UN TRABUCO Y UN CABALLO: LA ANDALUCÍA
DE LOS BANDOLEROS
Los relatos de bandoleros son apasionantes pero está
visto que el marketing no es el fuerte de los españoles:
a Robin Hood le conocen hasta los chinos, pero ¿quien
ha oído hablar de "los 7 niños de Écija"
allende nuestras fronteras?
Un recorrido a través de las sierras andaluzas, donde
los bandoleros acampaban a sus anchas, es una gran oportunidad
para conocer lugares como la bellísima sierra de Grazalema.
Hemos visto películas y leído mil veces las correrías
del famoso Robin Hood, que los ingleses han sabido mitificar.
Sin embargo, nosotros a veces nos olvidamos de los legendarios
bandoleros temidos en días pasados en las sierras andaluzas,
mucho más antiguos y con historias más apasionantes
que los insulsos colonos americanos.
José María "el Tempranillo", Diego Corrientes,
Juan Caballero, "el Tragabuches" o los 7 niños
de Écija, viven aún en las coplas y en sus recuerdos
dispersos por toda Andalucía. Aquí hubo bandoleros
toreros, cantaores de flamenco, conquistadores de mujeres, bandidos
sanguinarios y hombres de bien a los que la mala suerte y las
circunstancias empujaron a los caminos.
Seguir sus pasos entre las Sierras de Cádiz y Málaga
y por los caminos que cruzan las campiñas de Sevilla
y Córdoba puede servir de pretexto para recorrer una
ruta cargada de sabor, aunque en muchos lugares apenas queden
huellas reales de estos personajes.
Una parte del recorrido comienza en Sevilla, con sus tabernas
y alguna plaza pública donde eran ajusticiados los bandidos,
pero tal vez lo mejor sea ir al centro geográfico del
bandolerismo, en la zona conocida como "los Santos Lugares":
los pueblos de las campiñas de la provincia de Sevilla
y de su frontera con Córdoba. En Estepa, Osuna, Ecija
y los pueblos de los alrededores vivieron los más famosos
bandoleros de todos los tiempos. Diego Corrientes era de Osuna,
José María "el Tempranillo" de Lucena,
Andrés López (el Curro Jiménez de la televisión)
de Cantillana, cerca de Sevilla, y Joaquín Camargo "el
Vivillo" era de Estepa.
Estepa es hoy un pueblo de casas blancas, famoso por sus polvorones
y mazapanes. De la época de los bandoleros mantiene la
torrecita de la calle Amargura donde vivió un hombre
que hizo fortuna guardando el dinero a los bandoleros. También
se conservan las cuevas de las afueras del pueblo en las que
se refugiaban los perseguidos y la casa de Juan Caballero, que
conserva sus iniciales en la puerta. El recuerdo más
sorprendente es el del camarín de la Virgen de los Bandoleros,
en la iglesia del Dulce Nombre, al que acudían muchos
bandidos a implorar ayuda a su patrona. La imagen lleva aún
joyas muy valiosas donadas por sus devotos bandidos, como los
anillos regalados por El Vivillo y por Juan Caballero que adornan
sus manos.
Si vamos a Osuna, cuna de Diego Corrientes, el bandido que nunca
mató, nos encontraremos con otra de las grandes ciudades
bandoleras, con el atractivo de sus bien conservados monumentos:
la colegiata del siglo XVI con los sepulcros de los Duques de
Osuna, la antigua Universidad, los conventos de la Encarnación
y de la Concepción y la torre cartaginesa del Agua.
En Ecija, la ciudad de las torres, nació Francisco de
Huertas, un bandolero de la nobleza a cuya ejecución
asistieron todas las autoridades del pueblo, incluido el obispo.
Pero Ecija es famosa sobre todo por la banda de los "Siete
niños de Ecija", que en realidad fueron muchos más
y la mayoría no eran de esta población.
De las campiñas sevillanas, la ruta nos lleva hacia las
serranías, en las que nuestros forajidos solían
ocultarse. Desde Arcos de la Frontera hacia el Oeste se puede
seguir una ruta tras sus pasos que nos conducirá por
bellísimos paisajes hasta las sierras de Grazalema y
Ubrique.
Dicen que el primero era el pueblo preferido por el Tempranillo,
que eligió su iglesia para casarse. Muy cerca de él
hay que visitar el Parque Natural de Grazalema, la zona más
lluviosa de España y donde crecen abetos y pinsapos,
una especie de abeto mediterráneo reliquia de la última
glaciación alpina, aparte de que posee una fauna estupenda.
Al sur, está Ronda, el rincón de Andalucía
que mejor conserva la atmósfera romántica de los
bandoleros de siglos pasados y uno de los pocos lugares que
ha comenzado a rentabilizar la leyenda del bandido andaluz.
Hablar de Ronda es hablar del poeta Rilke, que se alojó
en el hotel Reina Victoria, y también de los viajeros
ingleses de los siglos XVIII y XIX que tejieron alrededor suyo
una aureola de leyendas románticas donde toreros y bandoleros
eran protagonistas y héroes.
Ineludibles la Plaza de Toros de la Real Maestranza, la más
antigua de España y la única con barreras de piedra,
y la del Tajo tallado por el río Guadalevín y
cruzado por su famoso puente, dicen que en uno de sus balcones
estuvo preso "el tempranillo". En el Museo Histórico
Popular del Bandolero, en pleno casco histórico, se puede
completar una parte del recorrido por esta parte intrépida
y romántica de la historia.
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Información:Pedro Madera - Viajar
- Escrito el 8-Diciembre-2000 (14/01/2007)