CAPÍTULO XLII: DE ALGUNOS HECHOS, SUCESOS, ANÉCDOTAS DE LA CIUDAD DE ECIJA: EL PERRO CURRO, COLEGIO SALESIANO, SANTOS DE ÉCIJA… por Ramón Freire
Enero 2018
Ramón Freire Gálvez
En uno de mis capítulos anteriores, concretamente en el XXXII (Agosto 32017), aporté una noticia que, a nivel nacional (Imperio del 18 de Febrero de 1954), se había publicado sobre un perro llamado Curro, que en Écija hacia las delicias de los niños. Pues bien, dos años largos más tarde, es el semanario local Écija, de 1 de Diciembre de 1956, dentro de su sección “De la vida diaria”, quien publica un amplio reportaje sobre dicho perro, que decía así:
“Curro”, nuestro amigo. Esta crónica de hoy queremos dedicarla a “Curro”, ese can grandote y bonachón, de todos familiar en el más benevolente sentido de la frase, y de todos amigos, noble e inteligente y el que ya en otras ocasiones ocupó un lugar destacado en la prensa y radio nacionales, con motivo de su diaria espera a la puerta de los grupos escolares, para portar sobre sus lomos a los más pequeños y ladrar esténtores y amenazadoramente cuando estos, en sus peleas de niños, rodaban por el suelo entre el llanto más o menos alarmante del vencido.
“Curro” pues, es el can de todos, a nuestro juicio es el animal amigo que empequeñece la Ciudad, que la estruja hasta reducirla, puesto que parece la mascota de un pequeño pueblecito de esos, andaluces o castellanos que nacen a los lados de unos metros de la carretera principal, en cuya única calle, sus habitantes se conocen como una gran familia, se visitan diariamente, se ayudan y hasta se enamoran para crear los hogares eternos después de una varada, en las vísperas de una feria en la que siempre se canta y se reza a una Virgen, o días después de la venta de la becerra, que se hizo vaca productora con el cuidado y mimo de todos.
Pero, en fin, esta crónica de hoy va dedicada a “Curro”, nuestro “Curro”, el que con su paso cansino se dirige todas las mañanas al mercado de abastos y con ojos de agradecida tristeza espera paciente la presa que gustosamente le ofrece todo comerciante de los que orlan el recuadro del coso, amigos que le quieren y los que cuando alguna mañana tarda en llegar ya temen cualquier desgracia que pueda haberle ocurrido durante la noche anterior.
“Curro” termina su ronda mañanera, tranquila, silenciosa, pacífica y sale por una de las puertas traseras de la Plaza en despacioso andar, hacia los hogares comerciales o no, donde también lo obsequian y lo miman, presto siempre, furioso uy leal a la defensa de sus moradores para lo que sería capaz, estamos seguros, de sacar a flote la fiereza que denota su presencia grandotamente bella.
Por las tardes “Curro” se dirige a su descanso y su sesteo pasa al sol o a la sombra de los árboles que rondan la tarea noble de sus amos.
En la temporada estival “Curro” parece más triste, así lo hemos observado algunos medios días ante la puerta de un grupo escolar en descanso, como esperanzado en un otoño próximo, cuando las tareas estudiantiles les regale las gratas horas de aguantar al jinete risueño, sin ningún gruñido de molestia y si con el contento de su inocente y preciada carga.
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★CAPÍTULO XVI: DE ALGUNOS HECHOS, SUCESOS, ANÉCDOTAS por Ramón Freire
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