CAPÍTULO LIII: DE ALGUNOS HECHOS, SUCESOS, ANÉCDOTAS DE ECIJA: TOROS, BANDOLEROS, INSTITUTO LABORAL… por Ramón Freire
Mayo 2018
Ramón Freire Gálvez
Voy a iniciar este capítulo con un recuerdo para un amigo mío, pintor de brocha y de apuntes taurinos, cual fue Antonio Jiménez Torres “Antoñili”, quien, cuando presente el libro “Los títulos que el pueblo concede, apodos ecijanos”, me regaló un pequeño cuadro con una estampa taurina campera, que tengo colgado en mi casa, con inmenso cariño y preciado tesoro.
Era hermano del torero ecijano Bartolomé Jiménez Torres y en la revista de feria de Septiembre Écija 1967, le dedicó a su hermano un pequeño poema, ilustrado con el apunte que aporto al mismo y que decía así:
“Apunte Taurino. A Bartolomé Jiménez.
El portón abre su boca
Con los dientes de madera,
Y escupe sobre la plaza
-rubia ruleta de feria-
La negra bola de la suerte
De un toro negro de seda.
La bola le da rodando,
Diez vueltas a la barrera,
Y un peón de rosa y plata
Va observando su carrera.
Un problema de cornadas
Sobre un encerao de arena ¡¡resuélvelo,
tu, maestro Con tu capote de brega…!!
Otra vez Écija y los bandoleros de la famosa partida de Los Siete Niños de Écija, aparecen en una noticia que encuentro en La Vanguardia Española del día 24 de abril de 1969 y que dice así:
“LA CALLE Y SU MUNDO: EL TORERO BANDIDO. Inauguración de la feria con toque de diana y disparo de voladores (Los programas viejos).
Hablando ayer de las ferias salamanquinas, me acordé de José Ulloa a) Tragabuches, que tomó la alternativa de manos de Gaspar Romero, en Salamanca, en septiembre de 1802. Hasta mediados del siglo pasado no se construyó un coso circular y las corridas se celebraban en la Plaza Mayor. Lidiaron reses en este ámbito Pedro Romero y José Delgado a) Hillo, entre otros ilustres matadores. Fue famosa la presentación de Tragabuches, porque al ser cogido su colega y padrino, que murió de resultas de la cornada, el diestro despachó con arte y valor la tanda de cornúpetas. En la ciudad se dice que estaba presente el gran Pedro, que salió al ruedo sin permiso de la autoridad y estoqueó al bicho vengando de esta guisa la muerte de su hermano. Se ve que la sangre ha corrido en la Plaza Mayor de Salamanca.
He leído hace años algunos trabajos que relatan las andanzas de Ulloa en la cuadrilla de Los Siete Niños de Écija.
Cuáles fueron las razones que le obligaron a dejar la muleta y el estoque y armarse de trabuco es cosa que todavía preocupa a los estudiosos de nuestro bandidaje romántico. Parece que Ulloa alternaba sus actuaciones en los ruedos con el contrabando gibraltareño.
El diestro vivía en Ronda, que era una magnífica estación receptora de alijos. Ronda, era un nido de águilas. Y aconteció que el torero Francisco González a) Panchón, admirador del toreo rondeño, le envió un recado contratándole para alternar con él en Málaga. Ulloa ensilló su caballo, verifica unos caracoleos por las calles del pueblo, se bebe una copa a la jineta y emprende carrera por el campo malagueño.
Pero Ulloa tuvo la desgracia de embestir contra un árbol y regresó mohíno a la Ronda. “La Nena”, su mujer, no le guardó ausencias y allí se armó un finibusterre. Mata Tragabuches a su mujer y al amante, escapa al monte y al poco comienza a rodar la noticia der que forma en la gavilla de Los Siete Niños de Écija, que mandaba Pablo Aroca a) Ojitos. Los asaltos, robos y crímenes cometidos por los siete bandoleros fueron incontables. La más célebre hazaña de Los Niños fue la captura del tesoro conocido por La Luisiana, que desembarcado en Cádiz era enviado con fuerte escolta a la Real Hacienda. Los ecijanos camparon por sus respetos entre Córdoba y Sevilla, por espacio de seis años, tuvieron sus bajas, que fueron cubiertas rápidamente y terminaron casi todos en la horca. Se salvó de tal ignominia el antiguo torero.
¿Qué hizo el diestro que enloqueció con su bravura al público de la Plaza Mayor de Salamanca? Nada se supo después de que la partida fue aniquilada.
Tragabuches escapó al patíbulo y eso sí que es importante, pero por la serranía se cantó unas coplilla que le aludía:
Una mujer fue la causa de mi perdición primera, no hay perdición de los hombres, que de mujeres no venga.
Hay en la vida del diestro frustrado un estigma de fatalidad. Don Natalio Rivas cuenta que corrido el medio siglo XIX, servía de guarda en una hacienda andaluza, un viejo gitano desconocido, pobre y triste. Guardaba en una arqueta unas monedas de oro. Se supo esto cuando falleció.
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★ DE ECIJA: TOROS, BANDOLEROS, INSTITUTO LABORAL… por Ramón Freire
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