Siempre de nuevo nos planteamos la pregunta de si el teatro
sigue aun teniendo vigencia. Durante dos mil años el
teatro sirvió al mundo de espejo, planteaba la situación
del hombre. La tragedia reflejaba la vida como destino fatal,
y la comedia muy a menudo también. El hombre estaba plagado
de defectos, erraba de un modo fatal, se encontraba en pugna
con sus circunstancias, ansiaba el poder y era débil,
pérfido y naif, tenía la inocente alegría
del ignorante y enfermaba de Dios.
Ahora oigo decir que nuestra vida ya no es abarcable con los
medios tradicionales del teatro, ni con la dramaturgia tradicional,
y por lo tanto ya no sería posible contar historias.
En su lugar: textos de diversa índole, ausencia de
diálogos reemplazados por enunciados y declaraciones.
Ninguna acción dramática. En el horizonte de nuestras
vidas emerge ya otra especie humana muy diferente: seres clonados
y manipulados genéticamente a deseo y según intención.
Este nuevo tipo de hombre infalible si lo hubiere
no precisaría ya del teatro como nosotros lo conocemos.
Los conflictos que en él se ven planteados, le resultarían
ininteligibles. Pero el futuro no lo conocemos. Creo que deberíamos
con toda la fuerza y todo el talento que nos ha sido dado por
quien no sabemos tratar de defender nuestro presente maligno,
bello y lleno de imperfecciones, nuestros sueños irracionales
y nuestros esfuerzos en vano, contra el futuro incierto. Los
medios de que disponemos son abundantes: el teatro es un arte
impuro y en ello radica su fuerza vital. Utiliza sin miramientos
todo lo que se le pueda cruzar por el camino. Siempre traiciona
sus propios principios. Se sobreentiende que no está
a salvo de las modas vigentes de la época, se sirve de
la imaginería de otros medios, se expresa a veces con
lentitud, otras con vivacidad, tartamudea, enmudece, es exagerado,
extravagante y banal, se esquiva, fulmina historia y no obstante
las cuenta. Estoy esperanzado de que el teatro siempre de nuevo
se llena de vida, en tanto que los hombres sienten la necesidad
de presentarse y mostrarse mutuamente como son y como no son
y como deberían de ser. Si ¡que viva el Teatro!
Pues es uno de los grandes inventos de la humanidad, grande
como el invento de la rueda, como el dominio del fuego.