DE PUTAS Y PUTOS por Francisco J. Fernández-Pro
Hace un par de días mi amigo y maestro, Genaro Chic García, me remitió un interesantísimo artículo sobre las Ordenanzas de Mancebías dictadas en Sevilla mediado ya el siglo XVI, más de medio siglo después de las dictadas en Écija -a finales del XV- con motivo de la visita de los Reyes Católicos a la ciudad y la prolongada estancia que disfrutó la Reina Isabel de Castilla en el Convento de Santa Inés del Valle (que hoy se nos sigue cayendo…)
En las Ordenanzas sevillanas, como en las de Écija, se contemplaban todos los aspectos sociológicos y sanitarios que implicaban la prostitución: desde la ubicación controlada de los lupanares, hasta el periódico control higiénico-sanitario de las meretrices; desde las libras de carne que debían consumir semanalmente las prostitutas, hasta las filiaciones de los llamados “padres de la mancebía” (los chulos, para que nos entendamos) y sus obligaciones para con las ordenanzas promulgadas.
Nuestros antepasados llegaron a la conclusión –y así lo expresaron en sus ordenanzas- de que la prostitución había sido, era y seguiría siendo algo inevitable y, a la vez, necesario para la Sociedad y, por tanto, era preferible regularla debidamente.
Creo que lo que hicieron los abuelos de los abuelos de nuestros abuelos, fue adelantarse en siglos a la aplicación de los principios fundamentales de la Imaginación Sociológica promulgada, para el estudio de las Sociedades, por Charles Wright Mills, Plummer y otros, que viene a decir que, para poder acercarnos -con rigurosidad- al conocimiento de la realidad de un acontecimientos social y poder analizarlo debidamente, hay que tomar la suficiente distancia de nuestras propias subjetividades (de nuestras creencias, de nuestros prejuicios, de nuestro propio componente cultural y educativo)… y, haciéndolo así, he de confesar que yo estoy completamente de acuerdo con nuestros antepasados: habría que legalizar la prostitución.
Todos somos conscientes de que las necesidades más intensas de los seres humanos –por instintivas y primarias- son las relacionadas con su sexualidad y el aspecto psicofisiológico de esta. Es la trampa de la Naturaleza para asegurarse la permanencia de la especie. Pues bien, hay que reconocer que es preferible que existan medios para poder aliviar estas necesidades, antes de que en los seres humanos –desde sus castraciones- prevalezca el instinto sobre la razón y se conviertan en animales irracionales (como, por desgracia, ocurre tantas veces).
Por otro lado, la legalización de la prostitución supondría el control, no sólo sobre los riesgos higiénico-sanitarios derivados de su práctica incontrolada, sino también –directa o indirectamente- sobre asuntos tan importantes como la trata de blancas, la prostitución callejera, el tráfico de estupefacientes o el blanqueo de capitales. ¿Cuánto dinero mueve este negocio? ¿Cuánto podría ingresar la Hacienda Pública si se legalizara?
Más con todo, creo que lo más importante sería la seguridad jurídica y laboral que conseguirían quienes desempeñan la prostitución.
En cuanto a la consideración ética del asunto, para los que puedan escandalizarse por estas letras, los invito a reflexionar sobre una pregunta que yo me hago muchas veces: ¿No es más honrado el dinero que recibe quien, con su cuerpo, hace feliz a otro ser humano y lo libera de sus frustraciones, que el que exigen pingos de medio pelo –sin otro oficio ni beneficio que vivir del cuento- por descubrir sus intimidades en televisión? ¿No es más honrada la minucia que alguien –sin trabajo y con hijos- pueda percibir ofreciendo su cuerpo, que la minuta del leguleyo fullero que manipula la letra de la Ley para dejar libre a un asesino o culpar a un inocente?
Créanme, nuestros antepasados lo tenían clarísimo y, en la Historia de la Sociología, las putas siempre fueron más necesarias que el fútbol.
Desde siempre ha sido más prestigiosa la posesión por compra que por alquiler, pero, aparte de no ser incompatibles, cada una tiene sus ventajas. Después de todo, como decía el Arcipreste de Hita: “Como dise Aristóteles, cosa es verdadera,
el mundo por dos cosas trabaja: la primera por aver mantenençia; la otra era por aver juntamiento con fembra placentera”. O sea, por tener resuelta la “cuarta vital” del vientre, como nos decía de adolescentes don Antonio, un simpático cura salesiano de Córdoba. Si encima las cosas se hacen con amor, entonces miel sobre hojuelas.
Lo que dije: amén, Maestro, amén…
Razón llevas, amigo Paco. De la primera a la última línea.