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Homenaje a Pepito Roda, el que fue alma de la Feria.

por Manuel Martín Martín

Foto: Cartel

 

La memoria de la Feria de San Mateo, siempre tendrá un resto de rimel de quien fue un adelantado de su tiempo, Pepito Roda. Se anticipó al profesor Lombardero, el que editó en 1962 el librito ¿Quiere usted tocar las castañuelas en una semana?’, y a la propia Lucero Tena, que principió sus enseñanzas, all por 1966, en un Madrid que no ignoraba cómo este ecijano fue años antes uno de los mayores virtuosos de las castañuelas.

La colocación o la posición al golpear, no tuvieron secretos para quien destacó el año 1944 en el Teatro Sanjuán, en aquel Concurso de Artistas Noveles que tanto contribuyó a la divulgación artística y, en especial, al flamenco, al baile español y al instrumento de percusión más primitivo de cuantos hoy son: la castañuela.
La castañuela está compuesta de dos piezas cóncavas de madera o de marfil, en forma de concha, que se sujeta con un cordón al dedo pulgar o al medio, y que produce un sonido indeterminado y seco pero decisivo en las sevillanas desde sus más remotos principios, ya que acentúa los pasajes de su melodía bailable y da más alegría y fuerza al ritmo, de ahí la locución 'estar como unas castañuelas'.
Golpeadas repetidamente con los dedos o bien agitando y haciendo chocar sus valvas mediante los movimientos de la muñeca, ambas presentan distintas sonoridades, pues si la de la mano izquierda hace de acompañamiento y mantiene un sonido grave -por eso se le llama 'macho'-, la derecha, conocida por 'hembra', es la que ejecuta el repiqueteo y da un tono más agudo.
Su origen se remonta a épocas prehistóricas y su nacimiento puede fijarse en Grecia y en España, donde llegaron a ser consideradas como el instrumento más típico, hasta hacerse obligatorias en nuestros bailes nacionales. Pero fue Andalucía la que perfecciona su técnica y modifica su sonoridad, tanto por cambiar la posición del cordón en el dedo índice cuanto por someterlas a una nueva pulsación, que le confieren un sonido original y adaptado a la recién creada escuela de baile andaluz en la segunda mitad del XVIII, de ahí que ésta recibiera el nombre de Bailes de Palillos.

Más tarde se perfila la sequedad de su sonido y la técnica de su construcción, al par que se incorporan como elemento determinante en aquellos bailes que necesitan reforzar la acción a través del sonido y que éste no pueda suplirse con las palmas, con lo que cumplen su papel definidor en las sevillanas.
El mundo de las sevillanas siempre estuvo motivado por la guitarra y marcado por el son de las castañuelas, siendo en Écija un instrumento indispensable y con una vigencia mantenida que alcanzó hasta la muerte de Pepito Roda, el alma de la Feria, que vio cómo sus castañuelas eran desplazadas, ya en los setenta, por los sintetizadores y otros elementos de percusión que los arreglistas introdujeron a fin de comercializar el género.

 

Información: El Periódico de Écija