De fraile a bandolero de los Siete Niños de Écija
En el apartado dedicado a los Bandoleros y a los 7 niños de Écija, recogemos el artículo publicado en Aguilar Digital, en el apartado de Perfiles Aguilarenses, dedicado a Fray Antonio de Legama
Este exponente del bandolerismo andaluz de las primeras décadas del siglo XIX, acreditado como fraile profeso por haber tomado el hábito de los Terceros Franciscanos, era natural de Aguilar de la Frontera, donde según su propia declaración había venido al mundo en 1782. Bastante joven, aunque se desconoce el año exacto, viajó a Sevilla para internarse en el cenobio que la citada Orden tenía en la capital andaluza. Existe un documento en el Archivo Municipal, fechado el 30 de septiembre de 1815, mediante el cual, Inés Cosano, madre del religioso, solicitó que su hijo, que contaba con 33 años de edad y que debía llevar algún tiempo residiendo nuevamente en el pueblo, fuese dispensado temporalmente de la clausura para poder socorrerla:
“…los que suministra su hijo religioso, Presbítero de la Orden Tercera de San Francisco, de manera que hasta el presente, con bastante trabajo, ha podido pasar con la personada asistencia del citado su hijo, partiendo con ella los cortos emolumentos o estipendios de las misas. Este hecho es constante, y también lo es que otros dos hijos varones, en quien podría librar su diario alimento, se puede decir que los ha perdido por haber fallecido el uno en la desgraciada acción de Medellín en Extremadura, y el otro haber embarcado para las Américas, sirviendo a V. M. en el Real Cuerpo de Cazadores de Navarra (…) Y en consecuencia concederle la gracia de que el nominado Fray Ignacio de la Gama, permanezca en sus casas, sosteniéndole y ayudándole, como hasta aquí, con retención del Santo Hábito que viste, expidiéndole su temporal licencia con dicho objeto”[1].
Aunque el nombre facilitado por Inés Cosano plantea dudas sobre la identidad del monje, al denominarlo como fray Ignacio, es admisible la variación considerando que las personas metidas en religión tomaban un sobrenombre cuando vestían el hábito.
Muchos meses trascurrieron hasta que la solicitud recibió respuesta del superior de la Orden Religiosa y del Supremo Consejo, quienes en julio de 1816 daban su beneplácito a la petición de la anciana mujer, aprobación que no sería suficiente para lo pretendido, ya que el obispo de la Diócesis denegaría el permiso razonando lo siguiente:
Fray Ignacio de La Gama ayuda a sostener a su madre, y aunque por esta razón sería justo concederle que permaneciese en su compañía, me inclino a creer que sería más conveniente que se reúna a su comunidad, porque su conducta y distracciones que tiene en aquel pueblo lo exigen de este modo[2].
Aunque la falta de pormenores en la resolución impide conocer con mayor exactitud qué cosas de la conducta del religioso desagradaban al obispo, y a qué distracciones se dedicaba el fraile aguilarense , todo apunta que su vocación debía de ser muy inconsistente.
La misiva del obispo ordenando la salida del monje franciscano de la localidad en tres días, le obligaba además a realizar el viaje de vuelta a Sevilla sin pernoctar fuera de los conventos, mandatando que hiciese escala en los cenobios de las ciudades o pueblos que encontrase hasta llegar a su destino[3].
Presumiblemente contrariado y disgustado, el religioso tomó el camino de vuelta a Sevilla el 8 de Agosto de 1815, y el día 9 o 10 arribó a la denominada Venta Nueva, situada en las afueras de Écija, donde contactó con algunos elementos de la gavilla de bandoleros a la que se acabaría uniendo, dando un giro radical a su vida:
En la Venta Nueva se juntó con un tal Becerra[4], que le parecía ser de Lorca o Murcia, un tal Juan, cojo del pié izquierdo[5] y Antonio Muñoz, naturales de Écija. Que después se reunieron con Pablo, alias Ojitos, natural de la misma ciudad. Diego Meléndez natural del Reino de Granada, y un tal Pedro natural del mismo Écija. Y pasado algún tiempo con Sebastián el Hornero y el nombrado Candil, naturales de dicha ciudad de Écija, y con Manuel Remacho de Granada[6], y posterior con el nombrado Portugués, natural de Portugal, individuos de que se componía la partida nombrada los Niños de Écija, manifestando varios robos y excesos cometidos por dicha partida, y que en los más de los cortijos de Écija les aprovisionaban y suministraban lo que necesitaban, sin designar personas ni caseríos por más preguntas que al intento se le hicieron”[7].
El texto proviene de la primera declaración que realiza fray Antonio de Legama en la Cárcel Real de Aguilar tras ser detenido el 25 de julio de 1817. Contaba con 35 años de edad, dos de los cuales había dedicado a delinquir como destacado miembro de la famosa partida de bandoleros. De los días que pasó como recluso en su pueblo hemos dado cumplida cuenta, restando abordar los avatares que pudo sufrir en los últimos días de su vida.
Por las declaraciones que realizó ante el alcalde, deducimos que se mantuvo en la cárcel local al menos hasta finales del mes de agosto o principios de septiembre. Finalmente fue trasladado a la capital andaluza para ser juzgado. La sentencia de la Sala del Crimen de la Audiencia de Sevilla aclara lo que supuso para fray Antonio de Legama subir al patíbulo el 27 de septiembre de 1817, donde fue ajusticiado a garrote vil por el verdugo Andrés Cabezas.
De nada sirvieron las súplicas de su antigua Orden Religiosa intentando que se le conmutase la última pena. Lo que aconteció con sus restos mortales se desprende del texto de la sentencia que determinó la ejecución, redactado en los siguientes términos:
“Don Simón Miguez. Escribano del Rey nuestro señor de cámara y gobierno de la Sala del Crimen de la Real Audiencia en las ausencias, ocupaciones y enfermedades del Señor Don Juan Nepomuceno Fernández y Roces del consejo de S. M. y su secretario honorario;
Certifico que por ante mí en este día, se pronunció en la Sala la sentencia cuyo tenor y notificaciones que hice en su virtud y una diligencia puesta a su continuación, es como sigue:
Sentencia: En las causas que formaron las justicias de Écija, Carmona, Fuentes ,Lora del Río, Marchena y Osuna, contra Pablo Aroca, alias “Ojitos”, Juan Antonio Gutiérrez, conocido por el Cojo, Francisco Najera, alias Becerra, José Martínez, El Portugués, el P. llamado El Fraile, y demás personas que componen la cuadrilla llamada de Los Niños de Écija, por salteadores de caminos, incendiarios, asesinos, forzadores de vírgenes y mujeres honradas y otros delitos: que reunidos en este Tribunal y substancias en rebeldía de los expresados reos con los estrados del mismo, y la parte del fiscal de S.M. fueron vistas y sentenciadas conforme a la Ley; habiendo sido aprehendido José Alonso Rojo y Fray Antonio de Legama , religioso profeso, sin ordenes, confesos y convictos en haber sido de los bandidos de dicha cuadrilla. Vistos.
Fallamos atento a la causa y a la declaración del desafuero hecha por el Juez Oficial y Vicario General de este Arzobispado y en 22 del corriente, más que debemos declarar y declaramos que los expresados José Alonso Rojo y Fray Antonio de Legama, se hallan comprendidos en la sentencia de prescripción dada por la Sala contra dicha cuadrilla en su consecuencia mandamos que José Alonso Rojo, sea arrastrado, ahorcado y puesto por los caminos y que Fray Antonio Legama en su consideración a su cualidad y a la súplica del Juez Oficial y Vicario General, sufra la misma pena de muerte en garrote. Que se entregue a los escopeteros de la Villa de Aguilar, que aprehendieron a Fray Antonio de Legama y en su nombre a Don Pedro García de este comercio, los mil ducados ofrecidos: y por esta nuestra sentencia, que con condenación de costas se ejecutará, así lo pronunciamos, mandamos y firmamos con lo acordado
Don Teodomiro Escudero. Don Manuel Troyano. Don Eugenio de Lanumbide. Don Laureano José Donado. Don Blas de Arahuete.
Sus antiguos compañeros religiosos, los frailes Terceros, quisieron después de ejecutada la sentencia recoger el cuerpo de su hermano para darle sepultura, pero no les fue permitido, y aunque no se consideró en el dictamen, el cuerpo de fray Antonio de Legama, el Fraile, fue desmembrado y cuarteado y colocado por los caminos siguiendo las bárbaras costumbres de este país en esa época.
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[1] OLIVARRIETA – RODRÍGUEZ. o.c. 222
[2] Ibid. 232-233
[3] Ibid.
[4] Se llamó Francisco Narejo y era natural de Murcia. Permaneció en la gavilla desde 1816 a 1818.
[5] Se llamó Juan Antonio Gutiérrez y era natural de Écija. Ingresó en la gavilla a fanales de 1816 y fue ejecutado el 7 de febrero de 1818.
[6] Perteneció a la cuadrilla desde mediados de 1817. Fue capturado en Aguilar aunque no se conoce la fecha en que fue ejecutado.
[7] OLIVARRIETA – RODRÍGUEZ. oc. 238.
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