Los
Bandoleros no eran sólo hombres y niños de Écija.
Se cuenta que "La Calderona", legendaria figura
femenina, lideró una cuadrilla.
Me
sigue fascinando el tema de los bandoleros -será debido
a mi nombre- , y de las muchas investigaciones que se encuentran
por internet, les indico esta curiosa y posible bandolera
que fue amante del rey Felipe IV.
Extraído
del Artículo: A robar a la Calderona (Gratitut: "Vicent
Palop")
Durante
el siglo XVII se extendió por las tierras valencianas,
como una auténtica plaga, el bandolerismo. Las causas
que motivaron la proliferación de estos grupos de personas
al margen de la ley son muy diversas: criminales comunes que
huían de la justicia, moriscos que no habían
querido aceptar el decreto de expulsión, la miseria
que empujaba el más humildes a procurar a medios de
subsistencia, las disputas entre los señores que armaban
gente para solventar sus rivalidades y las de sus familias.
Las muchas cuevas y montañas que rodean la sierra hicieron
de escondite para bandidos y criminales.
Cuentan que el atardecer de un riguroso día de invierno,
dos viajeros iban con prisas de Morvedre a Puçol por
el camino de Valencia para la noche ya caía y habían
oído decir que estas tierras no eran muy seguras por
la presencia de pandillas de bandoleros. Montados sobre las
mulas asomaban a derecha e izquierda intentando penetrar con
las miradas en la oscuridad del atardecer, que se hacía
más sobrecogedor por la sombra que proyectaba la enorme
mole de la montaña Negra en tapar los últimos
rayos de sol. La preocupación les mantenía en
silencio y sólo de vez en cuando alguno de los dos
se atrevía a hacer algún comentario, no tanto
para hablar con el compañero como para intentar alejar
el miedo que la proximidad de la noche hace presente en todas
las personas que son en lugares no conocidos.
- Parece
que esta noche hará frío y aún no vemos
los hostalets de Puçol .
De repente,
y sin saber de dónde habían surgido, se vieron
rodeados de manantiales o doce personas a caballo que les
amenazaron con espadas, navajas y armas de fuego. No tuvieron
tiempo ni de darse cuenta de su presencia y ya les habían
hecho bajar de las bestias a base de gritos y algunas empujones.
Los dos viajeros, aterrados, pensaban ya en la muerte inmediata
cuando escucharon una extraña voz que les dijo:
- Poner
en este sombrero el dinero que lleváis en el bolso
y cualquier otro objeto de valor que tenga. No intente esconder
nada o su presencia en el mundo de los vivos habrá
llegado a su fin.
Los viajeros
obedecieron sin dudar, aunque alguna moneda les cayó
al suelo por el temblor de las manos e inmediatamente se arrodillaron
para implorar clemencia a quien parecía el jefe de
la pandilla. Ni les dio tiempo, porque aquel grupo de gente
desapareció tal y como se les tragó en un santiamén
dejándolos absolutamente boquiabiertos y sin acabar
de saber cómo se habían producido los hechos.
- Ya nos
lo advirtieron a Morvedre cuando emprendíamos camino:
" Puçol , pásalo con sol ". ¡Ay!
Si hubiéramos hecho caso no nos encontraríamos
en la situación en que nos encontramos! - se lamentó
uno de los viajeros.
- Deja
de quejarte - contestó su acompañante -. Vámonos
en cuanto antes, no sea cosa que baje el fieramente de la
montaña y no acaban aquí nuestras desgracias.
Después
de un rato caminando, llegaron a hostalets que se encontraban
a la entrada de Puçol . Entraron en el primero que
chocar y contaron su aventura a los que se encontraban.
- Aunque
ha tenido suerte de que puede contarlo - dijo el hostelero
mientras les servía de beber -. Es más frecuente
que este bandoleros además de robar las mercancías
y llevarse los carruajes y las bestias, termine matando a
los viajeros.
- Y no
hay manera de acabar con ellos? - preguntó un huésped
que estaba escuchando la historia.
- Ya lo
han intentado, pero no hay quien pueda hacerse con ellos -
prosiguió el hostelero -. Más de una vez han
salido los hombres de la justicia en perseguirlos pero tarde
o temprano han perdido el rastro . Conocen cada palmo del
terreno, los caminos de la montaña son para ellos como
las calles del pueblo para nosotros, saben dónde se
encuentra cada escondite e incluso, aprovechando algún
desfiladero, han tendido una emboscada a los soldados y los
han hecho huir ocasionándoles de un herido .
- Y nadie
sabe dónde se encuentra su campamento? - preguntó
otro huésped.
- Nadie.
Sólo una vez un pastor contó que, por casualidad,
vio como la pandilla de bandoleros entraba en una cueva que
hay detrás de Santo Espíritu y, al irse atrevió
a entrar y comprobó que aquello era un laberinto de
pasillos . Desde aquel día la gente le ha puesto el
nombre de cueva de los Ladrones y nadie se atreve a acercarse
a ella .
- Parece
cosa de las fuerzas del infierno - dijo uno de los viajeros.
- Deben
saber que la gente llama barranco del Diablo en el lugar donde
ustedes han sido asaltados y por donde los bandoleros aparecen
y desaparecen - añadió el hostelero.
- Pues
no tenía voz de diablo el jefe de los que nos ha asaltado,
sino fina y aguda, como de mujer - matizó el otro viajero.
- Esto
confirma lo que se comenta por estas tierras - se apresura
a continuar el hostelero. Dicen que el misterioso personaje
que dirige todas las acciones de esta partida de ladrones
es una mujer. María Calderón , actriz conocida
con el nombre de la Calderona . Dicen también que fue
la amante de nuestro señor el rey Felipe IV , del que
ha tenido un hijo y una hija, pero que entró en amores
con un duque, importante personaje de la corte. Parece que
la mencionada señora visitó el duque mientras
éste residía en Valencia . El rey, celoso, ordenó
recluir en un convento y, para evitar que la cerraron, el
duque la envió con un grupo de hombres de su confianza
a refugiarse en las montañas de nuestra comarca. Con
el paso del tiempo este grupo de gente se ha convertido en
la banda de salteadores que vosotros habéis tenido
la desgracia de sufrir .
Tanta fue la fama de la bandolera que a partir de entonces
esta sierra se llama la Calderona. Y eran tan habituales los
atracos que los habitantes del Camp de Morvedre todavía
dicen, cuando son víctimas de algún abuso económico:
"A robar a la Calderona" .