidad de una santidad reconocida mundialmente y ni los platós de las televisiones ni los reclamos del papel cuché han podido arrebatarle a la Santa de Calcuta su Corona de Gloria, lepra y pobreza; que así siempre sucede cuando, en el corazón de los hombres, alguien sabe dejar un ejemplo de luz tan brillante y un surco de Amor tan profundo.
Bendita sea.
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