Écija – El Portal Temático Cultural

Fco. Fernández-Pro

Como siempre, ando a tope, aunque alguna de las últimas encomiendas me han ilusionado bastante, como la de ponerle texto a las musas de mi admirada Amiga la pintora catalana Consuelo Buesa para el catálogo de su última Exposición. Una Exposición llena de Arte, originalidad y conocimiento que, contra lo que muchos piensan -sobre todo los mediocres que, por falta de calidad propia, excusan cualquier bodrio-, no sólo no están reñidas entre sí sino que deben ir de la mano o del beso.

Pues bien, finalizado el encargo, entablé conversación con mi Amiga sobre la sugerente temática propuesta para su exposición: cómo la dualidad de la Naturaleza humana había imaginado a los dioses clásicos como expresión de su propia humanidad. Cómo el Hombre creó a los dioses antiguos a su propia imagen y semejanza.

Sin embargo, al ser el Hombre imperfecto, había ignorado la cualidad más envidiable de la divinidad: el equilibrio, la Perfección. Por eso los dioses resultaban tan humanos en sus vicios y sus taras. Tanto que, aunque pretendieron divinizarlos, siempre resultaron reos de sus propias culpas.

“Igual que los políticos”, coincidíamos los dos. Después de tanto aplauso comprado componiendo el gesto y simulando una excelencia imposible, muchos se han sentido en la dimensión de los intocables. Triste realidad de los hombres desnortados, trampa para el Ego sublimado, cubil de las conciencias narcotizadas.

Pero es así: en el Olimpo, en la Política y allá donde anida el Poder, prima tanto el interés y la soberbia, que todos los extremos pueden tocarse y cualquier pecado cometerse. Por eso los dioses son como somos los hombres y, por eso, mi Amiga Consuelo los muestra tal como son: iracundos, embaucadores, envidiosos, intransigentes, vengativos, egoístas, mentirosos…

Más estos politicastros, esta gente mediocre y chabacana que, según convenga, son santones o puteros, próceres o lameculos arrastrados; estos parásitos que tanto nos escandalizan, nos estafan y nos menudean, deberían saber que no son dioses ni serán eternos… Aunque nunca sepamos los atónitos, los ciudadanos inocentes, hasta cuándo -los que los votan- dejarán que abusen de nuestra paciencia.

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