Se ha hecho con los materiales y técnicas del
siglo XII, la época en que se construyó
Las obras de restauración de parte de la muralla de la
Écija musulmana, en concreto de los restos de Puerta
Osuna, están prácticamente terminadas. El gobierno
local (PSOE-IU) aprobó ayer martes el pago de las dos
últimas certificaciones de estas obras.
Con esta actuación, que ha llevado a cabo la empresa
sevillana “Stvrmio” -la misma que ha restaurado
la capilla del Cristo de la Salud, en la iglesia ecijana de
San Gil-, el ayuntamiento busca “la recuperación
de un rincón singular de Écija”, resume
la concejala de Obras Públicas, Elena Palacios. Las obras
se centran en la rehabilitación de parte del lienzo de
muralla y del torreón almohade, del siglo XII, que aún
se conservan en esta zona de Écija.
“Se ha colocado un pavimento de empedrado y una cancela
de hierro que imita las de la época”, explica Palacios,
“y aún quedan por instalar tres focos que iluminarán
el torreón y por soterrar los cables eléctricos”.
Respeto por el patrimonio
Lo más destacado de esta restauración es que se
lleva a cabo con materiales y técnicas de construcción
de la época de la dominación almohade, lo que
supone un valor añadido de respeto cultural y defensa
del patrimonio.
La reconstrucción del Alcázar de Puerta Osuna
se lleva a cabo gracias a una subvención de la Consejería
de Turismo de la Junta de Andalucía de algo más
de 45.400 euros. El pago de la primera de las cuatro certificaciones
se firmó el pasado mes de septiembre.
Con esta actuación, el ayuntamiento astigitano pretende
no sólo restaurar el torreón, sino también
hacerlo visitable, instalando una escalera de caracol para que
se pueda acceder a la parte superior, lo que permitirá
usar el torreón de Puerta Osuna como atractivo turístico.
Toda la muralla
La idea del equipo de gobierno local es recuperar en el mismo
sentido todo el recinto amurallado de la antigua Écija
árabe, para lo que ha buscado el apoyo económico
del gobierno autonómico a través de subvenciones
de la Consejería de Cultura.
La obra municipal se ciñe a la cara norte del torreón.
No obstante, una obra privada está recuperando también,
según fuentes municipales, la cara sur de la torre almohade.
Existe un precedente privado a actuaciones de este tipo en la
céntrica calle El Conde: un vecino de esta calle acometió
la recuperación de un lienzo de muralla anexo a su vivienda
dentro de las obras particulares que ejecutaba en la misma.
La rehabilitación del lienzo de muralla, rematada el
pasado verano, contó con el asesoramiento del arqueólogo
municipal, Sergio García-Dils, que aconsejó sobre
el tipo de materiales y el método de construcción
a seguir.
Una puerta y dos alcázares
Los restos del recinto amurallado que se conservan hoy en Écija
pertenecen a las que levantaron los almohades cuando se apoderaron
de Córdoba, Écija y Sevilla, en torno al año
1147.
En esta época se dio solidez y uniformidad a las defensas
amuralladas de la ciudad, levantadas un siglo y medio antes
por el cordobés Almanzor, que reconstruyó las
murallas demolidas por las tropas de Abderramán III en
913, cuando el califa omeya sometió a los rebeldes de
Écija en castigo por haber apoyado la rebelión
en Bobastro.
De la época almohade
Los almohades construyeron en torno a la ciudad torres albarranas,
adosadas a la muralla, fosas y cavas y calahorras. Este recinto
amurallado pasó intacto a manos cristianas al caer Écija
en poder del rey San Fernando, en 1240. El proceso de destrucción
de las antiguas puertas y murallas de la ciudad se consuma en
la segunda mitad del siglo XIX.
De las puertas de esta muralla no se conserva más que
los nombres con que se conoce en Écija a los lugares
en que se localizaban. Así, existía Bad al Kantara,
o Puerta del Puente, también llamada Bad al Wadi, o del
Río, Bad Risk, que se llamó Puerta Cerrada, Bad
as Suwaika o del Mercado Pequeño, que se llamó
de Palma y Bad Usuna, que derivó en Puerta Osuna.
Esta última tenía dos alcázares. Uno de
ellos debió ser la torre de la Atalaya, de la que hay
restos documentales en textos de mediados del siglo XV. El mejor
conservado tenía un vestíbulo, en tiempos, y una
escalera lateral por la que se subía a la terraza. Detrás,
una cámara rectangular cubierta por una bóveda,
en cuyos muros se abrían saeteras, y otra que debió
usarse como mazmorra. Tiene una altura de más de doce
metros.
El otro alcázar, edificado en parte, ha perdido la mayoría
de su originaria construcción, pero se conservan sus
muros exteriores.
Quizá la más conocida de las torres albarranas
de la ciudad árabe que siguen en pie es la de la plaza
de Colón, en el vértice con la calle La Calzada.
Es de planta octogonal, con casi diez metros de anchura, y maciza
en su parte inferior. Una de sus caras fue restaurada como complemento
a una obra privada.