BOTÍN, LA LIBERTAD Y LOS DESAHUCIOS por Francisco J. Fernández-Pro
De las muchas sentencias atribuidas al célebre matador de toros, El Guerra (sabiduría popular sobre dos piernas), una que, en realidad, la pronunció Charles-Maurice Talleyrand Périgord, primer ministro francés de Luis XVIII, es la que afirma “lo que no puede ser, no puede ser y, además, es imposible”.
La traigo a colación porque, cuando me enteré de la muerte de Emilio Botín, lo primer que se me ocurrió fue escribir un artículo que resultara encomiástico con el finado, a la vez que una reflexión sobre las bondades del sistema bancario bien gestionado. A fin de cuentas, creo que –pensándolo bien- quienes realmente acabaron igualando a los hombres (aparte de Samuel Colt, por supuesto), fue el Sistema bancario y, no sólo porque todos acabamos entrampándonos con ellos, sino porque ellos fueron los que proporcionaron a los ciudadanos la sensación de libertad.
Sí, no se extrañen, porque la Libertad, realmente, es una sensación virtual más que una realidad en sí misma. Se puede ser libre y sentirse encadenado a un montón de cosas; y viceversa: podemos estar encadenados y, sin embargo, sentir que somos libres.
Así ocurría, por ejemplo, con los españoles de los sesenta del pasado siglo: a pesar de la miseria de la postguerra y de la Dictadura, comenzaron a tener sensaciones de libertad, en el momento que pudieron firmar unas letras y comprarse un frigorífico, una lavadora y, sobre todo, un seílla con el que poder liberarse de la rutina de todos los días, para dominguear por los alrededores del pueblo.
Esta es una realidad para la reflexión: la mayoría de los ciudadanos nos sentimos libres cuando, gracias a un crédito, pudimos abandonar el hogar paterno o montar un pequeño negocio o darle a nuestros hijos los estudios o los privilegios que nosotros no pudimos disfrutar o, simplemente, cuando pudimos realizar el viaje en barco o en avión que habíamos soñado desde siempre. Esta ingenua sensación de libertad está en el meollo y los beneficios de los bancos que, no nos engañemos, sólo son empresas que median entre los que tienen dinero para vender y los que necesitan comprarlo para hacer realidad sus ilusiones.
Pues estaba pertrechando el artículo sobre la muerte de Botín (¡tan lejos!), cuando me entero del desahucio decretado en Écija (¡tan cerca!) contra una mujer joven, madre de tres hijos pequeños. El piso en cuestión, lo peritó el banco en 60.000 euros; lo que debe la mujer, son 13.000 (en una palabra: usura salvaje y mamona). Si nadie lo remedia, el piso saldrá a subasta en el mes de octubre y esta mujer con sus hijos tendrá que buscarse la vida y un techo para dormir (en otra palabra: putada de gente sin alma)
Ante tamaña injusticia por parte de un banco, esa sensación de libertad de la que hablaba, me parece –más bien- el espejismo de los imbéciles. En realidad, cuando firmamos un crédito, estamos encadenándonos por los huevos (y perdonen el machismo cuando, además, la víctima es una mujer, pero es que, fonéticamente, la palabra “ovarios”, no satisface el sentido de indignación y estupefacción que invade el cabreo que siento en estos momentos).
A raíz de mi artículo en Ecijaweb, titulado “El Paredón de Marinaleda”, respondí a la intervención de una lectora que firmaba como DORA, con la siguiente afirmación: “… estoy absolutamente de acuerdo con usted en que es imprescindible, para los demócratas, luchar con todas nuestras fuerzas a fin de conseguir que se dicten normas básicas, para que cualquier sistema económico en el que se desenvuelva un Estado de Derecho como el nuestro, salvaguarde siempre –y como cuestión ineludible y prioritaria- los de todos los seres humanos.” Hoy, los hechos, me reafirman en esta convicción; y, por eso, ante la ausencia efectiva de esas normas, mi cabreo es mucho mayor.
Mi amigo Diego de los Santos, cuando –a comienzo de los años noventa- tuvo que defenderse de todos los que lo criticaban por ser el único eurodiputado español en no firmar el P.A.C., me decía: “Paco, este es un Plan malo para Andalucía; pero, además, está diseñado por economistas… y los economistas son gente que no tienen corazón”. Yo no digo tanto porque, además, tengo muy buenos amigos economistas; pero sí digo que los bancos son bancos y que el Gobierno debería evitar las putadas de la usura, porque cuando se trata con las ilusiones, la vida y el futuro de los seres humanos, hay que dejar un poco de lado el mercadeo y tener una mijita más de humanidad.
Quisiera agarrarme a esa esperanza –para la Dignidad del Hombre- que debe proporcionarnos un Estado de Derecho civilizado, aunque, en el fondo, me temo que todas estas letras son sólo un diálogo para sordos, porque –con la sabiduría de Tayllerand y la fonética del Guerra- los bancos son lo que son y lo que no pué zé, no pué zé y, además, ez impozibl
No se equivoque, Francisco, la única que nos iguala a todos es la huesuda.
Señor Patricio, aunque en efecto la Parca es la que más nos iguala, permítame señalarle que también hay muchas otras cosas que lo hacen( como bien nos recordaba el bueno de Don Francisco de Quevedo), desde las molestas legañas de por la mañana a los jodidos retortijones de barriga…
Un saludo muy cordial
Cuando se muere un gran banquero es como si se muriese un obispo, un supervisor de la comunidad que vive de, y en torno a, una fe. Porque el dinero hoy es pura fe (fiduciario, se dice) y no existe fuera de nuestra cabeza en cuanto que comparte la creencia con otras personas, como cualquier otro dios. Tenga las estampas que tenga. Si dejamos de creer en la peseta, la peseta no existe; y si dejásemos de creer en el euro, pues lo mismo. Escribía en 1864 N.D. Fustel de Coulanges: “Una creencia es la obra de nuestro espíritu, pero no somos libres para modificarla a nuestro gusto. Ella es nuestra creación, pero no lo sabemos. Es humana y la creemos un dios. Es el efecto de nuestro poder y es más fuerte que nosotros. Está en nosotros, no nos deja, nos habla en todos los momentos. Si nos ordena obedecer, obedecemos; si nos prescribe deberes, nos sometemos. El hombre puede domar a la Naturaleza, pero está esclavizado a su pensamiento”.El dios trascendente, el Dios tradicional, ha cedido buena parte de su poder al dios Dinero, que es inmanente, o sea que no depende más que de nuestra creencia en nuestro poder como humanos. Pero seguimos siendo esclavos de nuestras creencias. Y los banqueros las administran hoy como sus sacerdotes. Tal vez deberíamos replantearnos nuestras creencias de nuevo si con las que tenemos nos hacemos más daño que beneficio. ¿No crees, Paco? Estoy contigo.
Querido Maestro, estoy completamente de acuerdo cn tu exposición. De hecho, en la misma respuesta a DORA que señalo en mi artículo, afirmaba que, para muchos, el Sistema Económico ya se ha convertido en una Religión…
Y pensándolo bien, supongo que a esa actitud de usura insolidaria, se referiría Jesús de Nazaret, cuando sentenció que “no se puede servir a Dios y al dinero” (es decir: “lo que no pué zé, no pué zé y, además,…” )
Un abrazo.
Cuando he visto la alegórica viñeta de su artículo creí que iba usted a referirse de una u otra manera, al recién fallecido personaje. Yo, al contrario que usted con su primer impulso de de escribir algo encomiástico de Botin (redundante apellido) procuro sentir agria indiferencia. Y es que me hago siempre la misma reflexión, quizás simplista a por mi parte; alguien que a lo largo de su vida logra almacenar esa fortuna, ha debido hacerlo dejando mucha miseria en la cuneta. Aunque seguro que otros argumentarán que el resultado ha sido la creación de riqueza que redunda en beneficio de todos. Y no lo digo porque sienta especial aversión sobre este hombre, que al fin y al cabo es uno mas en el proceloso mundo de personajes tan poderosos que determinan nuestra forma de vida, nuestra manera de pensar y hasta nuestra democracia.
Un saludo, Sr. Fernandez Pro.
Sr. JUBILADO, me alegra muchísimo volver a velos por estos lares.
Como usted bien dice, mi primer intento era encomiástico y lo era porque, para mí, una Sociedad avanza gracias a un motor económico en el que intervienen varios factores y la Banca es parte consustancial de ese motor.
Pues bien, en este ámbito -como en todos los de la vida-, hemos tenido gente de todo tipo (corruptos, honestos, justos e injustos,…(; y, entre tanto corrupto y gestores incapaces, Botin ha muerto con un indiscutible halo de buen gestor y la incuestionable aportación, a la Banca Española, de una Entidad que goza de prestigio en todo el Mundo.
Dicho esto -y ahí está el “pero” que, creo, planteamos los dos-, no podemos perder de vista los inmensos márgenes de ganancia, las usuras y las inflexibles posturas de muchas Entidades, ante las necesidades y los problemas de los ciudadanos. Precisamente, por eso, el giro de mi artículo en su propósito inicial, la reflexión que propongo y ese último “lo que pué zé, no pué zá…”, con el que lo finalizo.
Un saludo, muy, muy cordial.
Su “pero” es el mio. Aparte de otras consideraciones. Por ejemplo, y que se sepa, fue salvado in extremis por su amigo Felipe, de un asunto muy feo de evasión de capitales. Cosas de patriotas…..
Y disculpe. Si le sigo no lo hago con animo inquisidor. Procuro discrepar solo lo imprescindible a la vez que disfruto de su verbo.
Un saludo desde Granada.
Pues ya sabe, amigo mío: mientras más datos, más ciencia y menos ignorancia…
Gracias por sus aportaciones.