La Plaza de Toros se abrió la noche del pasado sábado
para acoger la XXVIII Noche Flamenca de Écija, que tras
cinco años de paréntesis devolvía a la
ciudad la preeminencia de un arte que es esencia de lo andaluz
y por ende de los ecijanos. Un festival que se cerró
con un gran éxito, tanto por la calidad de los artistas
y su generosa entrega como por el buen número de aficionados
que respondieron a la cita, en torno a mil trescientas personas.
Un festival conducido por Manolo Curao, de Canal Sur Televisión,
que se inició al filo de las diez y media de la noche
con las guitarras de Manolo Franco y Salvador Gutiérrez,
que hicieron su particular homenaje a Paco de Lucía tras
ser distinguido éste con el Premio Asturias. Inmediatamente
después, subió al escenario José de la
Tomasa, que obtuviera su primer contrato como profesional hace
muchos años precisamente en Écija. Acompañado
por el toque de Manolo Franco, desplegó con su profunda
voz tarantos y cantes de la Alameda, para recalar por alegrías
en uno de los momentos más álgidos, rematando
su actuación con fandangos.
A continuación llenó el coso de Pinichi la gitana
voz de Manuel Moneo. Un cantaor que hizo honor a su estirpe
jerezana, brindando soleas, seguirillas, fandangos -muy aplaudidos
por el público- y por último bulerías con
su inconfundible sabor y duende, poniendo al público
en pié. Tras el cantaor jerezano, que estuvo acompañado
a la guitarra por su hijo Juan, llegaron los aires de Cádiz
de la mano de Calixto Sánchez, que volvió a demostrar
por qué es uno de los cantaores con más compás
y profundidad, dotado de un gracejo que puso al público
hilarante, elevando el tono alegre de la noche. Acompañado
por el toque de Salvador Gutiérrez, al cual llevó
loco el cantaor, la plaza se llenó de unos primeros sones
por tangos, para pasar a las soleas, recalar en las alegrías,
prodigarse por tanguillos y poner colofón por bulerías,
mostrando un contraste que fue riqueza para quienes tuvieron
la suerte de darse cita esa noche en el coso de Pinichi.
Con el público puesto en pie despidiendo a Chano Lobato,
llegó el momento del homenaje. En concreto a dos de los
fundadores y promotores de esta Noche Flamenca de Écija,
Francisco Torres de los Reyes y Anselmo Cruz Serrano, y al alcalde
que la puso en marcha, Joaquín de Soto Ceballo. Acto
que inició el presentador de la velada, señalando
que “es de bien nacidos ser agradecidos”, añadiendo
que el flamenco es la manera más genuina de representar
a los andaluces, de ahí que fueran merecedores los fundadores
de este festival de recibir el reconocimiento de todos. Inmediatamente
después, ocupó el estrado del escenario Paco Rodríguez,
coordinador del Consejo Asesor del Flamenco y por ende de este
festival, que glosó las personalidades de los homenajeados,
dos de ellos a título póstumo.
A continuación subió al escenario el hijo de
Joaquín de Soto Ceballos, que recordó que su padre
promovió desde la alcaldía el festival en el año
1962; para proseguir con la presencia de Anselmo Cruz, écijano
de pro aunque nacido en Mairena del Alcor, que vertió
a través de una poesía sus sentimientos. Por último,
ocupó el escenario una de las hijas del malogrado Francisco
Torres de los Reyes, que acompañada por uno de sus nietos
a la guitarra tuvo palabras y poemas para glosar la figura del
homenajeado, todo ello en un acto muy emotivo y en el que el
alcalde hizo entrega de las insignias de la ciudad y de una
estatuilla de la Torre de Santa María a cada uno de los
representantes y homenajeados, destacando en su parlamento la
importancia de esta noche en la que se recuperaba el festival
tras años de parón, añadiendo que no era
sino un nuevo inicio para conseguir metas aún más
importantes para promocionar el flamenco.
Tras un descanso para retocar el escenario y facilitar el asueto
del numeroso público, se retomó el festival con
la presencia en las tablas del bailaor Antonio El Pipa y su
cuadro flamenco, en el que destacó la figura de su tía
Juana. Unos artistas jerezanos que elevaron la temperatura en
el coso, generosos en el esfuerzo y demostrando el por qué
de la fama que tiene este joven bailaor llamado a muchas satisfacciones,
que limpió de polvo el escenario.
A continuación fue el turno de Calixto Sánchez,
que llevó al silencio de toda la plaza al arrancar su
actuación sin el acompañamiento de la guitarra
de Manolo Franco al interpretar una profunda saeta. Luego alegrías,
seguirillas y fandangos, siempre con entrega y esa capacidad
de interpretar el quejío flamenco de esta maestro por
partida doble, por su profesión y por su oficio. Por
último la noche se vistió de gala de la mano de
Carmen Linares. La jienense, auténtica primera dama del
flamenco actual, arrancó con una delicioso cante por
cantiñas, para tomar rumbo con un tema entremezclado
de malagueñas, fandango y rondeñas, tomando aire
para brindar unas magníficas soleas y rematar con unas
bulerías sin pega. Y por si fuera poco, a continuación
todos los artistas subieron al escenario para el fin de fiesta,
poniendose colofón a la noche a las cuatro menos cuarto
de la noche, con la satisfacción general de todos los
presentes. Puerta grande para el festival.
Festival de altura para una afición que pide más
La recuperación de la Noche Flamenca de Écija,
tras varios años sin celebrarse, es un buen síntoma
de que el flamenco, aunque tocado en su línea de flotación,
todavía tiene futuro en la ciudad y sin caer en los modernismos
que están degenerando este arte tan propio del pueblo
andaluz.
Écija cuenta con una muy amplia base social que reclama
este tipo de espectáculos de calidad, con artistas puristas.
Mientras televisiones, radios y prensa se vuelcan con la nueva
ola de flamenquitos, se necesita desde las instituciones que
se apoye al auténtico cante jondo. En este caso, ha sido
el Ayuntamiento, con una importante subvención de la
Diputación Provincial de Sevilla, la que ha posibilitado
este evento, que si bien lo más seguro es que no haya
generado beneficio económico alguno, si ha demostrado
que el dinero de todos debe ser para favorecer lo que son demandas
populares y raíces culturales que no deben extinguirse.
Es más, sin duda se corto que la ciudad sólo pueda
disfrutar de este tipo de espectáculos una vez al año,
por lo que se debería primar la línea de colaboración
con las peñas, auténticos garantes hoy en día
de la pureza del flamenco.